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Mostrando entradas de junio, 2025

¿Qué es lo hondo?

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  De pronto llega el día en el que algo se detiene y no es el tiempo, sino tú mismo. No estoy hablando de nostalgia, tampoco de tristeza. Bueno, en parte sí, pero es una tristeza bella. No por su contenido, sino por su lugar. No sobra. No interrumpe. Es parte del todo. Simplemente está. Como la sombra bajo un árbol en verano. No puede haber luz sin sombra. No puede haber alegría sin esta forma de calma. Todo cobra sentido cuando la aceptas en su forma completa. Nada cambia en el exterior. Es dentro de ti donde la mirada se transforma. Sin adornos. Sin lucha. Sientes de pronto que la serenidad aparece sola, sin llamarla, como si siempre hubiera estado esperando a que, por fin, le hicieras sitio. La realidad no ha cambiado. Cambia tu forma de mirarla. Hay belleza incluso en lo que duele, cuando dejas de luchar contra ello. Hay luz, aunque sea mínima, cuando comprendes que no todo debe resolverse, que algunas cosas simplemente son. Las cadenas siempre estuvieron flojas. Tú no qu...

No sé si me explico

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  Hay días en los que hablar es como soplar contra el cristal, con la loca esperanza de que se limpie por dentro. Alguien dice: "no me entiendes", y pienso: "no, pero te creo". Y pienso también: "no, pero te siento", aunque lo que siento no sea lo que tú querías decirme. Hay frases que son mapas de países que no existen, pero igual salimos a buscarlos con los ojos cerrados y el corazón en guardia. Qué difícil es aceptar que tú viste fuego donde yo sólo vi niebla. Y que no se trata de convencer, sino de compartir la ceguera. Sueño con ser un mecanismo preciso, una máquina neutra que escucha y separa los datos de las heridas, los miedos de los mensajes, el dolor del tono de voz. Sueño con no tomar como algo personal cada silencio, cada pausa mal medida, cada palabra que no se parece a la mía. No quiero tener razón. Quiero entender sin necesidad de estar de acuerdo. Quiero abrazar lo que no comprendo como quien adopta una palabra extranjera y la deja vivir en...

Orlando en la línea

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Estaba dormido. Me desperté sin motivo, sin alarma ni presencia que lo causara. Simplemente el cuerpo insistió, una urgencia sencilla, necesaria. Fui al baño. Volví sin sueño. La cabeza, en otro lugar. El cuerpo, sin tregua. Como si algo profundo se hubiera soltado, una línea casi invisible bajo la corteza que sostiene todo, una capa que se desplazó sin anunciarse. Debajo, debajo de la tierra, algo seguía moviéndose sin pausa. La mente estaba en otra parte, en cuentas, en planes, en voces que se apilan y no cesan, pero el cuerpo seguía un curso distinto, sin mapa ni destino, una pulsión muda que reclamaba un punto de partida aunque no supiera dónde ni cómo. Ese tirón sin nombre que no pide, que no exige, pero que se hace imposible ignorar. El aire entraba caliente, pesado, sin alivio, un calor que se pega a la piel y a la cabeza, obligándome a salir a la terraza para buscar un respiro que no llega, para enfrentar un vacío que se llena de ruido sin palabras. Pensé en ríos que cambian de...

Pausas para contemplar

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Antes de irme a dormir, como tantas veces que me quedan ganas de escribir, he cogido La sociedad del cansancio, de Byung-Chul Han, y he releído el prólogo sobre Prometeo extenuado. (2024). Me he parado unos minutos a pensar y creo que no basta con alejarse de lo evidente, del ruido más grande. A veces, la verdadera pausa llega cuando aprendes a dejar ir lo que ni siquiera ves que pesa. Asi, quizá, pueda encontrarme en silencio conmigo mismo. Tú ya lo sabes. Lo has sentido desde hace tiempo, aunque hayas intentado seguir como si nada. No es el cansancio de un mal día. Es algo más profundo. Una fatiga que no se cura con descanso ni con vacaciones; es la forma en que estás viviendo.  No se trata solo del trabajo. Es la vida cuando se vuelve estrecha, repetida, lejana de lo que realmente importa. Una sucesión de días que no eliges, de ritmos que no te pertenecen. Llega un momento en que algo se mueve dentro. No hace ruido, pero cambia el enfoque. Empiezas a mirar tu vida desde otro lu...

Monólogo: “Manual breve para detectar idiotas (spoiler: fallan mucho)”

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Hay gente que tiene un talento extraordinario. Te miran cinco segundos y ya lo saben todo de ti. Te clasifican. Te archivan. Te diagnostican. Dicen: “Este es tonto.” Y se quedan tan tranquilos. Como si hubieran hecho un descubrimiento científico. Como si hubieran olido el miedo, el sudor o el coeficiente intelectual en el aire. No saben que eso que ellos llaman ser idiota, es en realidad una estrategia evolutiva. Una forma sutil, elegante y eficaz de evitar conversaciones innecesarias. Un arte marcial pasivo. Una vacuna contra el ego ajeno. Porque a ver… ¿de verdad te apetece discutir con alguien que se cree inteligente solo porque aprendió a hablar antes que a pensar? ¿Con uno que confunde sarcasmo con mala educación y argumentos con volumen? Yo no. Yo sonrío. Asiento. Pongo cara de “qué interesante lo que dices”. Y les dejo hacer. Que se sientan brillantes, profundos, únicos. Que brillen en su propia linterna de petaca. Eso sí. Luego me preguntan por qué no les tomo en ...

Parpadeo en la red

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En un mundo programado para la eficiencia, donde cada paso está calculado y cada emoción silenciada, algo persiste. Algo que no encaja en los esquemas, que se resiste a apagarse. Este poema es ese fallo, un parpadeo en la red. Decir que hoy es un día extraño, estoy agotado físicamente, agotado mentalmente, agotado sentimentalmente, estoy nostálgico, preocupado, y mirar al frente y ver lo que hay alrededor se me hace cuesta arriba. Tengo nostalgia de tiempos mejores, con mayor sensibilidad,  con más cuidado, con más amor, con más caricias, y siento que se está borrando, todo se borra. Y si todo se borra, ¿qué me queda? ¿Dónde se esconde el tacto?¿Quién escucha a los que ya no gritan? Tal vez este poema no sea más que el suave ruido de algo que se resiste. Pequeño. Un resto humano. Apenas un do menor entre el bullicio de las máquinas. Parpadeo en la red Si sólo tengo amor, desnudo y sin escudo,  ¿de qué me sirve el alma, si ...

Hambre de mundo

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En estos días de cansancio, apenas he tenido tiempo para escribir. Al terminar hoy de trabajar, me he tumbado en la cama y he sentido la necesidad, que no se calma, de expresarme. Escribo este poema precisamente porque nace de la tensión que siento en mí, que a la vez es la tensión vital que atraviesa a todo ser humano cuando, en medio del desgaste acumulado, nace ese impulso que no se conforma con la calma pasajera. Me he dado cuenta que el descanso no es lo que  me ofrece refugio, sino el deseo profundo y esa fuerza silenciosa y ruidosa a la vez que me mantiene despierto y en movimiento.  A pesar del cansancio, del polvo en los hombros,  hay un latido escondido en el esqueleto del día.  No me salva el descanso.  No me salva la calma.  Me salva el deseo de estar despierto,  de abrir territorios sin nombre, sin brillo,  de andar sin promesas, sin retorno.  No necesito horas vacías de intento,  ni pactos ni treguas al sueño.  Quier...

Mañana no pensarás en nada que no seas tú

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  Esta mañana no te levantaste del sueño, te levantaste del peso. Ni del cansancio del trabajo ni del ruido cotidiano. Te levantaste de algo más profundo, más denso. Como si durante la noche alguien hubiera removido el fondo de tu pensamiento y lo hubiera dejado todo a la vista. Te sentaste en el borde de la cama y ahí estaban, las preguntas, sin pudor. Ni una taza de café, ni el agua caliente pudieron disolverlas. Pensaste en todo. En las amistades que fueron abrigo y en las que se volvieron polvo. En los vínculos que ya no sostienen, que se arrastran solo por miedo a romper. Pensaste en la familia, en el ruido de sus palabras, en lo que enseñan sin decir. En lo que te diste cuenta de que has repetido sin querer. También pensaste en ti. O, mejor dicho, volviste a ti. Al núcleo. Te preguntaste si pensar tanto es valentía o refugio. Si tener todas las opciones frente a ti es libertad o condena. Dudaste, como siempre lo haces, pero esta vez la duda tenía una forma distinta, no er...

Sirāt. Una película para pensar y sentir.

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Hacía bastante tiempo que no iba al cine. Tuve la suerte de que me invitaran a ver esta película. Rara vez alguien te invita a ver una película que realmente merezca la pena, una película que pueda aportarte algo justo en el momento en que estás. Mereció la pena, aunque salí del cine bastante impactado, incluso diría que en cierto estado de aturdimiento. Durante la cena con mi amigo comentamos un momento de la película en el que uno de los personajes está paralizado por lo que acaba de vivir y alguien le dice que cuando pase ese shock entenderá la realidad. Y reflexionábamos sobre cómo ese estado no es solo de un instante, sino que es nuestro estado habitual, porque estamos tan acostumbrados a no enfrentar lo duro de la vida que vivimos anestesiados, entumecidos, ciegos, alienados y manipulados, tal como Chul-Han nos explica, donde solo se muestra lo bello y lo sutil, porque lo feo, lo duro, lo real, nos obligaría a posicionarnos. La película es realmente fuerte, pero dentro de esa dur...

Sagitarismo agudo (no se cura, se disfruta)

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A ver, humanidad. Que sí, ayer me levanté con el pie izquierdo, el derecho en huelga, el humor en modo apocalipsis y el filtro emocional directamente desconectado. ¿Y qué? Soy sagitario, no un Coach certificado en respirar y no explotar. Tengo días. Como todos. Aunque a veces los míos vienen con efectos especiales. Pero hoy… hoy he vuelto a ser yo. Ahora me siento yo. El yo solar, expansivo, abrazador por WhatsApp y entusiasta nivel “lluvia de purpurina”. El que desea repartir alegría como si tuviera una fábrica clandestina en el alma. Ahora, vamos por partes. Sí, a veces se me escapa la lengua como si tuviera vida propia. Tiene GPS directo al sarcasmo, corre maratones antes de que mi cerebro se despierte y es tan rápida que ya está pidiendo disculpas mientras todavía no entiendo qué dije mal. Pero, por favor, escúchese bien, NUNCA con mala intención. Mi humor viene sin veneno. Mi lengua es viperina, si, pero inofensiva. Es como ese café fuerte que al principio descoloca, pero al f...

¡Hasta aquí!

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  Hoy me he levantado con los huevos hinchados. Literal. No es una metáfora espiritual, ni una expresión figurada de esas que se usan por costumbre. No, no.  Hinchados. Como dos globos en una fiesta a la que nadie quiere ir. ¿Qué si fue un golpe? ¿Una mala postura? ¿El karma ajustando cuentas? Da igual. El caso es que el resultado es el mismo; los tengo a rebosar. Y ya que estamos, aprovecho para decirlo, también los tengo hinchados en sentido figurado. Porque ya está bien. ¡Ya basta! ¡Ya me cansé! Estoy harto de que la bondad se confunda con gilipollez. De que la paciencia se aproveche, de que el que escucha sea el primero en ser ignorado. De que el que no grita, el que no impone, el que intenta entender… acabe siempre en el rincón de los tontos. Estoy cansado del egoísmo con corbata y del interés disfrazado de preocupación. De los favores que vienen con factura. De las sonrisas falsas, las palmadas en la espalda y las promesas de “cuenta conmigo” que se evaporan al primer...

Ay! La imaginación!

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La imaginación, cuando se impacienta, se concede permisos que no le pertenecen. Cree ver con claridad aquello que apenas roza, como si toda superficie brillara por ser oro y no por el reflejo circunstancial de una luz que no le pertenece. Pero no es oro todo lo que reluce, y no toda expresión es un espejo fiel. A veces es máscara, a veces defensa, a veces simplemente cicatriz. El que observa sin despojarse de sí mismo no ve, interpreta. Y toda interpretación, sin el tamiz del contexto y la humildad, se convierte en forma sutil de violencia. Quien no habita el lugar del otro con respeto por su sombra y su silencio, solo confirma sus propias ficciones. El resto, esa conclusión ansiosa, esa falsa verdad, no es comprensión, es soberbia envuelta en intuición mal educada. A veces, he de reconocer, que a mi mismo me pasa. G.G.

Manual de hipocresía instantánea

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  Se dicen frases bonitas, robadas de cuentas de autoayuda con fondo beige  y letras en cursiva. Se frunce el ceño al camarero y se desliza la mirada por encima del hombro de quien escucha. Se habla de empatía, con voces impostadas que nunca escucharon el silencio ajeno. Se recuerda que el universo conspira, pero solo si se etiqueta en las historias. Se menciona la importancia de ser uno mismo, justo después de ajustar la máscara. Se predica sobre autenticidad, con gestos estudiados de tutoriales de carisma. Se hace creer que se sintió de verdad, mientras el cuerpo grita lo contrario. Que importó muchísimo, aunque ni se recuerde el nombre. Se pone en biografías que se es luz, pero se apaga a todos los que rodean. Se escribe sobre amor, aunque solo se ame el propio reflejo. Si alguien se atreve a dudar, se responde con gaslighting y citas de Paulo Coelho. Es más fácil manipular con metáforas que admitir lo evidente, que la esencia no se cultiva con frases, sino con coherencia....

Secar el mundo. Lemebel.

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Iba a irme a dormir. Agotado. Otra jornada más, tres semanas ya trabajando en exceso, dejándome para después, sin escucharme, sin tiempo ni para mí mismo. Horas y horas. No puede ser. Si no nos escuchamos a nosotros, ¿cómo vamos a escuchar a los demás? Pero justo antes de apagar la luz, sentí algo. La necesidad de pensar, de escribir, de decir, de gritar, de llorar, de reír, de analizar, de querer. Aunque esté solo. Porque también se puede querer estando solo. Y no me refiero a quererse a uno mismo, que también, sino a recordar que hay que querer a los demás. Los conozcas o no. Estén cerca o no. Aunque no te devuelvan el gesto. Porque eso también es importante. Muy importante. Últimamente, antes de dormir, me da por pensar. No en algo concreto, sino en el mundo. En Gaza, en África, en lo que hemos hecho con ellas. En todo lo que sigue pasando. En lo que permitimos. En cómo hemos empobrecido el mundo. Y, al mismo tiempo, cómo nos hemos empobrecido como seres humanos. Parece que solo rea...

Como buen Sagitario, me contradiga.

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Dije que no iba a leer el horóscopo. Que no me iba a sugestionar. Que el destino no me lo escribe una columna genérica disponible en la redes sociales. Pues nada. Aquí estoy. Leyéndolo. Releyéndolo. Analizándolo como si fuera un mensaje cifrado del universo, como si fuera un espía infiltrado. Pero, sinceramente, o el que escribe el horóscopo es médium, o me están espiando a mi. ¡Por los dioses, he sido descubierto!  Quizá, simplemente las cosas son como son. Y como soy lo que soy, y no lo que creo que soy cuando me pongo profundo a las dos de la mañana, voy a hacerle caso. Por esta vez. Por esta semana. O por lo menos hasta que vuelva a contradecirme (cosa que probablemente ocurra mañana).  Porque resulta que mi intuición me dice lo mismo que dice ese horóscopo de instagram. Y mi intuición rara vez falla. ¿Sabéis cuándo falla? Cuando decido ignorarla. Porque soy un cabezota profesional, con título, máster y prácticas en la vida real. Uno de esos que cree que puede ir contra lo...