La pureza absoluta del ser
La pureza no es un reflejo inalcanzable ni una corona dorada que se posa sobre aquellos que caminan en la senda recta. No es la ausencia de error ni el peso de una perfección ficticia. La pureza es el latido sincero que se oculta en la oscuridad, la luz que emerge entre las grietas, la fragancia que escapa del ser cuando se permite ser, sin reservas, sin máscaras. Es el agua que danza sin miedo a perderse en el río, porque sabe que en su corriente no se diluye, sino que se transforma, se fusiona con la esencia misma de la vida. Es la brisa que acaricia las hojas sin pretensión de cambiar su curso, el fuego que arde sin pedir permiso, sin esconderse ante la tormenta. La pureza no se fragua en la rigidez de un molde, sino en la fluidez del ser que se da sin temor a perderse. Nos han enseñado que la pureza es abstinencia, que se halla en la negación de los deseos y en la quietud del control. Pero la verdadera pureza no es la negación, sino la entrega sin reservas, el gesto honesto, la tra...