Müller. El café de los ciegos.
Hay cuerpos que caminan con los ojos cerrados, y no esperan luz, sino manos. Tropiezan con sillas que no supieron moverse a tiempo, con gestos repetidos como promesas rotas que nadie quiso dejar de hacer, con el aire cargado de silencios antiguos como si todo fuera una sala llena de recuerdos que no saben salir por la puerta. Hay una mujer que se lanza, y un hombre que intenta alcanzarla aunque siempre lo haga un segundo tarde. Hay amor en esa torpeza. Hay compasión en el intento que no basta. El suelo es memoria. El cuerpo es lenguaje. Y cada paso que duda, dice más que mil palabras gritadas. Se abren y se cierran las puertas, como si el mundo no supiera decidir si dejarnos pasar o dejarnos ir. Y en medio de todo, la repetición, el abrazo que nunca llega, el gesto que se agota, la coreografía del dolor que baila sola, aunque no quiera. G.G.