Mírate y sonríe
Tatuado en mi mano izquierda Cada instante vivido, con su carga de luz y sombra, nos va moldeando, nos esculpe con la paciencia del tiempo y nos convierte en lo que somos. No hay día perdido, ni alegría estéril, ni tristeza que no deje su huella. La vida nos atraviesa como las estaciones del año, en ciclos que se suceden, siempre marcados por la certeza del cambio inminente. Hay primaveras de renacimiento, donde todo parece florecer sin esfuerzo; veranos de plenitud, de soles ardientes y días interminables; otoños de despedida, donde aprendemos a soltar, a dejar caer lo que ya no nos pertenece; e inviernos de quietud, donde el frío nos obliga a recogernos y escuchar los vientos de lo que fuimos. Pero tras el invierno, siempre llega otra primavera, y la vida vuelve a abrirse paso, distinta, renovada, nunca la misma, aunque parezca repetirse. La vida no es una novela de trama continua ni un relato que se estira en una línea ininterrumpida. Nos empeñamos en darle una estructura de capít...