La imposibilidad de decir exactamente lo que queremos decir
La s palabras parecen acercarnos, pero en realidad nos alejan. No llegan intactas, no se entregan puras. Se deforman en el aire, se deslizan en la ambigüedad y, al final, cada uno escucha lo que puede, lo que quiere o lo que teme. Derrida nos mostró que el lenguaje nunca es completamente estable: una palabra no tiene un significado fijo porque siempre está en relación con otras palabras, siempre depende del contexto y del instante en que se dice. Nunca logramos capturar el sentido total de lo que queremos expresar porque el significado siempre se aplaza, se posterga. A esto lo llamó différance: la diferencia y la demora del significado, la imposibilidad de fijar una verdad última en las palabras. Pero si el lenguaje ya es inestable en sí mismo, ¿qué sucede cuando además nos resistimos a usar las palabras exactas? No porque no las encontremos, sino porque sabemos demasiado bien cuáles serían. Porque al decirlas, ya no podríamos ocultarnos detrás de la ambigüedad, ya no podríamos jugar c...