No es un adiós, es un hasta siempre
Hay decisiones que no llegan con estruendo, sino con el susurro firme de la claridad. A veces no hay un motivo único ni una escena final. Solo el cuerpo, la mente, el alma toda, aunque no sepamos bien dónde se aloja, empiezan a entender que algo ya no es refugio, que no abriga, que se ha convertido en un lugar donde el silencio pesa más que la presencia. Poner un punto final no siempre es un acto de ruptura. A menudo es una forma de cuidado. Un gesto amable hacia uno mismo, una manera de proteger la paz que hemos aprendido a construir. No se trata de renunciar por miedo, ni de cerrar por orgullo, sino de reconocer que hay vínculos, caminos o historias que, por más que nos duelan, ya no tienen un lugar justo en el presente. Aceptar esto no significa dejar de querer, sino aprender a quererse más. Entender que el cariño no se mide por cuánto se insiste, sino por cuánto se respeta. Y que alejarse puede ser, en ocasiones, la manera más honesta de permanecer fiel a uno mismo. Cer...