El panóptico de luz y sombra
Foucault me advirtió: no hace falta una celda para ser prisionero, basta con saberse observado. Antes, el poder tenía muros, torres que erguían su vigilancia como un ojo omnipresente. Hoy, el panóptico es luz, una pantalla que nos invita a hablar, a mostrarnos, a confesar quiénes somos. No hay carcelero, solo la mirada de muchos, un algoritmo que decide qué versión de mí merece ser vista, cuántos clics vale mi existencia. Me dijeron que era libre, pero entendí que la jaula es transparente, que la vigilancia no impone grilletes, sino deseos: Ser visto, ser validado, ser aceptado. Nos volvimos nuestros propios centinelas, ajustando gestos, palabras, editando el yo hasta encajar en la norma. Pero si el panóptico es luz, la resistencia habita en la sombra. La fuga no es desaparecer, sino multiplicarse. No soy un perfil, soy el rugir de muchas voces, el error en el código, la grieta en la red. En cada anonimato estratégico, en cada silencio elegido, en cada ...