Silencio interior

"El silencio interior no es la ausencia de ruido, sino la presencia profunda de uno mismo, donde cada pensamiento se disuelve y solo queda la paz."

"El silencio interior no es la ausencia de ruido, sino la presencia profunda de uno mismo, donde cada pensamiento se disuelve y solo queda la paz."


Hoy te has despertado distinto. No es un cambio superficial ni físico, es algo mucho más profundo. Has abierto los ojos con una claridad inusitada, con la certeza de quién eres y lo que realmente necesitas. No es que las respuestas hayan llegado todas de golpe, pero lo que es claro es que ahora sabes que lo único que verdaderamente importa es ser tú, sin excusas, sin filtros, sin buscar cumplir con las expectativas ajenas. En el silencio que te rodea, encuentras la paz que habías estado buscando sin saberlo.

Te has sentado a escribir, como siempre lo haces, pero esta vez el impulso de las palabras no llega. No porque falten los pensamientos o los sentimientos, sino porque has alcanzado un punto en el que ya no hay necesidad de hablar para saber lo que sientes. Ya no necesitas exteriorizar lo que resides en ti, ni convencer a nadie de lo que eres. El silencio, lejos de intimidarte, te ofrece claridad. Te permite ver lo que antes no podías, te conecta con la quietud que da la certeza de tu ser.

Hoy no tienes prisa por encontrar respuestas inmediatas, no sientes la necesidad de apresurarte a dar un paso. Lo que importa es el ahora, es la presencia, es estar aquí, contigo mismo, sin más. Lo único que tienes claro es que la verdadera libertad, la verdadera paz, no se encuentran en las expectativas del mundo, sino en la aceptación de lo que eres en este preciso momento.

Has dejado atrás la idea de encajar en los moldes que otros han creado para ti. La vida te había empujado, muchas veces sin que te dieras cuenta, a ser quien creías que los demás querían que fueras. Has buscado, inconscientemente, agradar a todos, proyectando una imagen que te hiciera más atractivo, más aceptable, más deseable. Pero hoy sabes que, al intentar ser quien no eres para atraer a los demás, has perdido lo único que realmente importa: la posibilidad de una conexión genuina. La autenticidad, la que habías dejado de lado, es lo único que tiene el poder de crear relaciones verdaderas.

Hoy, entiendes que ser tú mismo no es solo un acto de valentía, es un acto de autenticidad radical. No hay poder en la perfección, la perfección no ofrece nada más que una fachada vacía. La verdadera libertad viene cuando dejas de lado las máscaras y aceptas lo que eres, tal cual. El amor, la verdadera conexión, solo puede construirse sobre esa base. No sobre expectativas irrealizables, sino sobre la aceptación total de lo que eres, con todas tus luces y sombras.

Lo que necesitas, lo que realmente importa, es rodearte de aquellos que te aprecian por lo que eres, no por lo que esperan de ti. No se trata de complacer, ni de ser quien los demás quieren que seas, sino de ser fiel a ti mismo, sin miedo a ser visto tal como eres. A medida que avanzas en este camino de autodescubrimiento, te das cuenta de que la verdadera fuerza no radica en la cantidad de personas a tu alrededor, sino en la calidad de las que eligen permanecer a tu lado. Son las personas que no se quedan solo por los momentos fáciles, sino por los difíciles también, las que te aceptan sin reservas, las que te entienden más allá de lo que puedes mostrar con palabras.

Piensas en esas personas, en quienes confías plenamente, en quienes has decidido compartir tu tiempo y tu energía. Son las que sin que lo digas, te enseñan el verdadero valor de la conexión humana. Hoy, te das cuenta de que, más allá de los amigos cercanos o de las parejas, la verdadera comunidad está formada por aquellos que te ven y te aceptan por lo que eres, sin querer cambiarte, sin pedirte que seas alguien más.

La vida no es una carrera para cumplir expectativas ajenas. La vida es un ejercicio constante de elección. Elegir con quién compartir tu tiempo, tu energía, tus pensamientos. Y más importante aún, elegir ser tú mismo en todo momento, sin excusas, sin pretensiones. Porque solo cuando te presentas al mundo sin miedo a lo que piensen los demás, las relaciones que surgen son profundas, valiosas, genuinas.

Mientras reflexionas sobre todo esto, no puedes evitar pensar en un concepto que estás explorando en tu máster, el dilema del problema social. Filósofos como Aristóteles, Hobbes, Locke, Kant y Rousseau han hablado de la necesidad de un gobierno que dé orden y estructura a nuestras vidas, pero te preguntas, ¿y si antes de abordar el problema social, no deberíamos resolver el problema personal? Porque antes de enfrentarnos al colectivo, de intentar entender y organizar lo que nos une como sociedad, primero debemos entender lo que nos une a nosotros mismos. La base de cualquier sociedad está en la comprensión de uno mismo. Solo cuando te entiendes y sabes lo que realmente necesitas, puedes tomar decisiones claras sobre el tipo de sociedad que deseas construir. Solo cuando cada individuo es honesto consigo mismo, puede haber reciprocidad en lo social.

La vida no comienza con los demás. El verdadero compromiso con el mundo empieza cuando te comprometes a comprender quién eres, qué te mueve, qué valoras y qué deseas aportar. Porque, al final, no puedes dar lo que no has aprendido a recibir de ti mismo. La conexión auténtica con los demás nace cuando eres capaz de mostrarte tal como eres, sin máscaras ni expectativas. Y es desde esa autenticidad, esa comprensión profunda de ti mismo, desde donde realmente puedes contribuir, sin miedos, sin reservas. Solo entonces, a través de la honestidad y la autenticidad, podemos trascender lo personal y avanzar hacia lo colectivo, de una manera genuina y profunda.

Este texto es el que más me ha costado en semanas. He necesitado toda la mañana, forzándome, insistiendo en sacar de mí lo que no encontraba fácil de decir. A veces, las palabras no fluyen como deberían, pero es en esos momentos, cuando más cuesta, cuando más importa lo que se escribe. Hoy, más que nunca, sé que lo que valemos no es lo que decimos con facilidad, sino lo que somos capaces de extraer de nosotros cuando todo parece resistirse. Y este texto, por fin, es lo que necesitaba decir.

G.G.


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