Mañana no pensarás en nada que no seas tú
Esta
mañana no te levantaste del sueño, te levantaste del peso. Ni del cansancio del
trabajo ni del ruido cotidiano. Te levantaste de algo más profundo, más denso.
Como si durante la noche alguien hubiera removido el fondo de tu pensamiento y
lo hubiera dejado todo a la vista. Te sentaste en el borde de la cama y ahí
estaban, las preguntas, sin pudor. Ni una taza de café, ni el agua caliente
pudieron disolverlas.
Pensaste
en todo. En las amistades que fueron abrigo y en las que se volvieron polvo. En
los vínculos que ya no sostienen, que se arrastran solo por miedo a romper.
Pensaste en la familia, en el ruido de sus palabras, en lo que enseñan sin
decir. En lo que te diste cuenta de que has repetido sin querer.
También
pensaste en ti. O, mejor dicho, volviste a ti. Al núcleo. Te preguntaste si
pensar tanto es valentía o refugio. Si tener todas las opciones frente a ti es
libertad o condena. Dudaste, como siempre lo haces, pero esta vez la duda tenía
una forma distinta, no era niebla, era un espejo. Te viste, por fin, con
claridad.
Te
diste cuenta de que sabes perfectamente lo que quieres. No en teoría, no como
un deseo flotando, sino con esa seguridad serena que llega cuando ya no
necesitas explicarla. Sabes qué te da paz, qué te hace daño, qué te impulsa. Y,
sobre todo, sabes que seguir pensándolo todo, darle vueltas y más vueltas, ya
no es útil. Te está deteniendo.
Elijes el silencio y el paso firme, no es porque el amor ya no importe. Al contrario. Lo quieres todo. Quieres el amor como tú lo entiendes, lo que para ti es verdad sin que importen las verdades de los demás. El cuidado, la entrega y el abrigo mutuo. Sabes que lo quieres, pero no lo necesitas. Ya no vas a buscarlo como quien mendiga lo que merece. Vas a ser tú, con todo lo que eso implica, y te vas a quedar ahí, en tu centro, hasta que alguien llegue y se detenga a tu lado. Alguien que notarás que te mira y dirá, sin dudar, eres tú.
Así
que hiciste una promesa. Firme. Mañana no vas a pensar. No más
análisis, no más argumentos mentales como escudos. Vas a actuar. No por
impulso, sino por decisión. No por rebeldía, sino por madurez. Porque
entendiste que pensar demasiado a veces no es buscar respuestas, sino postergar
el movimiento.
Mañana
vas a caminar solo. No como quien se va, sino como quien empieza. No
necesitarás compañía ni explicación. No harás pausas innecesarias. Solo te
detendrás si alguien viene a buscarte con los pies puestos en el suelo y la
mirada limpia, no con promesas ni disculpas que llegan tarde.
Te
moverás con una calma nueva, esa que no necesita ser defendida. No llevarás
todo contigo. Has aprendido a soltar, la vida te ha hecho más sabio. Has dejado
atrás la manía de justificarte. Has dejado de explicarte. Te has escuchado.
Lo has entendido. Lo supiste con el cuerpo antes que con la mente. Ya no se trata de encontrar respuestas en cada esquina. Se trata de avanzar con la claridad de saber quién eres. No empiezas de cero. Empiezas desde ti. Te has convertido en el foco. Lo demás no es que deje de importarte, es que es secundario. Vista al frente, despacio, con seguridad, sin detenerte por nada ni nadie. Te has levantado sabiendo, que el único que te merece, eres tú mismo. Joder, y que peso te has quitado de encima. Te quedas con el tuyo propio, como debe ser. Nadie va a pensar en ti, mejor que tu mismo.
No abandonas, no te retiras, no dejas. Simplemente estarás para quien te busque. Tu ya has dejado de buscar.
Y
ahora, ponte a trabajar.
G.G.

Comentarios
Publicar un comentario
No te cortes. Opina.