Sagitarismo agudo (no se cura, se disfruta)

A ver, humanidad. Que sí, ayer me levanté con el pie izquierdo, el derecho en huelga, el humor en modo apocalipsis y el filtro emocional directamente desconectado. ¿Y qué? Soy sagitario, no un Coach certificado en respirar y no explotar. Tengo días. Como todos. Aunque a veces los míos vienen con efectos especiales.

Pero hoy… hoy he vuelto a ser yo. Ahora me siento yo. El yo solar, expansivo, abrazador por WhatsApp y entusiasta nivel “lluvia de purpurina”. El que desea repartir alegría como si tuviera una fábrica clandestina en el alma.

Ahora, vamos por partes. Sí, a veces se me escapa la lengua como si tuviera vida propia. Tiene GPS directo al sarcasmo, corre maratones antes de que mi cerebro se despierte y es tan rápida que ya está pidiendo disculpas mientras todavía no entiendo qué dije mal. Pero, por favor, escúchese bien, NUNCA con mala intención. Mi humor viene sin veneno. Mi lengua es viperina, si, pero inofensiva. Es como ese café fuerte que al principio descoloca, pero al final despierta.

Eso sí, también entiendo que hay días y personas con la sensibilidad en modo “al dente” y claro, uno dice “eres más lento que una respuesta de WhatsApp un domingo por la tarde” y de repente aparece el apocalipsis emocional, silencio incómodo, reflexión existencial, y bloqueo preventivo en redes sociales. Lo asumo. A veces soy más torbellino que tacto.

Así que, si alguna vez fui demasiado bruto, irónico o parecí salido de un monólogo sin pausa… perdón. De verdad. Pero entiéndase como disculpa con abrazo incluido, y si es con queso y vino, mejor. Soy un alma libre… pero también soy consciente. Y agradecido.

Porque, entre tanta palabra y tanto chiste, también sé ver. Y sé muy bien quién está cuando el humor se me cae por los suelos. Mis amigos. Los que aguantan mis días más secos, mis sarcasmos más crudos y aun así no sueltan la mano. A vosotros, gracias. Por quedarnos, incluso cuando soy un huracán en bermudas. Porque sabéis que, aunque diga burradas, estoy. Siempre estoy. Soy incondicional. Firme como un meme viral.

Y entre confesiones, lo digo sin modestia, tengo suerte. Me va bien, estoy en paz con la vida, sí, por fin estoy en paz con la vida, y si algo no lo está… bueno, lo pienso, reflexiono, le doy la importancia que tiene y en pocas horas, le echo un chiste encima hasta que se rinda. Porque el drama me dura lo que un café caliente, lo enfrento, lo saboreo, y luego sigo. Porque he aprendido que reír es la forma más elegante de sobrevivir, aunque debo decir que soy un llorica empedernido, pero eso forma parte de esa sensibilidad mía sin fronteras.

Y lo único que quiero, de verdad, es rodearme de gente que entienda esto, que, si me río de ti, es porque te quiero; que, si te escucho sin filtros, es porque me importas; y que, si me quedo, es porque no pienso irme. Me gustan las sobremesas eternas, las carcajadas que hacen ruido, y las almas que se muestran sin maquillaje. Odio las máscaras, yo las lleve un tiempo, mucho tiempo, y no dejan ver lo verdaderamente brillante que hay debajo de ellas.

Vine a estar bien. A compartir eso. Y a levantar a quien lo necesite, aunque sea con un chiste tonto y un abrazo torpe. Porque incluso cuando mi humor parece mezcla entre Groucho Marx y tormenta solar, hay ternura detrás. Siempre la hay.

Así que sí, ayer estaba hasta los cojones. Hoy, en cambio, estoy hasta las pestañas… de ganas de vivir, de reír, de agradecer.

Y si el mundo no está preparado para un sagitario en plenitud… pues que se pongan casco, que yo vengo con todo.

Y si me quieres cerca, ven con ganas de reír. "No quiero más dramas en mi vida, sólo comedias entretenidas"

Y si no… al menos trae queso. Que tampoco soy tan exigente. ¡Ah! y un buen vino por favor.

No es psicopatía, es hipersensibilidad... aquí cada uno, tenemos lo nuestro. Alteridad por favor, no podemos comprender al otro, si primero no reconocemos que no son yo.

G.G.