No sé si me explico

 




Hay días en los que hablar

es como soplar contra el cristal,

con la loca esperanza

de que se limpie por dentro.


Alguien dice:

"no me entiendes",

y pienso:

"no, pero te creo".

Y pienso también:

"no, pero te siento",

aunque lo que siento

no sea lo que tú querías decirme.


Hay frases que son

mapas de países que no existen,

pero igual salimos a buscarlos

con los ojos cerrados y el corazón en guardia.


Qué difícil es

aceptar que tú viste fuego

donde yo sólo vi niebla.

Y que no se trata de convencer,

sino de compartir la ceguera.


Sueño con ser

un mecanismo preciso,

una máquina neutra que escucha

y separa los datos de las heridas,

los miedos de los mensajes,

el dolor del tono de voz.


Sueño con no tomar como algo personal

cada silencio,

cada pausa mal medida,

cada palabra que no se parece a la mía.


No quiero tener razón.

Quiero entender sin necesidad de estar de acuerdo.

Quiero abrazar lo que no comprendo

como quien adopta una palabra extranjera

y la deja vivir en el pecho.


Y si algún día logro amar así,

sin traducción simultánea,

sin subtítulos,

sin querer corregir el guion,

ese día, quizá,

ya no me importe si me explico o no.


G.G.


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