Sirāt. Una película para pensar y sentir.
Hacía bastante tiempo que no iba al cine. Tuve la suerte de que me invitaran a ver esta película. Rara vez alguien te invita a ver una película que realmente merezca la pena, una película que pueda aportarte algo justo en el momento en que estás. Mereció la pena, aunque salí del cine bastante impactado, incluso diría que en cierto estado de aturdimiento. Durante la cena con mi amigo comentamos un momento de la película en el que uno de los personajes está paralizado por lo que acaba de vivir y alguien le dice que cuando pase ese shock entenderá la realidad. Y reflexionábamos sobre cómo ese estado no es solo de un instante, sino que es nuestro estado habitual, porque estamos tan acostumbrados a no enfrentar lo duro de la vida que vivimos anestesiados, entumecidos, ciegos, alienados y manipulados, tal como Chul-Han nos explica, donde solo se muestra lo bello y lo sutil, porque lo feo, lo duro, lo real, nos obligaría a posicionarnos.
La película es realmente fuerte, pero dentro de esa dureza también encuentro belleza. Esa belleza es lo que me hizo conectar con el momento que vivo, en el que llevo meses trabajando para salir de este sistema manipulador que nos mantiene así. No somos solo víctimas sino también capaces de resistencia y transformación.
Durante la cena comentamos la brillante elección del director, Oliver Laxey, al armar el casting. Una de las cosas que me llamó la atención fue que hay dos personas con discapacidades físicas que no se muestran diferentes ni aisladas. Están allí, formando parte de esta historia y de esta comunidad efímera que se construye entre seis personajes muy distintos. Esta elección invita a pensar en la otredad y la alteridad, conceptos que, desde la filosofía, nos invitan a reconocer y aceptar la diferencia no como exclusión sino como parte fundamental de un todo. El filósofo Said nos recuerda la necesidad de pensar no en solitario, sino con los otros, porque el ritmo acelerado de la vida moderna puede deshumanizarnos si no encontramos esa conexión.
La película muestra un vínculo efímero entre estos seis personajes, y a pesar de las diferencias, o quizás gracias a ellas, nos invita a entender que la humanidad, la empatía y el compartir son lo que realmente permanece. Los personajes no tienen nada más que el presente, lo poco que poseen a veces lo comparten, y eso les da sentido. No es una historia de acumular o de esperanza en un futuro mejor, sino de vivir el instante y afrontar la realidad tal como es.
Una escena impactante es cuando dos camiones cruzan por una carretera y se nos muestra la vía del tren que parece estar justo debajo. Al final de la película, ese tren aparece, un tren cargado de tristeza y rendición, no aceptación, sino sumisión. En ese tren viajan muchos personajes, y aunque la película solo sigue a seis, todos transmiten ese mismo sentimiento. Desde mi perspectiva, eso habla de una sociedad que se rinde o que está a punto de hacerlo, pero creo que todavía estamos a tiempo de no subirnos a ese tren.
Para mí, el cine y el arte en general son herramientas fundamentales de resistencia. Nos permiten despertar y mirar de frente lo que a menudo preferimos ignorar. El mundo se va a la deriva, y mientras algunos parecen rendirse, otros, quizá pocos, intentamos entender y transformar esa realidad. La película me recordó la tensión profunda entre el amor y el apego, entre dejar ir y retener. La vida misma puede, en el momento menos esperado, arrancarnos lo que más queremos. Esa es una lección dura pero real.
No soy crítico de cine, y muchas de estas ideas las saqué de la conversación con mi amigo y mis propias reflexiones. También he leído lo que el propio Oliver Laxey ha dicho sobre su papel como director. Él afirma que no es que le guste ser un referente, sino que debe serlo. Esa frase, optimista y llena de compromiso, resuena conmigo profundamente. Creo que necesitamos más personas como él, que levanten la voz para intentar cambiar las cosas. Estoy totalmente de acuerdo con esa idea. Y las palabras de Chul-Han, junto con las ideas de Said, me ayudan a entender que no es cuestión solo de ser más conscientes, porque ya lo somos, sino de actuar y pensar juntos, aceptar la otredad y valorar los vínculos.
Esta es mi percepción, mi manera de sentir y pensar Sirāt, una película para pensar y sentir.
G.G.

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