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Mostrando entradas de septiembre, 2025

Amor

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  Hoy amanece en mí, como si alguien ajeno, pero idéntico, se atreviera a hablar con mi garganta, arrojando fuera lo que fermentaba en silencio: estiércol antiguo, cansancio acumulado, palabras que se pudren y germinan a la vez, buscando grietas en la arena yerma, inventando allí un jardín improbable, un brote diminuto que insiste en volverse bosque, aunque el aire sea áspero, aunque la sequía no ceda. Gracias Cristina. Aprender a aceptar quienes somos, sin esa voracidad de máscaras que traduce deseo con carencia y silencio con error, sería quizá, la primera lección clandestina del amor, esa que no se escribe, esa que sólo se intuye, cuando ya hemos dejado perder lo irrecuperable. Porque no, no existe catálogo de maneras, ni inventario de versiones intercambiables. No. El amor no es un Lego, el amor conoce un idioma único, el amor es sinfonía, lo demás son dialectos diseñados por el miedo, por ese calendario que nos ordena obedecer la estación, cubrirnos de lana ...

Contrato de convivencia emocional

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  Texto abril 2025 Hoy rescato este texto escrito hace ya algunos meses, uno de esos días de fortaleza emocional y esperanza. Revisando mis textos, lo he localizado. Me ha recordado la necesidad imperiosa de no olvidarlo, y la vez, recordarme quién soy.  Entre las partes firmantes: Parte A (también conocido como "El que a veces tiene razón") Parte B (también conocido como "El que a veces también tiene razón") SE ACUERDA: Artículo 1. Se reconoce solemnemente que en ocasiones se producirán discusiones, debates, intercambios acalorados de ideas o batallas de egos elegantemente camufladas. Artículo 2. Se establece que ninguna discusión, por encendida que sea, tendrá como consecuencia la ruptura, el dramatismo absoluto o la retirada emocional al rincón de los "ya no me hables jamás". Artículo 3. Ambas partes se comprometen a recordar que el verdadero objetivo de cada desacuerdo no es la victoria, sino el entendimiento (o, en su defecto, la risa después...

Orogenia humana

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El humano no aprendió a caminar, fue la tierra quien le enseñó a sostenerse. El barro se alzó con él, le prestó su fuerza de raíz paciente, y el cielo, abierto como un fruto, le regaló el deseo de mirar más lejos.   No fue el hombre quien inventó el fuego, la chispa estaba ya en el aire, esperando una mano temblorosa que quisiera llamarla hogar. Y aún hoy, al mirarnos arder, el fuego nos pregunta si somos dignos de su ternura.   La evolución ha sido el rumor del agua que se extiende, no ha sido conquista, un árbol que se abre paso entre las piedras, su única voluntad de crecer hacia la luz.   Amar al hombre es reconocer su torpeza, y también la luminiscencia secreta. La frágil intención, el débil deseo, de acariciar lo que no entiende, de guardar silencio ante lo que le (ex)cede.   Porque amar es también orogenia: el choque de dos placas invisibles que al encontrarse levantan cordilleras, la presión callada de lo profundo que da forma al relieve de la ternura, la pac...

Impermanente

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  Camino por la cocina. Al tocar mis pies descalzos, descubro fragmentos de otro yo, un yo que escapaba. Comienzan a reconocerse. La luz entra por la ventana, dibuja líneas en las tazas de café, traza mapas mudos, me atraviesan. Me busco en los bordes de la mesa, en rincones que el tiempo, sigue sin conquistar dentro de mí, en gestos, gestos que dejé colgados... Entre vasos y migas de pan. Fragmentos en mi memoria donde cuerpos se rozan, cuerpos se rechazan, sombras me confunden. Conflicto interior. No es obstáculo; es materia. Construye. Hablo con los silencios. Escucho mi respiración, ya no se acorta. Deseo y miedo se encuentran. No juzgo. Integro lo disperso. No alcanzo la totalidad. Veo límites. Los observo con respeto. Tensión interna buscando paciencia. A veces... Me ecuentro, siento mis faltas transformarse. Pasos que me devulven lo mío, las cartas que nunca abrí. Objetos que forman conjuntos. Los viajes lejanos no rescatan lo olvi...

Atardeceres limpios

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  Atardeceres igual de limpios que el amanecer, como si el cielo hubiese olvidado que existe la fatiga y en su memoria sólo quedaran huellas de claridad, líneas extensas que no saben distinguir la ida del regreso, la infancia de la vejez, la pregunta de la respuesta, porque todo arde y se enfría en la misma transparencia.   Atardeceres donde los árboles, en vez de hundirse en la sombra, se abren como espejos dispuestos a repetir lo que ya dijeron las primeras horas del día. Uno podría confundirse y creer que ha vuelto al principio, sin necesidad de girar el calendario.   Atardeceres igual de limpios que el amanecer, y sin embargo distintos. No son inicio, indican que lo vivido, puede doblarse, recomenzar en otra piel. Que la claridad no es propiedad exclusiva de los comienzos, también de los finales que se dejan ver sin rencor.   G.G.

Fragmentos

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Humo y sombras se amontonan;  el miedo respira en mi ojo mientras la tristeza cose lo que no puedo nombrar. El valor golpea sin aviso; mal hecho, sí, como siempre, equivoco formas, tropiezo en gestos torpes, pero me devuelve a pie. Grito que nadie escucha; positivismo que quema por dentro. Dejo manos atrás y nombres que me persiguen en silencio. Inicio sin mapa ni retorno, sosteniendo fragmentos de luz y fragmentos de hierro. Vacío que enseña, oscuro que pesa. Yo roto, yo fragmento, yo que aprendo a estar donde no hay sitio. G.G.

Torsión refranera

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  Creo que todo es más sencillo de lo que parece, aunque nos guste disfrazarlo de rompecabezas. Ponemos mil candados en puertas que nadie quiso cerrar, fabricamos llaves para cerraduras que no existen, levantamos muros alrededor del aire. Creo que sólo los niños y los borrachos se atreven a decir lo que ven, porque no tienen manual de excusas ni diccionario de silencios, y que siempre cae antes quien miente que quien tropieza, porque la mentira se acelera hasta derrumbarse sola y el tropiezo, al menos, conoce la dignidad de la lentitud. Creo que no hay más ciego que el que apaga la luz de sus propios ojos, y que en la tierra de los ciegos quien ve un poco termina desterrado, acusado de inventar colores, de imaginar horizontes que los demás prefieren negar. Creo que confundimos sabiduría con repetición, y que las frases heredadas se repiten no para enseñar sino para tranquilizar; se convierten en un rezo mecánico contra la incertidumbre, en un abrigo de lana vieja que nadie se atr...

Es lo que hay

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  Fotografía: Luis Malibrán ¡No sé si será culpa de los astros, de los eclipses, de… lo diré como se… lo diré… coño, no me acuerdo cómo se llama la ciencia que estudia esto, ah sí, astrología, o qué demonios me pasa! Desde abril llevo arrastrando un cansancio que me pesa en todo. La semana pasada estuve a punto de reventar, y tuve que parar, descansar, dormir como no lo hacía desde hace tiempo. Esta mañana me he levantado con la cabeza más clara, con mi hoja de ruta totalmente ordenada frente a mí. El trabajo sigue ahí, con sus temas pendientes que nunca desaparecen; esas pequeñas tareas que se multiplican como gremlins cuando no miras, los correos que parecen bombas de ansiedad disfrazadas de información útil, y el calendario que conspira para recordarte cada minuto que nunca tienes suficiente tiempo. La vida también sigue, que no espera a nadie, y el mundo afuera es un espectáculo de absurdos: noticias que te hacen dudar de la humanidad, publicaciones de redes sociales que celebr...

El club del talón

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  Siempre creemos que podemos contenerlos, que nuestra boca es fuerte como una bóveda y que nuestra memoria se comportará como una piedra compacta, sin grietas, incapaz de dejar escapar un hilo de aire. Pero los secretos no se conforman con el encierro, se mueven, se convierten en peso, reclaman fugarse, y en el momento menos pensado se nos escapan como humo por la comisura de una frase. Los utilizamos como justificación de nuestros propios errores, para salvarnos de un reproche, para justificar nuestros actos o alcanzar nuestros deseos. De pronto, nos vemos empuñando un arma que nunca planeamos utilizar. Nos sentimos acorralados, y recurrimos a cualquier cosa que nos permita mantenernos a flote. Hoy no me siento bien. Comprender que nunca se es tan leal como creías, que la honestidad absoluta no era más que una fantasía con la que adornar mi fragilidad, me entristece. Servirme de aquello que callaba, colocarlo encima de la mesa como un salvoconducto, como una prueba innecesaria pa...

Rizoma ruiniforme

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  Mil Mesetas (Pre-Textos) Lo que sucede ante nuestros ojos es un proceso sistemático de deshumanización. Ayer en Madrid, cuando un grupo de personas interrumpió la vuelta ciclista para denunciar el genocidio en Gaza, no se produjo ningún intento serio de escuchar. Algunos “politicuchos” y opinadores manipulables reaccionaron con indignación y desprecio. Lo importante para ellos era el tráfico, el espectáculo, la normalidad alterada. No las vidas que se están extinguiendo. Esa respuesta revela hasta qué punto hemos perdido la escala de lo que importa: nos irrita más una calle cortada que la matanza de civiles. Hace poco, en playas de España, una patera llegó con personas desnutridas, exhaustas, rozando la muerte. En vez de socorro, encontraron persecución, insultos y desconfianza. Fueron tratados como problema antes que como seres humanos. Es la misma lógica: cuando el otro deja de encajar en nuestra comodidad, lo convertimos en amenaza, en molestia, y delegamos la responsa...

Me (VII)

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Del rostro Llevo todas mis máscaras, transparentes y opacas, y ahora las veo con la claridad de un golpe. No hay ocultamiento, no hay engaño. Del espejo Ya no huyo, ya no niego mi reflejo. Mis sombras tiemblan como prisioneros al fin descubiertos. Del aire Respiro sin desaparecer. Dejo que el peso se disuelva. El acto de mirar, aunque me descubra, es libertad, es mi libertad. Del cuerpo Me muevo entre lo que soy y lo que finjo. Cada gesto es un filo, cada línea corta mis disfraces. De mí Liberarme no es un salto ni una caída. Observo mis manos vacías, acepto que el daño sigue, que todavía llevo heridas, y comprendo que no debo sostener nada que no elegí. De los demás A quienes me sostienen, cuando aún yo no me sostengo, les dejo mi silencio, un perdón, un gracias, por acompañarme en este proceso donde aún no soy entero. Perstare prope G.G.

Me (VI)

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  Cuando empecé la serie Me no sabía que estaba creando algo. Pensaba que era un desahogo aislado, un gesto cualquiera, y sin embargo, ahora entiendo haber abierto un espacio propio, una forma de crecer, de comprenderme y de colocarme en el mundo. La serie Me me muestra que no encajo y que no estoy dispuesto a encajar. No intenta suavizar los bordes, sino caminar en ellos, con calma, reconocer que pertenezco a un lugar distinto, aunque ese lugar tenga que recorrerlo en soledad. No quiero que se me malinterprete, no es prepotencia, no me considero ni mejor ni peor que nadie, me considero simplemente yo. Me reconozco, y me acepto. No es un diario ni un mapa, sino una sucesión de poemas que me acompañan, que me permiten afirmar mi postura sin dramatismo, con la tranquilidad de saberme bien, realmente bien, incluso en el desajuste. La serie Me es ese lugar: un hogar que construyo con palabras, capaz de sostenerme mientras camino, capaz de recordarme que pertenecer no si...

Amar

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Amar.   No de verdad. La verdad se quiebra. Se quiebra antes de alcanzarla, antes de saber cómo se sostiene, se disuelve en el tropiezo, en el balbuceo de lo incompleto, en la lengua que se inventa sola, y que se pierde, se pierde, en las sombras que no esperan.   Amar en la herida abierta, en el rostro que regresa y ya no es conocido, en el fracaso que arrasa, que enseña, que arrasa, y enseña a la vez, en la ruina que insiste, persiste, insiste, persiste, y persiste.   Aprender del error. Leer la cicatriz como mapa. Permanecer fragmentado, entero, roto y consciente, sin promesa, sin certeza, sin luz, sin cierre.   Amar… Sólo insiste. Sólo resiste. Sólo existe en la insistencia, en encontrarse en lo incomprendido, en abrazar lo incompleto, lo que nunca termina de cerrarse, lo que se abre otra vez, y otra vez.   Impermanente. Inestable. Inagotable. Insaciable. Eternamente deseable.   G.G.

BONITO

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  Fotografia: Raúl Corredor.  @fotoactividad Tengo tal cantidad de trabajo, que llevo días sin poder sentarme a escribir. Esta tarde, frente al ordenador, en casa, no he conseguido concentrarme con el trabajo y he dedicado un tiempo a pensar, a escribir, a liberarme un poco del peso laboral, en resumen, a disfrutar haciendo lo que realmente me gusta. Últimamente pienso mucho en qué significa de verdad que alguien sea “bonito”. Ayer compartí la tarde con personas bonitas, y hoy entiendo que lo bonito no tiene nada que ver con el aspecto ni con lo que uno aparenta. Lo bonito en una persona se nota en cómo actúa, en cómo escucha, en cómo respeta. He empezado a rodearme solo de gente que me aporta, que me hace crecer, y me doy cuenta de la suerte que tengo de haber encontrado a varias personas así. Son personas que no necesitan adornarse, que saben dar espacio y también compañía, que cuidan y se dejan cuidar. Lo bonito es empatía, respeto, paciencia. Es aceptar que cada persona es...

Bye, bye...

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Nunca he sabido llevar bien la falta de respeto. Sé que yo mismo suelo lanzar palabras difíciles de encajar, frases que caen como piedras en el suelo de lo “socialmente válido”. No sé disfrazarlas, no sé dulcificarlas. Y me da igual. No lo hago con intención de hacer daño a nadie. Pero claro, las cosas que no gustan, duelen. No soporto la hipocresía, la mentira, la deslealtad… Aunque con ellas me apaño, he aprendido a masticarlas en silencio hasta tragarlas, si bien, muy pronto, aprenderé a rechazarlas automáticamente.  Con lo que no puedo, con lo que jamás podré, es con el grito, con esa voz que se alza como si el volumen pudiera convertir la arrogancia en verdad. Ah, no!! Eso no lo permitiré jamás. Entonces digo no. Un no tan bajo que no nace de mi garganta, sino de mis manos, de mi piel, de mi espalda que se aparta. No tolero que me griten. Lo tomo como un touché. No con florete, con espada. Considérame muerto. Llámalo madurez, llámalo eclipse, llámalo simplemente claridad. Hay...

Resplandor prestado

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  Y aun así vuelves a tender la mano, porque en su filo se esconde la única forma que recuerdas del deseo. Guardaba este poema para mi próximo libro, como quien esconde un frágil cristal en el fondo de un cajón. Pero al releer y ordenar lo que tengo escrito, y al sentir tan cerca la presentación de Mente en Blanco , he pensado que podría animaros a comprar el libro, je,je,je. Las palabras también saben reclamar su momento. Aquí lo dejo, con la misma fragilidad con la que nació. Se posa sobre la mesa con la delicadeza de una copa recién lavada, reluciente, translúcida, pero hecha de un vidrio tan frágil que basta el roce de una palabra para astillarla. Se ofrece como un atajo, una escalera que promete la azotea y en su último peldaño se pliega hacia abajo, dejándote colgado en el aire de tu propio impulso. Respira con el ritmo exacto de lo que deseas oír, te acaricia con voces aprendidas de tu memoria, como si hubiera habitado siempre en tus pensamientos cuando apenas acaba de inve...

Si, soy filósofo

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  Hoy me he despertado temprano, serían las 7:50 de la mañana. No podía dormir más. Sentía que debía sentarme a escribir con un café caliente, frente a los tulipanes amarillos que adornan el jarrón de la mesa del salón y que comienzan a abrirse, a mostrarse como realmente son. Así me siento yo. Me conecté para entrar en la página de la UOC, a revisar cuándo comenzaba el nuevo semestre del máster en Filosofía contemporánea que estoy cursando, que ahora se centrará en “El problema del sentido”. No había noticias todavía, así que empecé a revisar el curso pasado. Descubrí que no estaba solo revisando asignaturas, nombres o conceptos, sino que revisaba mis propios sentimientos, decisiones y relaciones. Trataba de comprender qué tiene sentido y qué no, cuáles de los vínculos que sostengo me acercan a la vida y cuáles me alejan, cuáles me nutren y cuáles me desgastan. Siempre he sabido que la filosofía y la vida no van por caminos distintos, sino que se cruzan y reflejan una en la ot...

No-yo

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La imagen que introduce este texto, es la introducción realizada por Gabriel García Márquez a un libro de Mafalda que me regalaron en 1992. Me llevó a reflexionar sobre lo qué somos y dejamos de ser, con nosotros y con los demás.  La vida nos dirige, nosotros nos construimos. Cuidado. Hay que tener cuidado. Las realidades no necesitan disfraz. Zumbido. Constancia.  La máquina que sigue. El tiempo que se escapa no es pérdida. Es materia, es estar. Cada minuto no entregado es un sí. Respirar basta. Las estructuras están ahí: relojes, trayectorias, moldes. No piden nada, no agotan. Solo muestran. Lo necesario no siempre es suficiente. Lo suficiente a menudo desborda. Círculo cerrado.  Sin salida. Y aun así, seguimos. El no-yo aparece.  Se infiltra en cada vínculo. Creemos conocer al otro porque suponemos conocernos. Mostramos caras distintas según la ocasión. El otro queda atrapado entre ellas. Convertimos al otro en objeto. Lo encajamos en un molde que...

Corazon cyborg

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Hoy me siento triste, y lo reconozco. He decidido finalizar un vínculo que me afecta al corazón, y la incomprensión ajena me pesa casi tanto como la pérdida misma. Siempre que enfrento decisiones así noto cómo se me aflojan las fuerzas. Durante años creí ser un hombre fuerte; quizá lo sea de cara al mundo, pero en mi interior reside un corazón frágil, que se desgasta más rápido que mi cuerpo, que se cansa antes de que yo pueda seguir aparentando firmeza. Ultimamente tengo la sensación que las relaciones humanas me sobrepasan. No importa si son familiares, amistades o laborales. Todas tienen un nivel de complejidad que cada día me cuesta más manejar. En la familia, el cariño se mezcla con expectativas que uno arrastra sin saber por qué. En las amistades, incluso cuando el afecto existe, está la dificultad de hablar sin herirse, la tensión de querer estar cerca y al mismo tiempo no invadir, mantener el vínculo exige una energía que a veces no tengo, e incluso siento culpa por no estar p...