Amor
Hoy amanece en mí, como si alguien ajeno, pero idéntico, se atreviera a hablar con mi garganta, arrojando fuera lo que fermentaba en silencio: estiércol antiguo, cansancio acumulado, palabras que se pudren y germinan a la vez, buscando grietas en la arena yerma, inventando allí un jardín improbable, un brote diminuto que insiste en volverse bosque, aunque el aire sea áspero, aunque la sequía no ceda. Gracias Cristina. Aprender a aceptar quienes somos, sin esa voracidad de máscaras que traduce deseo con carencia y silencio con error, sería quizá, la primera lección clandestina del amor, esa que no se escribe, esa que sólo se intuye, cuando ya hemos dejado perder lo irrecuperable. Porque no, no existe catálogo de maneras, ni inventario de versiones intercambiables. No. El amor no es un Lego, el amor conoce un idioma único, el amor es sinfonía, lo demás son dialectos diseñados por el miedo, por ese calendario que nos ordena obedecer la estación, cubrirnos de lana ...