Bye, bye...
Nunca he sabido llevar bien la falta de respeto.
Sé que yo mismo suelo lanzar palabras difíciles de encajar, frases que caen como piedras en el suelo de lo “socialmente válido”. No sé disfrazarlas, no sé dulcificarlas. Y me da igual. No lo hago con intención de hacer daño a nadie. Pero claro, las cosas que no gustan, duelen.
No soporto la hipocresía, la mentira, la deslealtad… Aunque con ellas me apaño, he aprendido a masticarlas en silencio hasta tragarlas, si bien, muy pronto, aprenderé a rechazarlas automáticamente.
Con lo que no puedo, con lo que jamás podré, es con el grito, con esa voz que se alza como si el volumen pudiera convertir la arrogancia en verdad. Ah, no!! Eso no lo permitiré jamás.
Entonces digo no.
Un no tan bajo que no nace de mi garganta, sino de mis manos, de mi piel, de mi espalda que se aparta.
No tolero que me griten. Lo tomo como un touché. No con florete, con espada. Considérame muerto.
Llámalo madurez, llámalo eclipse, llámalo simplemente claridad. Hay cosas que ya no voy a aguantar.
Bye bye.
Me sobra todo lo que no sea real, auténtico, nacido de la buena voluntad. Me sobra todo aquel que no me sepa respetar.
No pido mucho ¿verdad?
G.G.

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