Resplandor prestado


 


Y aun así vuelves a tender la mano,
porque en su filo se esconde
la única forma que recuerdas del deseo.



Guardaba este poema para mi próximo libro, como quien esconde un frágil cristal en el fondo de un cajón. Pero al releer y ordenar lo que tengo escrito, y al sentir tan cerca la presentación de Mente en Blanco, he pensado que podría animaros a comprar el libro, je,je,je. Las palabras también saben reclamar su momento.

Aquí lo dejo, con la misma fragilidad con la que nació.




Se posa sobre la mesa con la delicadeza de una copa recién lavada,
reluciente, translúcida,
pero hecha de un vidrio tan frágil que basta el roce de una palabra para astillarla.

Se ofrece como un atajo,
una escalera que promete la azotea y en su último peldaño se pliega hacia abajo,
dejándote colgado en el aire de tu propio impulso.

Respira con el ritmo exacto de lo que deseas oír,
te acaricia con voces aprendidas de tu memoria,
como si hubiera habitado siempre en tus pensamientos
cuando apenas acaba de inventarse.

Tiene la textura de la seda cuando la rozas con los ojos cerrados, 
pero si insistes en tocarla descubres que sus fibras son alambre, 
y que la piel se rinde en silencio bajo su juego delicado. 

Se oculta en las ranuras de lo que creíste comprender, 
te concede la dulzura de un instante invulnerable 
y cuando al fin descansas en esa ilusión, 
te despierta con la violencia de no existir.
 
G.G.

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