Es lo que hay

 

Fotografía: Luis Malibrán


¡No sé si será culpa de los astros, de los eclipses, de… lo diré como se… lo diré… coño, no me acuerdo cómo se llama la ciencia que estudia esto, ah sí, astrología, o qué demonios me pasa!

Desde abril llevo arrastrando un cansancio que me pesa en todo.

La semana pasada estuve a punto de reventar, y tuve que parar, descansar, dormir como no lo hacía desde hace tiempo.

Esta mañana me he levantado con la cabeza más clara, con mi hoja de ruta totalmente ordenada frente a mí.

El trabajo sigue ahí, con sus temas pendientes que nunca desaparecen; esas pequeñas tareas que se multiplican como gremlins cuando no miras, los correos que parecen bombas de ansiedad disfrazadas de información útil, y el calendario que conspira para recordarte cada minuto que nunca tienes suficiente tiempo.

La vida también sigue, que no espera a nadie, y el mundo afuera es un espectáculo de absurdos: noticias que te hacen dudar de la humanidad, publicaciones de redes sociales que celebran logros ridículos, y memes que parecen la única forma de sobrevivir al desastre constante.

Los humanos corremos detrás de cosas que creemos importantes, mientras olvidamos lo que realmente necesitamos, y discutimos por tonterías mientras el planeta se queja silenciosamente.

Nos preocupamos por cosas que nadie recuerda mañana, peleamos por cosas que nadie gana, y seguimos corriendo detrás de objetivos que se esfuman cuando los alcanzamos.

Compramos trastos que prometen hacernos la vida más fácil, y luego lloramos porque seguimos sin tiempo, sin calma, sin sentido.

Así que aquí estoy. Es lo que hay.

Ayer escuché a Antonio San Juan en una entrevista en televisión, y haciendo caso a lo que dice, que tiene toda la razón, hay que seguir.

Aquí estoy, respirando, mirando el caos, riéndome un poco de él, o mucho de él, y sin intentar encontrar un sentido a las cosas, simplemente aceptando que lo que es, es.

Voy a darme una ducha, a ponerme guapo, y voy a salir al mundo tal y como soy, con mis dudas, mis cansancios, mis ironías y mis ganas de no rendirme, porque eso es lo único que me nace, y, al final, la única rebelión coherente que conozco.

G.G.


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