Soñar jugando
Me he despertado crítico, envuelto en pensamientos filosóficos, y lo primero que he hecho ha sido apuntar mi dedo hacia mí mismo. El cansancio físico me pesa en los músculos, me duele el cuerpo como si cargara no sólo con los años, sino con los intentos fallidos de entenderme. Me digo que me estoy haciendo viejo, que el desgaste es natural, pero en realidad sospecho que hay algo más, que la vejez no empieza en la piel ni en los huesos, sino en ese momento imperceptible en que dejamos de permitirnos soñar. Ayer fui al teatro. No importa la sala ni la compañía, ni siquiera la trama. Lo único que me importó fue la manera en que aquellos personajes se hacían viejos delante de mí. Viejos por dentro. Viejos porque dejaron que sus ilusiones se evaporaran como agua en un vaso caliente. Sólo uno de ellos lo admitía. Los otros dos vivían disfrazados de resistencia, de dignidad o de normalidad, como si en el fondo no fueran conscientes de que la derrota más dura es la que uno mismo se concede. ...