Arte povera
No tengo muy claro cómo he despertado hoy, este domingo raro que no se parece a los demás. No diría que estoy bien ni mal, simplemente estoy distinto, como si me hubieran cambiado piezas durante la noche y ahora tuviera que acostumbrarme a esta versión extraña de mí mismo.
Me busco en lo que quedó de la madrugada. Las vueltas en la cama, el mal dormir, esa sensación de despertar sin tener claro dónde estaba. No literalmente, claro, sé perfectamente el lugar, pero al mismo tiempo no lo reconozco. Es un escenario que se supone conocido, casi rutinario ya, pero que de pronto se me presenta como si fuera nuevo, como si alguien hubiera movido las paredes de sitio mientras yo dormía. Supongo que eso tienen las vacaciones, que te arrancan de tu mundo habitual para lanzarte a otro que en teoría debería ser relajante, pero que a veces se siente más como un decorado mal montado. Yo no hablo de realidades, porque a estas alturas ni siquiera sé muy bien qué es lo real y qué no.
Puedo describir lo que tengo delante, claro, las calles, la gente, las conversaciones, las terrazas llenas de desconocidos, pero cuando me miro por dentro todo se vuelve borroso. Es ahí donde me entran las dudas, las que hacen que sienta que participo en una especie de película barata, con guion improvisado, en la que yo mismo no termino de saber qué papel estoy interpretando.
Nadie nota nada. Desde fuera seguro que parezco normal, uno más paseando, tomando café, gastando las horas como cualquiera. Pero dentro me acompaña esta extrañeza, esta distancia rara entre lo que vivo y lo que siento, como si no terminara de encajar en mi propio personaje.
Un domingo torcido, con piezas cambiadas durante la noche, como si mi cuerpo hubiera sido desmontado y vuelto a armar con materiales distintos. La cama no me reconoce, las paredes parecen movidas de lugar, todo permanece y, sin embargo, nada encaja donde estaba.
G.G.

Comentarios
Publicar un comentario
No te cortes. Opina.