Arquitectura del YO
Esta noche… no sé… esta noche soy más yo que nunca. Como si algo se hubiera movido dentro, un velo, una membrana... una puerta vieja se abrió sola.
Necesito gritar.
Sí, gritar aunque no haya palabras, aunque no me alcancen las cuerdas vocales, aunque sólo logre exhalar un aliento mudo que ni siquiera roce mis propios oídos.
Gritar. Fuerte.
Algo quiere salir de mí, algo que me habita y al mismo tiempo me desconoce, algo que necesita ser visto. No por nadie. Por mi. Lo dejo escapar, dejo que sea cuerpo fuera. Libre, independiente, para que la razón, pueda entrar.
Entonces, no necesitaré nada.
Seguiré caminando.
Como caballo con anteojeras, sin distracción. Eso si, mis guiñadores, siempre me dejarán ver mas allá. Nunca me pareció inteligente mantenerme a flote entre lo obvio. Lo que parece ser, no es. Nunca lo es.
He aquí mi grito:
Las formas se repiten.
No es necesidad.
Es hábito.
Es hábito.
Lo incompleto se descarta.
Lo invisible,
se traduce
a estructuras cómodas,
a símbolos de acceso rápido.
Un error se enmarca
y pasa a llamarse estilo.
Un desfase,
y ya es amenaza.
Una pausa,
y ya es sospecha.
La lectura no pregunta,
subraya.
Tacha.
Reescribe.
Nada se afirma
sin haberlo recortado.
Lo que no encaja,
se omite.
Se nombra mal.
El juicio inventa señales.
No las espera.
Las normaliza.
No las espera.
Las normaliza.
Y luego acusa a lo distinto
de no saber adaptarse.
Pero...
¿Quién puede hacerlo si el marco es prisión?
G.G.

Comentarios
Publicar un comentario
No te cortes. Opina.