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En mis manos

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Mente en blanco es un libro ejemplar. Pero no lo es porque sea el arquetipo de nada… Todo lo contrario. Lo es por su capacidad de colocarse como cuerpo único. Único y múltiple a la vez. Su poética es tentacular. Su poética es enrabiada. Su poética se entre/dice. Como esos shōji japoneses que privilegian el color tenue, la semiluz, el intercambiador de opacidades. La palabra es tabique. Un shōji es un tabique móvil sobre el que se pega un papel blanco grueso que deja pasar la luz, pero no la vista. Mente en blanco deja pasar la luz, pero no la vista. Es decir, son poemas –por llamarle poemas– como listones a contraluz. El fondo es un cielo blanco. Un cielo enojosamente blanco. Edgar Ariel Tenía unas ganas enormes de tener mi primer libro entre las manos. Llevaba tanto tiempo imaginando ese momento que, cuando por fin llegó, me quedé quieto, sin saber muy bien qué sentir. Ayer por la mañana, antes de salir a la oficina, llamaron a la puerta. Eran tres cajas, con mi nombre y...

Cuidar

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  Cuidar es amar, aunque a veces se nos olvide bajo el ruido de los gestos que sólo brillan porque alguien los mira.  Todo lo demás,  las frases exactas,  los regalos envueltos,  la paciencia impostada en los días tranquilos, no son más que adornos suspendidos de un árbol que envejece sin notarlo, creyendo que la luz es suya cuando en realidad proviene del cable oculto, de esa corriente invisible que sólo existe si alguien la conecta con cuidado. Cuidar no es prometer,  ni sostener lo perfecto, ni entender lo que no se dice. Es permanecer cuando nada ocurre, ajustar las ramas cuando el peso de lo hermoso las dobla, recordar que el agua no es un lujo, sino una forma de ternura. Uno riega sin saber si el árbol seguirá de pie, sin saber si algún día la casa o el invierno serán otros, pero riega igual, porque amar,  al final, es una tarea doméstica:  silenciosa,  precisa, sin aplauso ni guirnaldas, como quien limpia el suelo donde ya no queda na...

Promesa

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Acabo de terminar El tiempo de la promesa de Marina Garcés. Libro recomendado y vehicular de la asignatura del máster en Filosofía Contemporánea en la que me he matriculado este semestre: "El problema del sentido". Es ahora cuando, antes de empezar, empiezo a plantearme qué significa exactamente el concepto de sentido. Marina relaciona, con una claridad meridiana, pensamientos de autores y filósofos a lo largo de la historia para describir la importancia de las implicaciones -siempre, desde mi precaria formación filosófica- en el devenir, o más bien en el declive, del humanismo. Mezcla conceptos como accidente, traición, esperanza, mentira, verdad impositiva, opacidad, oscuridad, presente, pasado y futuro como si todos fueran resultado de una misma condición: la promesa. La promesa no es inherente al ser humano; es una capacidad que desarrollamos. Y percibo, tras leerla, que esa capacidad condiciona y moldea la totalidad de nuestras disposiciones interiores -el odio, el renc...

Losa

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  No es una idea lo que te ronda, sino el pensamiento constante de aceptar que cometiste errores que aún no sabes aceptar. No buscas el perdón de nadie, ni lo necesitas. Buscas perdonarte a ti, de una vez por todas, por no haber sabido elegir el camino correcto, por no haber puesto límites cuando era el momento, por no haber tenido el valor de decir no. La consecuencia la conoces de memoria: rabia. Una rabia silenciosa, acumulada, que se fue cocinando dentro de ti durante años, sin que quisieras verla. Creíste que no la notabas, que se escondía en algún rincón sordo de tu conciencia, pero sí lo sabías. Siempre lo supiste. Lo que hiciste fue construir máscaras, una sobre otra, para ocultar lo que dolía, para no preocupar, para no dañar. Máscaras que, con el tiempo, acabaron por asfixiar la parte más viva de ti. Te convenciste de que el silencio era protección, pero el silencio, cuando se prolonga, se convierte en fuego. Y cuando reventaste, lo hiciste sin control, abrasando brut...

Tristeza

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Mi editor dice que no escriba introducciones. Que deje los poemas solos, que sean cuerpos que respiren por sí mismos. Siempre he sido un rebelde. Hoy me rebelo menos contra él y más contra el yo que aprendió a no agradecer. No sabe que me sostiene. Que cada corrección es un salvavidas. Que en sus silencios aprendo a escuchar. Que en su paciencia descubro un refugio que no sabía que necesitaba. No hay palabras que alcancen, no hay disculpas que quepan, solo versos que guardan su huella y un “gracias” que se esconde entre ellos. Ayer reventé. No fue el estallido lo que dolió, fue la conciencia precisa del punto en que la tela cedía, esa frontera sutil entre el peso que aún cargo y el que se vuelve memoria. Residuo. Forma torpe de ternura. Tristeza. Sustancia que recojo día tras día. Arena de playa blanca. Bordes de mi mochila que borran las lindes de un tejido sin fuerza. Hilos ingenuamente humanos, convencidos de que el cariño puede servir de estructura. Y no. Fueron cediend...

Apunte para un día gris

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  Siempre puedes cubrirte de la lluvia, aun con el agua hasta el cuello Quiero ser humilde y empezar por asumir que no sé si mi escritura es arte o escape. Tal vez sea las dos cosas, o ninguna. Poco importa. Escribo porque siento, porque me muevo en el mundo con mis pensamientos y emociones, y necesito darles forma. Nombrar la tristeza no significa que esté “mal”, ni que haya fracaso en mi vida. Simplemente significa que la reconozco, que la acepto como un hecho natural de existir, con la misma normalidad que la alegría. La tristeza no es enemiga, ni tampoco un peso que deba disimular; es solo una parte de la experiencia, una pieza de la totalidad que compone la vida. Los estoicos decían que no debemos huir del dolor, que enfrentarlo con claridad y conciencia nos hace más fuertes y nos permite vivir de manera más completa. Nietzsche sostenía que el sufrimiento es inseparable de la existencia y que comprenderlo nos hace más profundos, más humanos. Yo intento algo parecido: no glor...

¿Estamos locos o qué?

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¿Estamos locos o qué? La pregunta misma ya es sospechosa, porque implica que existe un estándar de cordura al cual podemos ser comparados, y que alguien, la sociedad, la razón, la historia, tiene autoridad para medirnos. Reviso textos de filosofía, empiezo por Foucault. La locura no es un accidente del pensamiento, sino una construcción del poder. Lo que hoy llamamos “loco” fue en otro tiempo un marginal, un visionario o un hereje, y los manicomios no solo encerraron cuerpos, sino que encerraron la forma de ver lo que es aceptable, creando un simulacro de normalidad donde la disidencia mental parece irracional. En Verdad y poder , Foucault dice: "La verdad es de este mundo; es producida en este mundo gracias a múltiples imposiciones, y produce efectos regalados de poder: Cada sociedad posee su régimen de verdad, - su política general de verdad - ...", es decir, cada sociedad nos vende su discurso. ¿Absurdo? Así lo señaló Camus. Quizá no estamos locos, sino conscientes del...