En mis manos

Mente en blanco es un libro ejemplar. Pero no lo es porque sea el arquetipo de nada… Todo lo contrario. Lo es por su capacidad de colocarse como cuerpo único. Único y múltiple a la vez.

Su poética es tentacular. Su poética es enrabiada. Su poética se entre/dice. Como esos shōji japoneses que privilegian el color tenue, la semiluz, el intercambiador de opacidades. La palabra es tabique. Un shōji es un tabique móvil sobre el que se pega un papel blanco grueso que deja pasar la luz, pero no la vista.

Mente en blanco deja pasar la luz, pero no la vista. Es decir, son poemas –por llamarle poemas– como listones a contraluz. El fondo es un cielo blanco. Un cielo enojosamente blanco.

Edgar Ariel








Tenía unas ganas enormes de tener mi primer libro entre las manos. Llevaba tanto tiempo imaginando ese momento que, cuando por fin llegó, me quedé quieto, sin saber muy bien qué sentir.

Ayer por la mañana, antes de salir a la oficina, llamaron a la puerta. Eran tres cajas, con mi nombre y el título impreso en un costado. Me quedé un rato mirándolas, como si no me atreviera a abrirlas. De hecho, me ayudaron a hacerlo, me acompañaron en el momento, haciéndolo más agradable, más feliz, compartido…

Cuando lo hicimos, la primera impresión fue el blanco: las portadas, una sobre otra, reluciendo como nieve fresca en la cima de una montaña. Me cegaron un segundo. Me pareció un blanco demasiado limpio, casi intimidante, a pesar de la ilustración de la portada, que realizó mi querida sobrina y ahijada Laura Carillo, una gran artista. Me sentí abrumado.

Ese libro representa mucho para mí. No sólo por lo que contiene, sino por lo que significó escribirlo. Es un antes y un después.

Cogí un ejemplar, lo sostuve un momento y lo guardé en el bolso en el que llevo mis cosas al despacho, pensando en revisarlo durante el día. Pero no pude. No tuve el valor o no encontré el momento. No sé. Últimamente necesito distancia para mirar lo que hice en tiempos pasados.

Por la noche, ya en casa, lo abrí.

Leí el primer poema, Mente en blanco, como el título del libro. Luego el prólogo y la contraportada, escritos por dos amigos. Sus textos me sonaron igual que la primera vez, como si el tiempo no hubiera pasado. Mi poesía, en cambio, me sonó distinta.
Ni peor ni mejor, sólo ligeramente ajena, y lo explico.

Durante los meses que han pasado desde que escribí esos versos, he cambiado, como cambiamos todos.

Reconozco el sentimiento con el que los escribí, pero ya no estoy en ese lugar. Quizá suene extraña esta palabra, lugar en vez de momento. Es tan sencillo como aceptar que el crecimiento personal no nos traslada únicamente en el tiempo, sino también en el espacio.

Ahora los leo con cariño, incluso con algo de ternura, pero sin la misma emoción.
Es como mirar una foto de uno mismo en otro tiempo: sabes que eres tú, pero también sabes que ya no.

Aun así, me emociona tenerlo entre mis manos. Verlo ahí, con su peso, su olor a papel nuevo, las letras impresas, que no son sólo palabras, sino sentimientos reales.
Es una prueba de que algo que nació en silencio, entre dudas, hoy existe fuera de mí.
Un libro no deja de ser una manera de dejar constancia: esto fui, esto sentí, esto pensé alguna vez.

Este fin de semana lo leeré despacio. Quiero hacerlo con calma, sin prisas, como quien vuelve a caminar un sendero que conoce, pero con otros ojos.

Quiero entender qué buscaba entonces, qué aprendí, qué dejé atrás.

Leyendo a Marina Garcés el fin de semana pasado, encontré esto:

“En latín, delirar significa salir de la lira. Lira no es el instrumento musical, es el surco del campo. Cuando uno pasa el arado se trazan unas líneas, las cuales se conocen como surcos, y delirar significa salir del surco… Entonces, delirar es salir del surco, salir de la línea, dibujar fuera de la plantilla”.

Marina se plantea si no existirá la posibilidad de delirar juntos:

“¿Cómo delirar juntos?, ¿cómo acoger de forma compartida nuestros delirios? Y, ojo, esto no quiere decir que nos tengan que pautar delirios colectivos únicos, sino cómo acogemos el delirio del otro de manera que no nos asuste”.

En el proceso de creación de mi libro, siento haber delirado junto a quien me impulsó a crearlo, a publicarlo. Reconocer que algo terminó, y que gracias a eso puede empezar otra cosa, ha sido el resultado del proceso.

Me lo recuerdo ahora, mientras lo miro sobre la mesa: todo es posible, si uno de verdad quiere que lo sea.

 

G.G.


Comentarios

  1. Deseando leerlo🥰

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  2. Que ganas de tenerlo, que orgullosa estoy!!!!

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  3. Bravoooo.....por fin!!!
    Felicidades. El "embarazo" fué un poco largo pero ya apareció la obra en forma de TALENTO y SABIDURIA.
    Se que tengo a mucha gente por delante pero esperaré con un poco mas de paciencia para leerlo. Un abrazo.

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  4. Deseando tenerlo y poder leerlo

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  5. Estoy emocionada! Quiero ternerlo ya! Deseando leer tu primer libro ❤️

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