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Bye, bye...

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Nunca he sabido llevar bien la falta de respeto. Sé que yo mismo suelo lanzar palabras difíciles de encajar, frases que caen como piedras en el suelo de lo “socialmente válido”. No sé disfrazarlas, no sé dulcificarlas. Y me da igual. No lo hago con intención de hacer daño a nadie. Pero claro, las cosas que no gustan, duelen. No soporto la hipocresía, la mentira, la deslealtad… Aunque con ellas me apaño, he aprendido a masticarlas en silencio hasta tragarlas, si bien, muy pronto, aprenderé a rechazarlas automáticamente.  Con lo que no puedo, con lo que jamás podré, es con el grito, con esa voz que se alza como si el volumen pudiera convertir la arrogancia en verdad. Ah, no!! Eso no lo permitiré jamás. Entonces digo no. Un no tan bajo que no nace de mi garganta, sino de mis manos, de mi piel, de mi espalda que se aparta. No tolero que me griten. Lo tomo como un touché. No con florete, con espada. Considérame muerto. Llámalo madurez, llámalo eclipse, llámalo simplemente claridad. Hay...

Resplandor prestado

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  Y aun así vuelves a tender la mano, porque en su filo se esconde la única forma que recuerdas del deseo. Guardaba este poema para mi próximo libro, como quien esconde un frágil cristal en el fondo de un cajón. Pero al releer y ordenar lo que tengo escrito, y al sentir tan cerca la presentación de Mente en Blanco , he pensado que podría animaros a comprar el libro, je,je,je. Las palabras también saben reclamar su momento. Aquí lo dejo, con la misma fragilidad con la que nació. Se posa sobre la mesa con la delicadeza de una copa recién lavada, reluciente, translúcida, pero hecha de un vidrio tan frágil que basta el roce de una palabra para astillarla. Se ofrece como un atajo, una escalera que promete la azotea y en su último peldaño se pliega hacia abajo, dejándote colgado en el aire de tu propio impulso. Respira con el ritmo exacto de lo que deseas oír, te acaricia con voces aprendidas de tu memoria, como si hubiera habitado siempre en tus pensamientos cuando apenas acaba de inve...

Si, soy filósofo

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  Hoy me he despertado temprano, serían las 7:50 de la mañana. No podía dormir más. Sentía que debía sentarme a escribir con un café caliente, frente a los tulipanes amarillos que adornan el jarrón de la mesa del salón y que comienzan a abrirse, a mostrarse como realmente son. Así me siento yo. Me conecté para entrar en la página de la UOC, a revisar cuándo comenzaba el nuevo semestre del máster en Filosofía contemporánea que estoy cursando, que ahora se centrará en “El problema del sentido”. No había noticias todavía, así que empecé a revisar el curso pasado. Descubrí que no estaba solo revisando asignaturas, nombres o conceptos, sino que revisaba mis propios sentimientos, decisiones y relaciones. Trataba de comprender qué tiene sentido y qué no, cuáles de los vínculos que sostengo me acercan a la vida y cuáles me alejan, cuáles me nutren y cuáles me desgastan. Siempre he sabido que la filosofía y la vida no van por caminos distintos, sino que se cruzan y reflejan una en la ot...

No-yo

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La imagen que introduce este texto, es la introducción realizada por Gabriel García Márquez a un libro de Mafalda que me regalaron en 1992. Me llevó a reflexionar sobre lo qué somos y dejamos de ser, con nosotros y con los demás.  La vida nos dirige, nosotros nos construimos. Cuidado. Hay que tener cuidado. Las realidades no necesitan disfraz. Zumbido. Constancia.  La máquina que sigue. El tiempo que se escapa no es pérdida. Es materia, es estar. Cada minuto no entregado es un sí. Respirar basta. Las estructuras están ahí: relojes, trayectorias, moldes. No piden nada, no agotan. Solo muestran. Lo necesario no siempre es suficiente. Lo suficiente a menudo desborda. Círculo cerrado.  Sin salida. Y aun así, seguimos. El no-yo aparece.  Se infiltra en cada vínculo. Creemos conocer al otro porque suponemos conocernos. Mostramos caras distintas según la ocasión. El otro queda atrapado entre ellas. Convertimos al otro en objeto. Lo encajamos en un molde que...

Corazon cyborg

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Hoy me siento triste, y lo reconozco. He decidido finalizar un vínculo que me afecta al corazón, y la incomprensión ajena me pesa casi tanto como la pérdida misma. Siempre que enfrento decisiones así noto cómo se me aflojan las fuerzas. Durante años creí ser un hombre fuerte; quizá lo sea de cara al mundo, pero en mi interior reside un corazón frágil, que se desgasta más rápido que mi cuerpo, que se cansa antes de que yo pueda seguir aparentando firmeza. Ultimamente tengo la sensación que las relaciones humanas me sobrepasan. No importa si son familiares, amistades o laborales. Todas tienen un nivel de complejidad que cada día me cuesta más manejar. En la familia, el cariño se mezcla con expectativas que uno arrastra sin saber por qué. En las amistades, incluso cuando el afecto existe, está la dificultad de hablar sin herirse, la tensión de querer estar cerca y al mismo tiempo no invadir, mantener el vínculo exige una energía que a veces no tengo, e incluso siento culpa por no estar p...

Soñar jugando

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Me he despertado crítico, envuelto en pensamientos filosóficos, y lo primero que he hecho ha sido apuntar mi dedo hacia mí mismo. El cansancio físico me pesa en los músculos, me duele el cuerpo como si cargara no sólo con los años, sino con los intentos fallidos de entenderme. Me digo que me estoy haciendo viejo, que el desgaste es natural, pero en realidad sospecho que hay algo más, que la vejez no empieza en la piel ni en los huesos, sino en ese momento imperceptible en que dejamos de permitirnos soñar. Ayer fui al teatro. No importa la sala ni la compañía, ni siquiera la trama. Lo único que me importó fue la manera en que aquellos personajes se hacían viejos delante de mí. Viejos por dentro. Viejos porque dejaron que sus ilusiones se evaporaran como agua en un vaso caliente. Sólo uno de ellos lo admitía. Los otros dos vivían disfrazados de resistencia, de dignidad o de normalidad, como si en el fondo no fueran conscientes de que la derrota más dura es la que uno mismo se concede. ...

Frontera

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  El cruce de fronteras - Pixabay No me conformo con lo superficial. Mi amor y mi fuerza son elecciones, no entregas automáticas. Quien quiera acercarse debe mirar, esperar,  sostenerse en esa intensidad.     Quien no distingue la brasa entre las sombras, apenas roza el humo. Nunca el fuego. Se queda allí, donde todo parece suficiente, como si la penumbra alcanzara. Como si el ardor no reclamara más que un gesto distraído. No. Lo que arde no se ofrece en bandeja. No se reduce a la claridad inmediata. Se esconde. Se guarda. Se dilata en la hondura. ¿Qué es lo hondo? Quien no sabe esperar, quien no sabe mirar más allá de lo evidente, se queda afuera.   Vivo en mí. En mí y en el pulso que no cedo. Un incendio bajo la palma, un resplandor que pocos ven. Luna entera en un cielo invisible. Raíz que crece en el lodo. Viento que se enreda en los tejados, que arrastra nombres del pasado, que los vuelve irreconocibles. Mar qu...