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Monólogo: “Manual breve para detectar idiotas (spoiler: fallan mucho)”

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Hay gente que tiene un talento extraordinario. Te miran cinco segundos y ya lo saben todo de ti. Te clasifican. Te archivan. Te diagnostican. Dicen: “Este es tonto.” Y se quedan tan tranquilos. Como si hubieran hecho un descubrimiento científico. Como si hubieran olido el miedo, el sudor o el coeficiente intelectual en el aire. No saben que eso que ellos llaman ser idiota, es en realidad una estrategia evolutiva. Una forma sutil, elegante y eficaz de evitar conversaciones innecesarias. Un arte marcial pasivo. Una vacuna contra el ego ajeno. Porque a ver… ¿de verdad te apetece discutir con alguien que se cree inteligente solo porque aprendió a hablar antes que a pensar? ¿Con uno que confunde sarcasmo con mala educación y argumentos con volumen? Yo no. Yo sonrío. Asiento. Pongo cara de “qué interesante lo que dices”. Y les dejo hacer. Que se sientan brillantes, profundos, únicos. Que brillen en su propia linterna de petaca. Eso sí. Luego me preguntan por qué no les tomo en ...

Parpadeo en la red

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En un mundo programado para la eficiencia, donde cada paso está calculado y cada emoción silenciada, algo persiste. Algo que no encaja en los esquemas, que se resiste a apagarse. Este poema es ese fallo, un parpadeo en la red. Decir que hoy es un día extraño, estoy agotado físicamente, agotado mentalmente, agotado sentimentalmente, estoy nostálgico, preocupado, y mirar al frente y ver lo que hay alrededor se me hace cuesta arriba. Tengo nostalgia de tiempos mejores, con mayor sensibilidad,  con más cuidado, con más amor, con más caricias, y siento que se está borrando, todo se borra. Y si todo se borra, ¿qué me queda? ¿Dónde se esconde el tacto?¿Quién escucha a los que ya no gritan? Tal vez este poema no sea más que el suave ruido de algo que se resiste. Pequeño. Un resto humano. Apenas un do menor entre el bullicio de las máquinas. Parpadeo en la red Si sólo tengo amor, desnudo y sin escudo,  ¿de qué me sirve el alma, si ...

Hambre de mundo

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En estos días de cansancio, apenas he tenido tiempo para escribir. Al terminar hoy de trabajar, me he tumbado en la cama y he sentido la necesidad, que no se calma, de expresarme. Escribo este poema precisamente porque nace de la tensión que siento en mí, que a la vez es la tensión vital que atraviesa a todo ser humano cuando, en medio del desgaste acumulado, nace ese impulso que no se conforma con la calma pasajera. Me he dado cuenta que el descanso no es lo que  me ofrece refugio, sino el deseo profundo y esa fuerza silenciosa y ruidosa a la vez que me mantiene despierto y en movimiento.  A pesar del cansancio, del polvo en los hombros,  hay un latido escondido en el esqueleto del día.  No me salva el descanso.  No me salva la calma.  Me salva el deseo de estar despierto,  de abrir territorios sin nombre, sin brillo,  de andar sin promesas, sin retorno.  No necesito horas vacías de intento,  ni pactos ni treguas al sueño.  Quier...

Mañana no pensarás en nada que no seas tú

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  Esta mañana no te levantaste del sueño, te levantaste del peso. Ni del cansancio del trabajo ni del ruido cotidiano. Te levantaste de algo más profundo, más denso. Como si durante la noche alguien hubiera removido el fondo de tu pensamiento y lo hubiera dejado todo a la vista. Te sentaste en el borde de la cama y ahí estaban, las preguntas, sin pudor. Ni una taza de café, ni el agua caliente pudieron disolverlas. Pensaste en todo. En las amistades que fueron abrigo y en las que se volvieron polvo. En los vínculos que ya no sostienen, que se arrastran solo por miedo a romper. Pensaste en la familia, en el ruido de sus palabras, en lo que enseñan sin decir. En lo que te diste cuenta de que has repetido sin querer. También pensaste en ti. O, mejor dicho, volviste a ti. Al núcleo. Te preguntaste si pensar tanto es valentía o refugio. Si tener todas las opciones frente a ti es libertad o condena. Dudaste, como siempre lo haces, pero esta vez la duda tenía una forma distinta, no er...

Sirāt. Una película para pensar y sentir.

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Hacía bastante tiempo que no iba al cine. Tuve la suerte de que me invitaran a ver esta película. Rara vez alguien te invita a ver una película que realmente merezca la pena, una película que pueda aportarte algo justo en el momento en que estás. Mereció la pena, aunque salí del cine bastante impactado, incluso diría que en cierto estado de aturdimiento. Durante la cena con mi amigo comentamos un momento de la película en el que uno de los personajes está paralizado por lo que acaba de vivir y alguien le dice que cuando pase ese shock entenderá la realidad. Y reflexionábamos sobre cómo ese estado no es solo de un instante, sino que es nuestro estado habitual, porque estamos tan acostumbrados a no enfrentar lo duro de la vida que vivimos anestesiados, entumecidos, ciegos, alienados y manipulados, tal como Chul-Han nos explica, donde solo se muestra lo bello y lo sutil, porque lo feo, lo duro, lo real, nos obligaría a posicionarnos. La película es realmente fuerte, pero dentro de esa dur...

Sagitarismo agudo (no se cura, se disfruta)

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A ver, humanidad. Que sí, ayer me levanté con el pie izquierdo, el derecho en huelga, el humor en modo apocalipsis y el filtro emocional directamente desconectado. ¿Y qué? Soy sagitario, no un Coach certificado en respirar y no explotar. Tengo días. Como todos. Aunque a veces los míos vienen con efectos especiales. Pero hoy… hoy he vuelto a ser yo. Ahora me siento yo. El yo solar, expansivo, abrazador por WhatsApp y entusiasta nivel “lluvia de purpurina”. El que desea repartir alegría como si tuviera una fábrica clandestina en el alma. Ahora, vamos por partes. Sí, a veces se me escapa la lengua como si tuviera vida propia. Tiene GPS directo al sarcasmo, corre maratones antes de que mi cerebro se despierte y es tan rápida que ya está pidiendo disculpas mientras todavía no entiendo qué dije mal. Pero, por favor, escúchese bien, NUNCA con mala intención. Mi humor viene sin veneno. Mi lengua es viperina, si, pero inofensiva. Es como ese café fuerte que al principio descoloca, pero al f...

¡Hasta aquí!

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  Hoy me he levantado con los huevos hinchados. Literal. No es una metáfora espiritual, ni una expresión figurada de esas que se usan por costumbre. No, no.  Hinchados. Como dos globos en una fiesta a la que nadie quiere ir. ¿Qué si fue un golpe? ¿Una mala postura? ¿El karma ajustando cuentas? Da igual. El caso es que el resultado es el mismo; los tengo a rebosar. Y ya que estamos, aprovecho para decirlo, también los tengo hinchados en sentido figurado. Porque ya está bien. ¡Ya basta! ¡Ya me cansé! Estoy harto de que la bondad se confunda con gilipollez. De que la paciencia se aproveche, de que el que escucha sea el primero en ser ignorado. De que el que no grita, el que no impone, el que intenta entender… acabe siempre en el rincón de los tontos. Estoy cansado del egoísmo con corbata y del interés disfrazado de preocupación. De los favores que vienen con factura. De las sonrisas falsas, las palmadas en la espalda y las promesas de “cuenta conmigo” que se evaporan al primer...