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El olvido de lo compartido

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  Tengo mucho que decir, muchas palabras encerradas queriendo salir. Estoy escribiendo un ensayo sobre G. Simmel, y me paro a pensar en su concepto "blasée", esa actitud humana completamente desensibilizada, alienada por la metrópoli y la vida social.  No se trata de lo pronto que se nos olvidan las cosas, sino de todo aquello que ni siquiera llegamos a recordar porque vivimos en un individualismo tan absoluto, tan cuidadosamente construido por el sistema social que nos rodea, que ya no nos parece importante. Ni capitalismos, ni comunismos, ni repúblicas, ni autocracias. No es una cuestión de etiquetas. Hablamos de un sistema económico que ha perfeccionado la idea de que el mérito es exclusivo, que el esfuerzo es propiedad privada y que el éxito tiene una sola firma: la nuestra. Y no. No es así. Al menos yo, no lo veo así. Se nos olvida que si hemos llegado hasta aquí es porque alguien nos trajo al mundo. Alguien nos parió con dolor y nos sostuvo en brazos cuando ni siquiera ...

En piezas. Completo. (Layla. Amrou Al-Kadhi. 2024)

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Esta tarde vi una película que no sabía que iba a deslizarse tan hondo dentro de mí. Se llama Layla . Una historia contenida y feroz. El retrato íntimo de una drag queen palestine, criada en Inglaterra, que transita entre dos orillas sin encontrar refugio completo en ninguna. Dos mundos que le moldean y le desgarran a partes iguales, donde ser une misme no es una conquista, sino una renuncia constante. Y no fue solo su historia. Era, en el fondo, la historia de tantes que viven en el umbral, que aprenden el lenguaje de la supervivencia antes que el de la plenitud. Una vida a medias. Y cuando lo vi con tanta claridad en elle, algo dentro de mí también se estremeció. Porque hay una parte de nosotres que se reconoce en quien, para poder respirar con libertad, tiene que soltar. Aunque duela. Y no hablo sólo de soltar relaciones, hablo de soltar peso. Conducta, expectativas, costumbres y sobre todo, miedos. Aunque parezca que romperse sea la única forma de reconstruirse. Layla y su pareja v...

la desnudez del poeta

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  no utilizo mayúsculas porque no quiero que nada parezca más importante que otra cosa. no hay comienzo glorioso, ni nombres que necesiten elevarse sobre el resto. escribo desde un lugar donde todo está al mismo nivel: la rabia, la tristeza, la lucidez. rompo las normas porque no me representan. no me interesa embellecer lo que duele, ni corregir lo que nace torcido. el lenguaje también se cansa, también se arrastra, también deja caer las mayúsculas cuando el peso del mundo no justifica levantarlas. escribir así es una forma de decir que no busco aplausos ni corrección, solo verdad. aunque sea incómoda. aunque se lea en voz baja. aunque desaparezca al terminar el punto final. no hacen falta performances para gritarle al mundo en un momento y un lugar precisos. si la autenticidad fuera nuestra bandera, todos seríamos arte. me uno, a través de mi escritura, al deconstructivismo: desafío la forma, el orden, la estructura. quiero romper con la simetría convencional. ni m...

Relaciones: entre la razón y la necesidad (Máster Filosofía Contemporánea: El problema de lo social).

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  Llego a este punto de reflexión en medio de un tiempo convulso, marcado por el vaivén del encuentro y la pérdida. He conocido a muchas personas, sí, pero también me he visto obligado a despedirme de otras que fueron esenciales en mi vida. Lo que queda tras ese balance no es solo un vacío, sino un silencio denso que empuja hacia dentro, una necesidad de escarbar en las raíces más hondas de lo que soy. Gracias a la terapia, a la introspección y a un esfuerzo honesto por comprenderme, he comenzado a vislumbrar las causas de ciertas heridas que arrastro desde hace tiempo: mi desmedido cuidado hacia los demás, mi sensibilidad extrema ante la ausencia de reciprocidad, el dolor que provoca un mundo que no responde con la misma ternura con la que uno se entrega. En ese proceso —como si el destino jugara con sus propias ironías— decidí matricularme en el Máster de Filosofía. Y precisamente este mes trabajo sobre el problema de lo social. Pero cada lectura, cada autor, cada sistema, me...

DRAMA (en mayúsculas, como debe ser)

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  He llorado porque se acabó el café. Y porque el cielo está nublado, como mi vida. He gritado en silencio (porque hay vecinos). He declarado una guerra contra el espejo. Perdí. Me senté en el sofá como si fuera el trono de mis desgracias. El mando no tenía pilas. El destino también falla. Le dije a la planta que ya no podía más. Me ignoró. Otra traición. Hoy me puse negro. No de luto. De estilo. Para estar triste, pero con presencia. Dramáticamente, abrí la ventana. Me dio frío. La cerré. No todo es metáfora. He escrito cuatro mensajes que no envié. Uno decía “ok.” Otro, “me has destrozado.” El tercero, “xd.” El cuarto era un audio. Lo borré por dignidad (mentira, por cobardía). He decidido no volver a amar. Hasta el martes. El corazón tiene mala memoria. Mi tragedia es estética. Mi caos, programado. Mi lágrima, influencer. Y así, entre suspiros y snacks, construyo mi leyenda. No me mires así. Estoy sufriendo, con estilo. G.G

Dónde ya no existimos

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Fotograma Filme "Escuela de Conducta". Edgar Ariel El suelo del pasillo está cubierto de palabras que nunca se dijeron, como dientes de leche escondidos bajo una alfombra rota. Alguien los pisa cada noche, pero no grita. Ya no recuerda cómo se hace. Una sombra en la ventana permanece quieta desde hace días. No mira hacia dentro, espera que el vidrio estalle desde fuera. La espera es una forma de castigo que no tiene verdugo. Un animal muerto en mitad del pecho. No huele aún, pero se pudre despacio, como las cosas que se quisieron y no se tocaron. La infancia cuelga de un perchero oxidado, lleva el abrigo aún manchado por una lluvia que nadie vio caer. Nadie lo usa, pero tampoco lo tira. Hay heridas que se guardan por si acaso un día alguien pregunta. La lámpara sigue encendida en una habitación sin puertas. Ilumina solo la ausencia, como una linterna apuntando al agua. Se ve el reflejo, pero no el fondo. Una mujer pasa los dedos por una fotografía que ya no tiene rostro. Se l...

Habitante Invisible de Jorge Enrique González Pacheco (Cuba, 1969) (Traducido al inglés por Jorge al final del texto)

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  Conocer a Jorge Enrique González Pacheco fue una experiencia reveladora, una que ya me transmitió la misma energía que ahora encuentro en su poesía. Desde el primer momento en que le conocí, su presencia emanaba una intensidad serena, una energía que se siente profundamente. Esa serenidad y su aparente sencillez esconden una complejidad absoluta, algo que solo se puede comprender cuando se profundiza en sus palabras. Al leer Habitante Invisible , un libro que, a pesar de su aparente calma, se revela como una montaña de emociones, de pensamientos y de reflexiones profundas. Habitante Invisible , publicado en 2020 por Deslinde Ediciones, no es solo un libro de poesía. Es un viaje hacia lo invisible, hacia lo que se esconde detrás de cada palabra, de cada silencio. Porque las palabras, no son sólo palabras, ya lo decía Nietzsche, las palabras están cargadas de poder, valores y perspectivas que reflejan las estructuras sociales, culturales e incluso los conflictos internos del indi...