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Entre sábanas de invierno

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He amanecido temprano. Lo primero que he hecho ha sido mirar hacia el otro lado de la cama. Estaba vacío, como siempre. Y, aun así, por un instante, no lo he sentido así. He visto tu rostro. Sobresalía entre las sábanas y colchas, desde los pies hasta el cuello, como un dios egipcio envuelto en su sudario. Inmóvil. Apenas un gesto. Una leve sonrisa que hacía brillar tus mejillas. He sonreído también. Extendí la mano, acaricié tu rostro imaginado. Antes de levantarme, te arropé con el edredón, como si realmente estuvieras ahí, como si el sueño de un sábado de invierno sostuviera algo que no podía sostenerse del todo. Me quedé un momento en el borde de la cama. Observé las arrugas de las sábanas, la forma que aún conservan de ti, lo que permanece, lo que se ha ido. Escuché el silencio. No busqué que fuera distinto. Solo lo dejé ser. Salí a la cocina con la sensación de no haber despertado del todo. Preparé un café solo, fuerte. Encendí un cigarro y me apoyé en la ventana. La luz entraba ...

Amor en primera persona

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  Foto de Jamez Picard en Unsplash Llevo tiempo leyendo filosofía sobre el amor, explorando ideas y pensamientos de quienes han tratado de comprenderlo antes que yo. Hoy me atrevo a enfrentarme al amor desde un lugar más reflexivo, desde un momento en que puedo detenerme a pensar en él y en cómo lo vivo realmente. No en el amor que me enseñaron, sino en el que experimento cada día. Este texto es un intento de expresar lo que para mí significa amar, sin fórmulas, sin gestos aprendidos, con libertad, lucidez y alegría. Aquí comparto reflexiones, aprendizajes y conclusiones que surgen del estudio de Aristóteles, Kant, Fromm, Nietzsche y Simone Weil, pero también de la experiencia propia. Lo que sigue no es un tratado ni un manual: es un recorrido personal, un diálogo íntimo entre pensamiento y sentimiento, entre razón y emoción, que intenta captar la esencia de amar en la vida cotidiana. Cuando me detengo a pensar en el amor, no en el que me enseñaron, sino en el que realmente ...

FELICIDAD

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  Luz Si algo realmente importa en mi vida son las relaciones con mis seres queridos. A veces se me adelanta la lengua, y esa humedad tóxica que escupo sin querer abre un espacio de rechazo, de distancia, como una flecha envenenada que no controlo. Quien se ha detenido a conocerme —y aun así me quiere— es porque ha entendido, no sé muy bien cómo, que nunca fue mi intención herir, aunque a veces lo hiciera; que ese mismo daño, multiplicado por cien, siempre regresa hacia mí; y que dejar de querer, después de haber querido con intensidad, es una renuncia para la que nunca termino de prepararme. Hoy el día amanece lleno de luz. Anoche me costó dormir. Esperaba noticias de alguien importante. Sabía que había llegado una carta, pero la duda me obligó —o quizá me convenció— a posponer su lectura hasta la mañana. Qué estupidez. A veces el miedo nos roba horas que podrían haber sido de felicidad serena; y, aun si las noticias hubieran sido malas, el miedo nos habría arrebatado también el t...

Mercurio

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LECTURAS No puedo decir que Mercurio retrógrado no me haya zarandeado con la sutileza de un vendaval, porque lo ha hecho, pero aun así, hoy, mientras en casa empezaba a sentir la temperatura habitual, yo seguia cauteloso, como cuando regresas a un territorio propio después de una larga ausencia. Pude sentir algo de tranquilidad, una respiración más silenciosa de lo que ultimamente estoy acostumbrado a sentir. He notado la simple y rotunda felicidad de los seres humanos que tengo cerca, como si su alegría, sin ellos percibirlo, hubiera abierto una ventanilla en mi pecho por donde empezaba a entrar una luz que había dado por perdida. Hace meses tomé la decisión, más intuida que razonada, de emprender un viaje que me devolviera a ese yo primitivo, sin capas ni disfraces, al que pertenece por derecho propio el fuego errante de Sagitario, esas alas que en algún momento extravié por descuido o por cansancio, quién sabe; un viaje que imaginé liberador y que, sin embargo, se ha mostrado realm...

Soy yo

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  Sábado 15 de noviembre  Hoy he sentido una especie de sosiego que no esperaba. Ha ocurrido temprano, mientras preparaba el café. Me he sorprendido mirándome por dentro con una calma que no recordaba. Estoy empezando a estar bien. Mientras secaba un plato he sentido algo parecido al afecto, pero hacia mí. No se trata de orgullo, no se trata de drama. Es una atención nueva, como si por fin pudiera hablarme sin levantar la voz ni disculparme. Me ha emocionado más de lo que admito. He salido a la calle para comprar algunas cosas. Caminaba sin prisa, dejando que el aire ordenara mis ideas. No he necesitado alejarme de nadie, sólo ajustar un poco la distancia conmigo, que ya es bastante. Me ha parecido un gesto necesario, que antes confundía con frialdad. Hoy no. Hoy ha sido alivio. En casa he acomodado mis cosas, una camisa doblada con cuidado, un libro vuelto a su sitio, una nota que no tiro pero le he encontrado el lugar adecuado. Son detalles mínimos, pero he sentido que algo...

Vivir

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  Convertí cada gesto en un terreno minado, en un laberinto de interpretaciones que se enroscan sobre sí mismas y vuelven sobre mis propios pasos, cargando conmigo la maquinaria heredada, piezas que no pedí y tornillos que no sabía cómo apretar, y aún así pretendo que encajen, pero el equilibrio no depende de mis manos torpes.  A veces escucho desde un ángulo inclinado, con la costumbre pegada a la piel de confundir ruido con señal, de pensar que cada golpe de luz es un mensaje, hasta que la luz misma se equivoca, tantea, se desplaza, buscando el sitio donde caer y quedarse, sin herir, sin hacer ruido.  El silencio es un corredor sin fin, un pasillo donde las voces se acomodan, se mueven entre sombras, ensayan claridad intentando ponerse un traje demasiado grande y luego demasiado estrecho, y apenas después, con cautela, intentan pronunciarse.  Aquí estoy, afinando la escucha. Desmontando un motor antiguo, desarmando defensas que creía firmes, intentándolo con volunt...

Demonios

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Creo que los demonios no vienen para destruirnos, sino para recordarnos algo que hemos preferido olvidar. Creo que en lugar de expulsarlos a empujones, y tratarlos como si fueran intrusos torpes que entraron por error, debemos invitarlos a sentarse, charlar con ellos, calmar el momento, hacerlo lento. La lentitud es la única forma de entender lo que duele sin matarlo del todo.  Ellos no hablan a la primera. Se acomodan, evitan mi mirada, se rascan la nuca como niños que temen haber roto algo. Yo tampoco pregunto; he aprendido que las preguntas apresuradas hacen que todo se esconda un poco más adentro. Así que espero. Al final se atreven a decir por qué vinieron, una frase olvidada, una idea que nunca dije en voz alta, un miedo que confundí con otra cosa. Nada trágico. Pequeños rastros humanos tratando de hacerse oír.  Es extraño, pero cuando termino el encuentro, los demonios ya no parecen demonios. Son mensajeros cansados que no supieron explicarse mejor. Entonces entiendo,...