Demonios
Creo que los demonios no vienen para destruirnos, sino para recordarnos algo que hemos preferido olvidar.
Creo que en lugar de expulsarlos a empujones, y tratarlos como si fueran intrusos torpes que entraron por error, debemos invitarlos a sentarse, charlar con ellos, calmar el momento, hacerlo lento.
La lentitud es la única forma de entender lo que duele sin matarlo del todo.
Ellos no hablan a la primera. Se acomodan, evitan mi mirada, se rascan la nuca como niños que temen haber roto algo. Yo tampoco pregunto; he aprendido que las preguntas apresuradas hacen que todo se esconda un poco más adentro. Así que espero. Al final se atreven a decir por qué vinieron, una frase olvidada, una idea que nunca dije en voz alta, un miedo que confundí con otra cosa. Nada trágico. Pequeños rastros humanos tratando de hacerse oír.
Es extraño, pero cuando termino el encuentro, los demonios ya no parecen demonios. Son mensajeros cansados que no supieron explicarse mejor. Entonces entiendo, que escucharles, es más fácil que seguir luchando contra su sombra.
G.G.

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