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Despertar al atardecer

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Nada vale más que la serenidad que se instala, cuando uno se sabe libre, dueño de su voz y de sus pasos y acepta que a la vida, ni se la arrebata, ni se la empuja, hay que dejarle su tiempo, su espacio... Dejo que se acomode en mis manos hasta hacerla mía, sin prisa, sin atajos. Descubro la felicidad como un estado discreto en el que soy capaz de dejar de huir de mi mismo y, la nostalgia como la consecuencia inevitable pero luminosa, de haber sabido vivir, dejando que la vida se me quedara pegada en la piel. Estado discreto  La serenidad es, como esa inquilina sin contrato,  que se instala, redibujando la casa que creí mía.  Soy dueño de la voz,  y la vez,  dueño de unos pasos que dudan siempre si avanzan por la acera correcta o la contraria, pero nunca de hacerlo hacia el frente. No trato de arrebatarla a la vida, tampoco la empujo: los trenes se retrasan incluso cuando parten a tiempo. Sólo queda ofrecerle un banco vacío,  un hueco en la mano y esper...

Pastor de pensamientos

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Un espesor de piedra se derrama en la penumbra, la ciudad duerme bajo faroles pálidos, y la fachada de Cano se alza ante mí como un acantilado mineral. Al fondo, un murmullo apenas audible me transporta a otra geografía:  un rebaño sin nombre se disgrega en los escalones de la Catedral.  Yo, pastor ausente,  cuento pensamientos en vez de ovejas,  cada idea una ramita,  cada desvelo un pedazo de pasto disperso,  y yo, ausente,  flotando entre mil derivas,  soñando amapolas en tierras que nunca camino.  El cansancio desconoce el destino.  La belleza nunca salva.  La belleza nunca hiere.  La belleza apenas acompaña,  como la sombra de un árbol acaricia un adoquín abrasado,  a la espera de que la noche abra su telón de estrellas.  Me nombro bucólico,  incomprendido,  extraviado entre campo y ciudad,  entre pasto y piedra,  entre lo que miro y lo que sueño. G.G.

Nueva(mente)

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Ilustración: "Un abrazo en el sofá". Laura Carrillo Rodriguez Se acerca el día. Mi primer libro de poesía no tardará en publicarse. Mente en Blanco , se titula. Es un reflejo de un tiempo en que todo parecía mezclarse sin orden alguno, el dolor, el amor, la inocencia, el miedo… demasiado de todo. ¿El resultado? No lo sé. No es un logro. Tampoco una lección aprendida. Es algo más confuso, más extraño, algo que no encaja en palabras como “madurez” o “crecimiento”. Es lo que quedó de mí cuando todo eso chocó y siguió vivo, insistente, reclamando ser sentido, pensado, escrito. Hoy he dormido ligero, como soñando despierto. Las horas pasaban mientras los versos se ordenaban lentamente en mi cabeza, preparándose para ser escritos al levantarme. Con el café caliente en la mano, de forma lenta pero fluida, como siempre. No sé por qué, pero algo dentro de mí me dice que esta poesía debería haber estado incluida en el libro, ser la última, el broche final… pero eso ya no puede ser....

Jaulas invisibles

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  Hace unos días empecé a leer Manifiesto Contrasexual de Paul B. Preciado, y me está removiendo más de lo que esperaba. Habla del binarismo hombre/mujer como una estructura política y económica que ha tejido la vida durante siglos, y de cómo ese orden no es natural, sino fabricado para mantener el poder. Esa idea me obliga a mirar hacia fuera y hacia dentro al mismo tiempo, como si de repente viera las costuras de algo que siempre creí liso. Pero, en realidad, esa sensación me acompaña hace tiempo. Lo he dicho en textos míos, como uno que escribí después de la cena de Nochebuena con la familia, el pensamiento crítico está desapareciendo. Es una idea que me ronda desde hace tiempo. Ayer vi un video que lo explicaba con claridad. Los poderes están conduciendo a la sociedad hacia el no pensar, hacia una reducción paulatina de nuestra capacidad cognitiva. No es un hecho aislado ni repentino. Es una corriente lenta y silenciosa que nos arrastra sin que lo notemos. Y no ocurre en e...

Cómo pierdo la vida (y me río un poco de eso)

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  Hoy, mientras desayuno, las ideas me invadieron de golpe, como ese montón de gente sin boleto que se cuela en el tren y no sabes dónde meterte. Pensaba en lo complicado que es ser humano, y al mismo tiempo, en lo ridículamente sencillo que somos cuando se trata de lo que realmente nos hace sufrir o preocupar. Somos un lío raro. Por un lado, cada uno con su sistema operativo único, lleno de traumas, experiencias y manías que nos hacen especiales. Pero por otro, incapaces de entender qué merece nuestra atención y qué debería pasar desapercibido. ¿Sabes qué es lo más absurdo? Que somos unos maestros en no poner las cosas en su sitio. Una fila que no avanza nos destruye el día como si fuera una tragedia griega. Una frase fuera de lugar se vuelve el inicio de una guerra mental interna. Y un olvido mínimo, que ni siquiera fue intencional, termina siendo una traición que revivimos una y otra vez. Vivimos en un ruido constante que no nos deja escuchar la vida de verdad. Y cuando tene...

La flecha que dejó entrar la luz

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San Sebastián Mártir es considerado por muchos como el santo de los LGBT+. / Imagen: Historia Arte   Tuve la rara oportunidad de sentir la felicidad en el cuerpo de otro. No en su gesto. No en una risa. En el aire tibio que salía de su boca, cargado de palabras que parecían haber dormido durante años en una habitación cerrada. Venían de un cuerpo melancólico, habituado a vivir con las ventanas entornadas, como si un viento demasiado claro pudiera borrar el color de las paredes. Fue un instante. Una grieta invisible. La luz entrando por la llaga del pecho como el primer rayo de sol en una casa abandonada. No un milagro. No un triunfo. Solo el sonido preciso de una flecha soltándose y rodando hasta perderse bajo la cama. San Sebastián travestido. No el mártir dorado de los retablos. Un cuerpo común, agujereado, que había aprendido a hacer de sus heridas pequeñas claraboyas por donde entraba el aire fresco. Y esa tarde, con esa calma de quien sirve café a la visita, ofreció a los suyo...

La flor que no sabe del sol

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A veces, la vida gira de forma inesperada. Me detengo a pensarlo, como quien deshoja una flor sin esperar respuestas. Busco la relación entre lo que sucede y nuestros actos, aunque a menudo el mapa parezca trazado por un azar ciego. Caprichoso. Pero hay algo más, algo que no se ve, pero puedo intuir, una correspondencia secreta entre lo que somos y lo que llega, como si el mundo no fuera tanto lo que nos rodea, sino una extensión misteriosa de nuestra búsqueda interior. Una búsqueda constante. La vida, pienso, no es una línea recta, ni la suma de decisiones lúcidas, ni siquiera una narración coherente de nuestro destino. Es más bien una flor, una forma viva que se abre hacia la luz, aunque ignore dónde está el sol. Una flor que crece sin entender del todo su suelo, que a veces se cierra para protegerse del frío, que aprende a esperar la lluvia y sobrevive al viento. Una flor sin prisa, pero sin tiempo que perder. Si hay algo de lo que sabe, es de lo efímero. Quiere sentirlo todo....