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Arte povera

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No tengo muy claro cómo he despertado hoy, este domingo raro que no se parece a los demás. No diría que estoy bien ni mal, simplemente estoy distinto, como si me hubieran cambiado piezas durante la noche y ahora tuviera que acostumbrarme a esta versión extraña de mí mismo. Me busco en lo que quedó de la madrugada. Las vueltas en la cama, el mal dormir, esa sensación de despertar sin tener claro dónde estaba. No literalmente, claro, sé perfectamente el lugar, pero al mismo tiempo no lo reconozco. Es un escenario que se supone conocido, casi rutinario ya, pero que de pronto se me presenta como si fuera nuevo, como si alguien hubiera movido las paredes de sitio mientras yo dormía. Supongo que eso tienen las vacaciones, que te arrancan de tu mundo habitual para lanzarte a otro que en teoría debería ser relajante, pero que a veces se siente más como un decorado mal montado. Yo no hablo de realidades, porque a estas alturas ni siquiera sé muy bien qué es lo real y qué no.  Puedo descri...

Economía de claridad

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  La simpatía no se negocia. La antipatía golpea sin más. Todo lo demás son gestos medidos, palabras que tintinean a cortesía, sonrisas afinadas.   Debajo, la verdad espera. Oscura. Paciente. Invisible a quienes buscan brillo.   Los grises existen para los que creen que todo puede unirse si se insiste lo suficiente. Pero el cinismo camina entre ellos. Pisa leve. Mira profundo. Registra máscaras, hilos cosidos sobre fragilidad.   No es dureza. No es maldad. Es economía. Economía de claridad. Ver lo que es, sin adornos, sin cuentos. Aceptar la contradicción. Disfrutar la hipocresía. No fingir armonía.   Mejor un rechazo que se posa que mil afectos inventados.   La claridad abruma. Golpea. Despierta. Es lo único que respeta lo real. Lo único que deja respirar a quien la mira.   G.G.  

La piel del aire - Me (V)

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  Me recuesto sobre la arena negra. Los pedazos de roca se funden con mi cuerpo como si lo reconocieran. La brisa viene del mar, y el horizonte se despliega ante mi ojos, mirada limpia, sin interrupciones, uniendo cielo y agua en un azul que limita el pensamiento, lo detiene.  A un lado, entre las piedras, percibo algo que no me pertenece, me trasciende, un resto de mí mismo que se deja tocar de nuevo. En la quietud, comienza la exploración de lo que existe y lo que simplemente se insinúa. La piel de aire De lo fatuo, la lámpara que jamás se ofrece al cuerpo, simulacro de calor que quema los ojos, espejismo danzando sobre el lodo seco. De lo vacuo, la habitación donde los silencios se niegan, la palabra se hunde en su propio pozo, la esperanza es cristal sin reflejo, y brilla como un espejo ciego. A veces se rozan. Cuando lo hacen: luz que engaña, hueco que engulle, resplandor sin dueño, temblor sin historia, latido que arde, y a veces… a veces, queda sólo el temblo...

Despertar al atardecer

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Nada vale más que la serenidad que se instala, cuando uno se sabe libre, dueño de su voz y de sus pasos y acepta que a la vida, ni se la arrebata, ni se la empuja, hay que dejarle su tiempo, su espacio... Dejo que se acomode en mis manos hasta hacerla mía, sin prisa, sin atajos. Descubro la felicidad como un estado discreto en el que soy capaz de dejar de huir de mi mismo y, la nostalgia como la consecuencia inevitable pero luminosa, de haber sabido vivir, dejando que la vida se me quedara pegada en la piel. Estado discreto  La serenidad es, como esa inquilina sin contrato,  que se instala, redibujando la casa que creí mía.  Soy dueño de la voz,  y la vez,  dueño de unos pasos que dudan siempre si avanzan por la acera correcta o la contraria, pero nunca de hacerlo hacia el frente. No trato de arrebatarla a la vida, tampoco la empujo: los trenes se retrasan incluso cuando parten a tiempo. Sólo queda ofrecerle un banco vacío,  un hueco en la mano y esper...

Pastor de pensamientos

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Un espesor de piedra se derrama en la penumbra, la ciudad duerme bajo faroles pálidos, y la fachada de Cano se alza ante mí como un acantilado mineral. Al fondo, un murmullo apenas audible me transporta a otra geografía:  un rebaño sin nombre se disgrega en los escalones de la Catedral.  Yo, pastor ausente,  cuento pensamientos en vez de ovejas,  cada idea una ramita,  cada desvelo un pedazo de pasto disperso,  y yo, ausente,  flotando entre mil derivas,  soñando amapolas en tierras que nunca camino.  El cansancio desconoce el destino.  La belleza nunca salva.  La belleza nunca hiere.  La belleza apenas acompaña,  como la sombra de un árbol acaricia un adoquín abrasado,  a la espera de que la noche abra su telón de estrellas.  Me nombro bucólico,  incomprendido,  extraviado entre campo y ciudad,  entre pasto y piedra,  entre lo que miro y lo que sueño. G.G.

Nueva(mente)

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Ilustración: "Un abrazo en el sofá". Laura Carrillo Rodriguez Se acerca el día. Mi primer libro de poesía no tardará en publicarse. Mente en Blanco , se titula. Es un reflejo de un tiempo en que todo parecía mezclarse sin orden alguno, el dolor, el amor, la inocencia, el miedo… demasiado de todo. ¿El resultado? No lo sé. No es un logro. Tampoco una lección aprendida. Es algo más confuso, más extraño, algo que no encaja en palabras como “madurez” o “crecimiento”. Es lo que quedó de mí cuando todo eso chocó y siguió vivo, insistente, reclamando ser sentido, pensado, escrito. Hoy he dormido ligero, como soñando despierto. Las horas pasaban mientras los versos se ordenaban lentamente en mi cabeza, preparándose para ser escritos al levantarme. Con el café caliente en la mano, de forma lenta pero fluida, como siempre. No sé por qué, pero algo dentro de mí me dice que esta poesía debería haber estado incluida en el libro, ser la última, el broche final… pero eso ya no puede ser....

Jaulas invisibles

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  Hace unos días empecé a leer Manifiesto Contrasexual de Paul B. Preciado, y me está removiendo más de lo que esperaba. Habla del binarismo hombre/mujer como una estructura política y económica que ha tejido la vida durante siglos, y de cómo ese orden no es natural, sino fabricado para mantener el poder. Esa idea me obliga a mirar hacia fuera y hacia dentro al mismo tiempo, como si de repente viera las costuras de algo que siempre creí liso. Pero, en realidad, esa sensación me acompaña hace tiempo. Lo he dicho en textos míos, como uno que escribí después de la cena de Nochebuena con la familia, el pensamiento crítico está desapareciendo. Es una idea que me ronda desde hace tiempo. Ayer vi un video que lo explicaba con claridad. Los poderes están conduciendo a la sociedad hacia el no pensar, hacia una reducción paulatina de nuestra capacidad cognitiva. No es un hecho aislado ni repentino. Es una corriente lenta y silenciosa que nos arrastra sin que lo notemos. Y no ocurre en e...