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Efecto Forer

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  Últimamente leo el horóscopo casi todos los días. Me aparece en el teléfono como si supiera cuándo estoy más pensativo, más dispuesto a encontrar sentido en lo que parece azar. Y lo curioso es que, muchas veces, al leerlo, tengo la sensación de que alguien me está escuchando. No es una exageración. Me ocurre que coincide exactamente con lo que estoy pensando. No lo interpreto, no lo adapto. Simplemente, está escrito tal cual, como si hubiera salido directamente de mi cabeza. Sé que no está dirigido solo a mí. Sé que ese mismo texto lo leen miles de personas. Pero aun así, hay días en los que me resulta imposible no sentir que ese mensaje me nombra sin nombrarme. Como suelo darle vueltas a todo, porque lo necesito, porque me sale así, me puse a investigar. Quería entender por qué ocurre eso. Y me encontré con algo llamado efecto Forer, un fenómeno psicológico bastante curioso, descubierto en 1948 por el psicólogo Bertram R. Forer. El experimento fue sencillo pero revelador. Les pi...

Reciprocidad

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Un día cualquiera, no por azar por supuesto, sino por un trabajo personal de introspección profundo, uno despierta con la creencia de que la reciprocidad es el centro invisible de todo lo que funciona. No como acto reflejo, ni como respuesta mimética, sino como el arte de equilibrar lo que se da con lo que se recibe, aunque no se parezca, aunque no se mida con las mismas unidades. Ser recíproco no es repetir ni devolver, sino corresponder. Dar tanto como el otro da, aunque los lenguajes del afecto sean distintos, aunque el gesto no tenga la misma forma, pero sí el mismo peso. Aquí está la clave. La reciprocidad nace de la empatía, sí, pero también del respeto profundo por la alteridad, de la capacidad de aceptar las necesidades ajenas aunque no se compartan, de ese saber estar que no exige ni invade. Arendt hablaba de la acción como el lugar donde la pluralidad humana se expresa; ahí, en ese espacio común, solo la reciprocidad nos permite convivir sin disolvernos, reconocernos sin abso...

La Casona de Castilnovo

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Me marché el viernes de Madrid con una ligera incomodidad, esa que se siente como un cuerpo ajeno clavado en los huesos. No era cansancio ni desánimo, era hartazgo puro, el de estar siempre en guerra con uno mismo. Me fui sin más mapa que el deseo de no seguir fingiendo. No busqué rumbo ni respuestas. Solo quería estar lejos, estar solo. Terminé en Valdesaz, en La Casona de Castilnovo, esa casa rural donde el tiempo parece haber olvidado su tarea, donde los muros guardan secretos sin preguntar.  (Sin relojes de verdad, porque Jonás, el dueño, rompió el único que había intentando ponerlo en hora). Llegué con la excusa de trabajar, aunque sabía que no escribiría ni avanzaría en nada de trabajo, sin embargo si pude escribir. Escribir se vuelve más sencillo cuando uno se reconoce en la página. Cené, dormí temprano, desperté sin objetivos ni prisas. Caminé con paso firme, sin rumbo, con la ligereza de quien ya no carga nada. Crucé campos, llegué al castillo, leí sin afán, escribí sin de...

Sustain

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  A mi primo A.A. By G.G. A veces uno cree que da, que ofrece, que sostiene,  pero al tender la mano descubre que,  también necesitaba tacto. Hay silencios que no se curan a solas. Hay miradas que nos devuelven fragmentos perdidos de nosotros mismos. La sonrisa que vuelve, torpe, apenas insinuada no es solo alivio, es la forma más pura del sustain. Ese sostener sin peso, sin ruido, sin exigencia de retorno. El miedo, la ansiedad, la inseguridad... Nombres prestados de una mente que olvida lo esencial. Basta un gesto limpio, una presencia real, para que todo lo oscuro comience a retirarse. Sustain, es elegir quedarse, acompañar el temblor sin intentar apagarlo, habitar el dolor ajeno... sin miedo a que contamine. Mirar con calma lo que asusta y encontrar en ese mirar...  un espejo Lo importante no siempre repara pero reconcilia. G.G. apoyándose en A.A.

Valdesaz del Condado

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No un paseo, no un regreso, no un recuerdo, una forma de presencia cálida instalada en el cuerpo. Sin palabras, sin urgencia. Memoria que se detiene en silencio. El sol acompaña, resplandece gastado. Paredes bajas y árboles sabios. Aire lleno de pausas. Canto lejano. Secretos entre ramas. Sonrisas que no aparecen, brillos en los bordes de la mirada. Abrazos ausentes que sostienen. El viento roza la piel con la delicadeza del pasado. El silencio de las flores guarda misterio. Calladas, intactas. Negadas a ser pronunciadas. La iglesia ofrece sombra sin fe. El castillo rendido a la ternura de los siglos. En los riachuelos, el agua tintinea en cascadas pequeñas, sonido leve entre lo visible y lo sentido. Flores, espigas, sendas abiertas. Todo guarda algo sin pedir presencia, promesas sin futuro. Camino sin buscar, me dejo habitar por lo que permanece, Sin dolor. Sin alegría. Paz que nace cuando sabes que lo perdido no está ausente. Lugares que quedan dentro, no por lo que fueron,  sino...

cuidar de mi (locura)

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no sé si estoy cambiando, o si solo me estoy perdiendo distinto todo lo que intento entender, se escapa antes de que lo mire bien hay momentos en los que parezco estar, pero no estoy  no hay dolor, pero tampoco hay centro me muevo por inercia, aunque no crea en el destino, aunque no crea en casi nada  he dejado de explicarme, porque nada suena cierto cuando lo digo me habito a medias, como si temiera ocuparme del todo no espero respuestas, pero igual pregunto algo tiene que romperse, o quizá ya se rompió y esto es solo lo que queda,  y aún así hay una especie de calma en no tener que ser nada para nadie en este lugar sin testigos, sin exigencias, sin más responsabilidad que cuidar de mi propia locura  y aunque no lo diga en voz alta, sé que estoy mejor no quiero cuidar a nadie ni que me cuiden, solo compartir y que me compartan cierro puertas pero abro ventanas los corazones vuelven, ellos no exigen, vienen sin disfraz, es lo más parecido a la verdad ese, ese es mi t...

Estás aqui. Y eso basta Manolete.

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  No hace falta que corras. No tienes que buscar respuestas fuera. No tienes que demostrar nada. Solo quedarte. Respirar. Escuchar. Estás donde estás porque este es el lugar al que tenías que llegar para empezar a comprender. Para saber, por fin, que no se trata de llenar vacíos, ni de perseguir sombras, ni de insistir en caminos que no llevan a ningún sitio. Se trata de estar. De habitarte. De dejar de huir. No tienes que salvarte en alguien. No tienes que justificar la tristeza. Solo tienes que reconocerte. Sentir el peso exacto de lo que eres. Y sostenerlo. La calma no es algo que te van a dar. Es un lugar al que regresas cuando dejas de mentirte. Cuando te miras con verdad. Cuando aceptas que a veces lo único necesario es no moverse, no correr, no pedir. Solo estar. Estás No corras. No preguntes. No intentes entenderlo todo de golpe. Hay un lugar en ti que no exige, que no reclama certezas, que solo te pide presencia. Quédate. Aunque duela. Aunque el silencio arda. Aunque el cu...