Efecto Forer
Últimamente leo el horóscopo casi todos los días. Me aparece en el teléfono como si supiera cuándo estoy más pensativo, más dispuesto a encontrar sentido en lo que parece azar. Y lo curioso es que, muchas veces, al leerlo, tengo la sensación de que alguien me está escuchando. No es una exageración. Me ocurre que coincide exactamente con lo que estoy pensando. No lo interpreto, no lo adapto. Simplemente, está escrito tal cual, como si hubiera salido directamente de mi cabeza.
Sé que no está dirigido solo a mí. Sé que ese mismo texto lo leen miles de personas. Pero aun así, hay días en los que me resulta imposible no sentir que ese mensaje me nombra sin nombrarme.
Como suelo darle vueltas a todo, porque lo necesito, porque me sale así, me puse a investigar. Quería entender por qué ocurre eso. Y me encontré con algo llamado efecto Forer, un fenómeno psicológico bastante curioso, descubierto en 1948 por el psicólogo Bertram R. Forer.
El experimento fue sencillo pero revelador. Les pidió a sus alumnos que completaran un test de personalidad y, al día siguiente, les entregó a cada uno un supuesto análisis basado en sus respuestas. Les pidió que valoraran qué tan preciso les parecía. La mayoría lo consideró muy acertado, con una media de 4,26 sobre 5. Lo llamativo es que todos habían recibido exactamente el mismo texto.
Una serie de frases ambiguas y generales como
“Tienes necesidad de que otros te aprecien, pero sueles ser crítico contigo mismo”,
“Ocultas cierta inseguridad tras una apariencia de control”,
“Tienes mucho potencial sin aprovechar”.
Así funciona el efecto Forer. Nos identificamos con descripciones vagas porque tenemos la capacidad de completarlas con lo que somos, con lo que vivimos, con lo que sentimos.
Y, sin embargo, hay algo más. Porque por más que lo sepa, por más que entienda cómo funciona el mecanismo, lo cierto es que hay momentos en los que el horóscopo no parece encajar más o menos. Encaja con precisión. Dice, palabra por palabra, justo lo que estoy pensando. No lo insinúa, no lo sugiere. Lo dice. Y lo dice como si fuera mío.
No tengo claro por qué ocurre. Y tampoco sé si necesito una explicación. No quiero menospreciar la astrología. Al contrario, creo que hay mucho que aún no entendemos y que, de algún modo, el universo tiene sus propios lenguajes. Lo que me intriga es esa sensación casi mágica que aparece cuando una frase escrita para todos se vuelve, de pronto, algo íntimo.
Llegados a este punto, y como prefiero ser el director de mi vida, el director de orquesta que decide el tempo, la tonalidad, el momento exacto en el que entra cada instrumento, incluso los silencios, he decidido dejar de leerlo. No porque crea que me sugestiona, ni porque desconfíe de lo que dice, sino porque prefiero la incertidumbre y la aventura a las expectativas. Prefiero desafinar si hace falta, improvisar sobre la partitura, detenerme cuando todos esperan un crescendo. Que no haya un compás marcado desde fuera. Que la armonía me pertenezca, incluso cuando no la entienda del todo, que suele ser lo habitual.
G.G.

Te acuerdas? A mi me sugestionaba, y por eso mismo y por lo que muy bien explicas, dejé de leerlo ;)
ResponderEliminarMe acuerdo, me acuerdo. Jajaja
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