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Estar en Paz.

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  Hay una tranquilidad que no se finge. Llega sola, cuando ya no hace falta discutir, ni ganar, ni tener razón todo el tiempo. Es una calma que aparece después de muchas idas y vueltas, cuando uno empieza a entenderse de verdad. Hoy me siento bien. Estoy en casa, con una copa de vino y Almendra entre las manos, el libro de Won-pyung Sohn que narra la vida de Yunjae, un niño con alexitimia, una condición neurológica que le impide identificar y expresar sus emociones. No es que no quiera sentir, es que no puede. Y eso me conmueve. Qué difícil debe ser vivir sin entender qué te pasa por dentro. Sin poder nombrarlo. Sin poder compartirlo. Mientras lo leo, pienso en cuánto valor tiene poder sentir, pero también en lo necesario que es aprender a manejar lo que uno siente. No se trata solo de dejar que las emociones fluyan sin control, sino de saber encauzarlas, darles un lugar. Entenderlas, para que no nos arrastren. Pienso también en Simmel, que últimamente vuelve a cruzarse en mis lec...

Instrucciones para desviarse

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  Hoy te has levantado con el propósito de avanzar en el máster. Toca estudio, concentración, Kant y Rousseau. Tenías que preparar una intervención sobre el sujeto ilustrado, la voluntad general, la razón práctica. Qué maravilla. Y sin embargo, como ya viene siendo costumbre, te has desviado. En lugar de escribir ese ensayo que debes entregar el día 22 de abril, estás aquí, redactando pensamientos que nadie ha pedido, hilando reflexiones que no figuran en el programa de estudios. Muy bonito todo. Muy responsable. Y sin embargo… no puedes evitarlo. Has llegado hasta aquí, solo. No por elección, sino por consecuencia. No por despecho, sino por lucidez. Has desandado el camino del deber y del deseo, y te has descubierto en medio de una intemperie que no esperabas, sin abrigo alguno salvo tu propia conciencia. Lo entendiste tarde, quizá, pero a tiempo. Que no había ley moral universal que pudiera sostenerte cuando la estructura interna comenzó a colapsar; que la supuesta armonía del mu...

El filo de la palabra y la ternura del vínculo. Una máscara menos. Más intensidad.

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  Llevo casi un mes escribiendo sobre esto. Sobre la amistad. Sobre lo que para mí significa. He llenado notas, frases sueltas, tachones, y ayer publiqué en mi blog un texto que titulé No es un adiós, es un hasta siempre , acompañado de una poesía que hablaba de la necesidad de tomar distancia cuando una amistad se vuelve demasiado pesada, cuando la intensidad empieza a ahogar más que acompañar, y cuando te das cuenta de que no hay un verdadero entendimiento. No ha sido fácil escribirlo. Porque la amistad, cuando es verdadera, duele incluso cuando se fractura sin romperse. Este texto que comparto ahora no surge de un impulso repentino. Es una reflexión masticada, sentida, vivida. Es el resultado de todo lo que he ido pensando durante este tiempo. No sobre lo que los demás creen que es la amistad, sino sobre lo que para mí significa. Y por eso no puedo hablar desde un lugar neutro, ni tibio, ni académico. Hablo desde mí. Desde lo que soy y desde cómo entiendo el vínculo cuando real...

Insomnio

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  Anoche no podía dormir. Hasta las tres y media de la mañana, el pensamiento se volvió una sala sin ventanas, todo lo que no había dicho caminaba por dentro, sin zapatos y sin miedo. No era tristeza, era otra cosa. Algo parecido a la necesidad de entenderme desde otro ángulo, como cuando se gira un papel arrugado y de pronto se lee un mensaje. Escribí. No sé si eran versos, notas, fragmentos, pero ahí estaban. Inconexos, sí, como si cada línea hubiese llegado de otro tiempo o de otro yo. Y, sin embargo, todo tenía sentido. Como esos papelitos escondidos en las galletas de la suerte que, aunque vagos, parecen hablarnos a solas. No quiero que esas palabras se pierdan como historia efímera. Porque lo que se escribe sin dormir también pertenece al día. Y a lo que viene. Ninguna tiene título, pero no les hace falta. 0. La dignidad se esconde a veces bajo capas de polvo que nadie barre. No hay forma definida en lo que se rompe sin ruido. Un gesto, apenas un parpadeo, puede arrastrar sig...

No es un adiós, es un hasta siempre

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  Hay decisiones que no llegan con estruendo, sino con el susurro firme de la claridad. A veces no hay un motivo único ni una escena final. Solo el cuerpo, la mente, el alma toda, aunque no sepamos bien dónde se aloja, empiezan a entender que algo ya no es refugio, que no abriga, que se ha convertido en un lugar donde el silencio pesa más que la presencia. Poner un punto final no siempre es un acto de ruptura. A menudo es una forma de cuidado. Un gesto amable hacia uno mismo, una manera de proteger la paz que hemos aprendido a construir. No se trata de renunciar por miedo, ni de cerrar por orgullo, sino de reconocer que hay vínculos, caminos o historias que, por más que nos duelan, ya no tienen un lugar justo en el presente.  Aceptar esto no significa dejar de querer, sino aprender a quererse más. Entender que el cariño no se mide por cuánto se insiste, sino por cuánto se respeta. Y que alejarse puede ser, en ocasiones, la manera más honesta de permanecer fiel a uno mismo. Cer...

El olvido de lo compartido

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  Tengo mucho que decir, muchas palabras encerradas queriendo salir. Estoy escribiendo un ensayo sobre G. Simmel, y me paro a pensar en su concepto "blasée", esa actitud humana completamente desensibilizada, alienada por la metrópoli y la vida social.  No se trata de lo pronto que se nos olvidan las cosas, sino de todo aquello que ni siquiera llegamos a recordar porque vivimos en un individualismo tan absoluto, tan cuidadosamente construido por el sistema social que nos rodea, que ya no nos parece importante. Ni capitalismos, ni comunismos, ni repúblicas, ni autocracias. No es una cuestión de etiquetas. Hablamos de un sistema económico que ha perfeccionado la idea de que el mérito es exclusivo, que el esfuerzo es propiedad privada y que el éxito tiene una sola firma: la nuestra. Y no. No es así. Al menos yo, no lo veo así. Se nos olvida que si hemos llegado hasta aquí es porque alguien nos trajo al mundo. Alguien nos parió con dolor y nos sostuvo en brazos cuando ni siquiera ...

En piezas. Completo. (Layla. Amrou Al-Kadhi. 2024)

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Esta tarde vi una película que no sabía que iba a deslizarse tan hondo dentro de mí. Se llama Layla . Una historia contenida y feroz. El retrato íntimo de una drag queen palestine, criada en Inglaterra, que transita entre dos orillas sin encontrar refugio completo en ninguna. Dos mundos que le moldean y le desgarran a partes iguales, donde ser une misme no es una conquista, sino una renuncia constante. Y no fue solo su historia. Era, en el fondo, la historia de tantes que viven en el umbral, que aprenden el lenguaje de la supervivencia antes que el de la plenitud. Una vida a medias. Y cuando lo vi con tanta claridad en elle, algo dentro de mí también se estremeció. Porque hay una parte de nosotres que se reconoce en quien, para poder respirar con libertad, tiene que soltar. Aunque duela. Y no hablo sólo de soltar relaciones, hablo de soltar peso. Conducta, expectativas, costumbres y sobre todo, miedos. Aunque parezca que romperse sea la única forma de reconstruirse. Layla y su pareja v...