Instrucciones para desviarse

 



Hoy te has levantado con el propósito de avanzar en el máster. Toca estudio, concentración, Kant y Rousseau. Tenías que preparar una intervención sobre el sujeto ilustrado, la voluntad general, la razón práctica. Qué maravilla. Y sin embargo, como ya viene siendo costumbre, te has desviado. En lugar de escribir ese ensayo que debes entregar el día 22 de abril, estás aquí, redactando pensamientos que nadie ha pedido, hilando reflexiones que no figuran en el programa de estudios. Muy bonito todo. Muy responsable.

Y sin embargo… no puedes evitarlo.

Has llegado hasta aquí, solo. No por elección, sino por consecuencia. No por despecho, sino por lucidez. Has desandado el camino del deber y del deseo, y te has descubierto en medio de una intemperie que no esperabas, sin abrigo alguno salvo tu propia conciencia. Lo entendiste tarde, quizá, pero a tiempo. Que no había ley moral universal que pudiera sostenerte cuando la estructura interna comenzó a colapsar; que la supuesta armonía del mundo natural nunca fue tu refugio, sino una ficción que te impedía asumir lo fragmentario.

Kant te enseñó a obedecer una razón que pretendía ser de todos. Rousseau, a sospechar del artificio del mundo. Pero ahora sabes que ni la ley ni la naturaleza bastan. Que no hay un tú verdadero aguardando en el fondo. Que no hay forma pura de ser. Solo este espacio roto, este pliegue donde cada palabra que intentas usar para nombrarte se quiebra antes de pronunciarse del todo.

La soledad, entonces, no es exilio, es resistencia. No es castigo, sino tránsito. En ella no encuentras respuestas, pero tampoco las necesitas. Encuentras silencio. Y en ese silencio, algo se conmueve. No es paz, eso sería un atajo narrativo, es algo más hondo, es una especie de temblor quieto que te dice que estás, que aún eres, aunque no sepas muy bien qué.

Has puesto los pies en la tierra, sí, pero has entendido que esa tierra es inestable. Que caminar no es avanzar, sino aceptar que el suelo tiembla. Que no hay dirección, pero sí intención. Y que esa intención basta. Ya no te urge completarte. Has dejado de buscar la unidad, la forma definitiva, la promesa de un orden. Prefieres el vértigo. Prefieres ser el que se desarma con dignidad.

Y es desde ahí, desde esa herida que no supura, desde esa grieta que no cierras, que eliges seguir. Con todas tus partes sueltas, con todos tus bordes deshilachados, con el peso de una soledad que ya no niegas. Porque has comprendido que en esa indefinición hay algo profundamente tuyo. Algo que no necesita nombre, ni causa, ni redención. Solo presencia.

G.G.

Comentarios

  1. Alberto Aguadero Gabriel20 de abril de 2025 a las 15:17

    Qué oportuno. El pararse para entenderse. Después podrás hacer el trabajo con algo más de facilidad.

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  2. Jajajaja, pero primo, si lo único que hago es pararme a entenderme y no soy capaz. Al revés, he decidido dejar de entender nada, y dejarme llevar, que será mucho más sencillo, más mundano, y más enriquecedor.

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