El filo de la palabra y la ternura del vínculo. Una máscara menos. Más intensidad.
Llevo casi un mes escribiendo sobre esto. Sobre la amistad. Sobre lo que para mí significa. He llenado notas, frases sueltas, tachones, y ayer publiqué en mi blog un texto que titulé No es un adiós, es un hasta siempre, acompañado de una poesía que hablaba de la necesidad de tomar distancia cuando una amistad se vuelve demasiado pesada, cuando la intensidad empieza a ahogar más que acompañar, y cuando te das cuenta de que no hay un verdadero entendimiento. No ha sido fácil escribirlo. Porque la amistad, cuando es verdadera, duele incluso cuando se fractura sin romperse.
Este texto que comparto ahora no surge de un impulso repentino. Es una reflexión masticada, sentida, vivida. Es el resultado de todo lo que he ido pensando durante este tiempo. No sobre lo que los demás creen que es la amistad, sino sobre lo que para mí significa. Y por eso no puedo hablar desde un lugar neutro, ni tibio, ni académico. Hablo desde mí. Desde lo que soy y desde cómo entiendo el vínculo cuando realmente importa.
No creo en una amistad que se mida con regla, ni que se pese en la balanza de las formas. No creo en los vínculos que exigen compostura ni en las relaciones que se tambalean ante la palabra inoportuna. Para mí, la amistad no es una flor de invernadero; es más bien una maleza salvaje, resistente, capaz de brotar incluso en la grieta más árida.
No importa si el carácter difiere. No importa si uno grita y el otro calla, si uno hiere con palabras y el otro con silencios. La amistad, la verdadera, sobrevive a todo eso. No porque ignore el daño, sino porque lo comprende. Porque ve más allá. Porque conoce lo que sucede. Porque elige quedarse. Porque entiende que hay gestos que hieren pero no matan, que hay palabras que duelen pero no anulan, que hay errores que, si bien no se celebran, tampoco se condenan para siempre.
Yo soy, probablemente, un bocazas. De esos que hablan antes de pensar. De los que dicen lo que no deberían decir en el peor momento posible. Las palabras, en mí, no siempre piden permiso. Se abren paso como cuchillos. A veces atraviesan, y lo sé. Pero a veces, no puedo pararlas. A veces corto donde quería acariciar. Pero quien me conoce lo sabe. Sabe que mis palabras no siempre son suaves, pero que mi presencia es inquebrantable. Sabe que si me necesitas, estoy. Que si te caes, corro. Que si me haces daño, me duele, sí, pero no me voy. Que incluso por encima de mi torpeza, de mi impulso, de mis propias contradicciones, permanezco.
Porque eso es para mí la amistad, no la perfección del vínculo, sino su persistencia. No el acuerdo constante, sino la voluntad de seguir a pesar del desacuerdo. No la ausencia de heridas, sino la promesa silenciosa de que las cicatrices no separan.
Un amigo es quien se alegra de que estés bien, aunque no sea su mejor momento. Un amigo es quien intenta evitarte el dolor, aunque tenga el suyo. Un amigo es quien se traga el orgullo si le llamas en mitad de una pelea. Un amigo no necesita que midas cada palabra, necesita saber que, tras ellas, estás tú.
Y si lo estás, de verdad, de fondo, de raíz, entonces todo lo demás, incluso lo que duele, encuentra su lugar.
No es una forma cualquiera de ver la amistad. Lo sé. Y también sé que no todo el mundo la comparte. Pero para mí es así o no es. Y no lo digo con reproche, ni con soberbia, lo digo como quien deja una carta sobre la mesa: clara, firme, sincera.
No quiero amistades que dependan de mi contención. No quiero vínculos que midan cada gesto como si fuera una prueba. No quiero estar cerca de quien valora más lo dicho que lo hecho. Y yo vivo ahí. No tengo otra manera de hacerlo.
Las palabras, sí, pueden ser puñales, pueden ser precipicios. Pero lo que uno hace después, cuando el ruido se apaga, cuando el orgullo se repliega, cuando queda solo calma, es lo que define el vínculo. Ahí es donde yo reconozco la amistad.
Así que este es, también, un límite. Una declaración. Una forma de decir que no voy a mendigar entendimientos imposibles, ni a fingir versiones de mí que no me pertenecen.
Sobre todo esto último.
Sobre todo esto último.
Llevo años, demasiados, intentando ser alguien aceptable para todos, hasta convertirme en alguien que no acepto yo. Y ya no. Necesito ser yo mismo, reconocerme en el espejo sin desvíos, sin disfraces. Salir a la calle con la frente en alto, orgulloso de quien soy, le pese a quien le pese.
Digo esto con el corazón en la mano, roto y hundido en una tristeza que pesa. Me estoy quitando un abrigo que no abriga, una máscara más, de tantas que he tenido que llevar.
La amistad, tal como la entiendo, puede herirse, puede tambalear, pero no se escurre. No desaparece.
G.G.
Perdón, quisiera cerrar este entrada, como yo la llamo, con una poesía que le escribí hace unas semanas a una amiga, para explicarle como veía yo la "intensidad", si, porque si algo tengo que admitir, es que lo soy. Como siempre, gracias por leerme.
Sin máscara (nombre original Intensidad)
La intensidad es vivir sin diluirse.
Es sentir algo y no esconderlo.
Es mirar a alguien y no querer mirar a nadie más.
Es una conversación a medianoche que parece cambiarlo todo.
Es llorar sin pedir perdón.
Es reír como si no existiera el después.
Es querer sin medida, pero también irse sin medias tintas.
La intensidad no es descontrol.
Es presencia absoluta.
Es estar en el ahora como si fuera lo único real.
Es esa forma de existir que no se contenta con lo superficial, que araña, que busca fondo, sentido, raíz.
Puede incomodar.
Porque donde hay intensidad, no hay indiferencia.
Y eso asusta.
La intensidad es esa gente que no sabe pasar desapercibida,
no porque lo intente, sino porque es.
Gente que habla desde el centro del pecho, que ama con vértigo,
que se queda o se va, pero nunca a medias.
Y sí, la intensidad puede doler.
Pero también salva.
Porque nada es tan vacío como una vida que se vive tibia,
donde nada arde, donde nada importa demasiado.
G.G.

Que buena definición de la amistad, hermano!!!❤️❤️❤️
ResponderEliminarLa única que puedo dar yo hermana. Tal cuál la veo.
ResponderEliminarPues es la misma forma en la que yo la veo y no, no todo el mundo lo entiende. 🫂
ResponderEliminarY de la misma forma veo la relación "hermanil" verdadera, que no deja de ser una forma de amistad...Si se quiere. 😉
ResponderEliminarSe me ponen los pelos de punta con estos escritos tan llenos de yantar cosas, se sinceridad sobre todo y de ganas de ser escuchado. Uf y que además estemos conectados de cierto modo en las cosas que nos inspira a crear. Maestro! Gracias
ResponderEliminarCalla, calla, que tu eres un artista
ResponderEliminarAsí es
ResponderEliminarSincero, intenso, profundo, auténtico, leal, generoso, así eres y tienes razón en no querer cargar más con ese abrigo que no abriga, es mucho mejor caminar con el Alma en pelotas... Tienes toda la razón...
ResponderEliminarY que esos abrigos y esas máscaras las luzcan otros, los que quieran esconderse para encajar
Gracias
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