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Partitura performativa de una vida

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  Madrid, abril 2025       En  silencio         entre  el leve temblor         de las cosas      cuando cambian de dueño         de temperatura         de historia      Libros apilados         vértigo doméstico      tazas que olvidan bocas         cajones que ensayan         nuevas formas de contener el orden     Bisagras retiradas         crujidos que no llegan     aire que no se queja   Cristal enturbiado         polvo que nadie quiso limpiar     lo que queda en pie         cuando el hábito se desvanece   Palabras disueltas       saliva       resto         traza   Un yo que no se firma         nombre que se diluye en silencio   Barro tibio         inercia que se hunde     sonrisa que se abre por inercia         mapas que no existen     cartas que no guían         tic tac que ya no mide   Después         algo se abre     mínimo         imperfecto     raíz         giro que persiste     miedo que permanece         sin desarmarse del todo   Raíz que se eleva            ESPERANZA QUE ...

Rope Piece. Mi propia interpretación

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  Ayer descubrí Rope Piece , la performance de Tehching Hsieh y Linda Montano, y desde entonces no puedo dejar de pensar en ella. Pasaron un año entero atados por una cuerda de dos metros, con la regla de no tocarse nunca, compartiendo el espacio y la rutina sin fundirse, sosteniéndose uno al otro sin perder su individualidad. Anoche, entre la tos del catarro y los ratos de insomnio, la cuerda apareció en mi cabeza como un hilo tenso que une y separa, que obliga a coexistir y, al mismo tiempo, enfrenta a cada uno con su propia necesidad de libertad y compañía. No puedo dejar de relacionarlo con mi propia vida, con las relaciones largas que he tenido, con las relaciones que mantengo en la actualidad, con esos vínculos donde la cuerda nunca existió físicamente, pero siempre estuvo presente. Que está presente. Esa cuerda invisible existe porque nunca podemos controlar lo que no es tangible, los sentimientos del otro, los propios deseos que surgen y se entrelazan con los ajenos, la m...

Amor

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  Hoy amanece en mí, como si alguien ajeno, pero idéntico, se atreviera a hablar con mi garganta, arrojando fuera lo que fermentaba en silencio: estiércol antiguo, cansancio acumulado, palabras que se pudren y germinan a la vez, buscando grietas en la arena yerma, inventando allí un jardín improbable, un brote diminuto que insiste en volverse bosque, aunque el aire sea áspero, aunque la sequía no ceda. Gracias Cristina. Aprender a aceptar quienes somos, sin esa voracidad de máscaras que traduce deseo con carencia y silencio con error, sería quizá, la primera lección clandestina del amor, esa que no se escribe, esa que sólo se intuye, cuando ya hemos dejado perder lo irrecuperable. Porque no, no existe catálogo de maneras, ni inventario de versiones intercambiables. No. El amor no es un Lego, el amor conoce un idioma único, el amor es sinfonía, lo demás son dialectos diseñados por el miedo, por ese calendario que nos ordena obedecer la estación, cubrirnos de lana ...

Contrato de convivencia emocional

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  Texto abril 2025 Hoy rescato este texto escrito hace ya algunos meses, uno de esos días de fortaleza emocional y esperanza. Revisando mis textos, lo he localizado. Me ha recordado la necesidad imperiosa de no olvidarlo, y la vez, recordarme quién soy.  Entre las partes firmantes: Parte A (también conocido como "El que a veces tiene razón") Parte B (también conocido como "El que a veces también tiene razón") SE ACUERDA: Artículo 1. Se reconoce solemnemente que en ocasiones se producirán discusiones, debates, intercambios acalorados de ideas o batallas de egos elegantemente camufladas. Artículo 2. Se establece que ninguna discusión, por encendida que sea, tendrá como consecuencia la ruptura, el dramatismo absoluto o la retirada emocional al rincón de los "ya no me hables jamás". Artículo 3. Ambas partes se comprometen a recordar que el verdadero objetivo de cada desacuerdo no es la victoria, sino el entendimiento (o, en su defecto, la risa después...

Orogenia humana

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El humano no aprendió a caminar, fue la tierra quien le enseñó a sostenerse. El barro se alzó con él, le prestó su fuerza de raíz paciente, y el cielo, abierto como un fruto, le regaló el deseo de mirar más lejos.   No fue el hombre quien inventó el fuego, la chispa estaba ya en el aire, esperando una mano temblorosa que quisiera llamarla hogar. Y aún hoy, al mirarnos arder, el fuego nos pregunta si somos dignos de su ternura.   La evolución ha sido el rumor del agua que se extiende, no ha sido conquista, un árbol que se abre paso entre las piedras, su única voluntad de crecer hacia la luz.   Amar al hombre es reconocer su torpeza, y también la luminiscencia secreta. La frágil intención, el débil deseo, de acariciar lo que no entiende, de guardar silencio ante lo que le (ex)cede.   Porque amar es también orogenia: el choque de dos placas invisibles que al encontrarse levantan cordilleras, la presión callada de lo profundo que da forma al relieve de la ternura, la pac...

Impermanente

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  Camino por la cocina. Al tocar mis pies descalzos, descubro fragmentos de otro yo, un yo que escapaba. Comienzan a reconocerse. La luz entra por la ventana, dibuja líneas en las tazas de café, traza mapas mudos, me atraviesan. Me busco en los bordes de la mesa, en rincones que el tiempo, sigue sin conquistar dentro de mí, en gestos, gestos que dejé colgados... Entre vasos y migas de pan. Fragmentos en mi memoria donde cuerpos se rozan, cuerpos se rechazan, sombras me confunden. Conflicto interior. No es obstáculo; es materia. Construye. Hablo con los silencios. Escucho mi respiración, ya no se acorta. Deseo y miedo se encuentran. No juzgo. Integro lo disperso. No alcanzo la totalidad. Veo límites. Los observo con respeto. Tensión interna buscando paciencia. A veces... Me ecuentro, siento mis faltas transformarse. Pasos que me devulven lo mío, las cartas que nunca abrí. Objetos que forman conjuntos. Los viajes lejanos no rescatan lo olvi...

Atardeceres limpios

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  Atardeceres igual de limpios que el amanecer, como si el cielo hubiese olvidado que existe la fatiga y en su memoria sólo quedaran huellas de claridad, líneas extensas que no saben distinguir la ida del regreso, la infancia de la vejez, la pregunta de la respuesta, porque todo arde y se enfría en la misma transparencia.   Atardeceres donde los árboles, en vez de hundirse en la sombra, se abren como espejos dispuestos a repetir lo que ya dijeron las primeras horas del día. Uno podría confundirse y creer que ha vuelto al principio, sin necesidad de girar el calendario.   Atardeceres igual de limpios que el amanecer, y sin embargo distintos. No son inicio, indican que lo vivido, puede doblarse, recomenzar en otra piel. Que la claridad no es propiedad exclusiva de los comienzos, también de los finales que se dejan ver sin rencor.   G.G.