Entradas

El verdadero camino está en nuestro interior

Imagen
  A lo largo de la vida, nos encontramos con muchos espejos. Algunos reflejan lo que somos, otros lo que desearíamos ser, y algunos más nos muestran un rostro que nos resulta ajeno. En ese juego de reflejos, la tarea más difícil es reconocer quiénes somos realmente, sin dejar que las expectativas del mundo nos transformen en algo que no somos. Cada paso, cada decisión, cada encuentro es una oportunidad para reafirmar nuestra esencia, pero también para cuestionarla, para despojarla de capas que no nos pertenecen. La vida no es una línea recta, ni un camino pavimentado y claro. A menudo es un sendero incierto, lleno de bifurcaciones, de giros inesperados. Hay momentos en los que sentimos que nos perdemos, que nos arrastramos por la corriente sin saber si estamos avanzando o retrocediendo. Pero en esos momentos de aparente confusión, también se esconde la oportunidad de renacer, de reconstruirnos, de aprender. La verdadera fuerza no está en no caer, sino en levantarse una y otr...

La alegria de ser

Imagen
Hay días en los que la vida es un resplandor limpio, una mano tibia que se apoya en la espalda y nos empuja suavemente hacia la luz. Días en los que el aire huele a pan recién horneado, y caminar por la calle es casi un baile, porque todo—el viento, las hojas, la gente que pasa— parece moverse con la música de algo invisible. Ser, a veces, es esto: reír sin darnos cuenta, sentir la piel erizarse al escuchar una voz querida, dejarse tocar por el sol como si nos conociera de siempre. Es mirar a alguien a los ojos y saber que ahí, justo ahí, hay un refugio donde el mundo se aquieta. Pero la alegría no es un himno constante, no es un destello que arde sin tregua. Hay días en los que cuesta encontrarla, donde todo parece hueco, donde el tiempo pesa más de la cuenta. Y, aun así, sin que lo pidamos, regresa. A veces en la espuma del café que se enrosca sobre sí misma, en la carcajada inesperada en mitad del cansancio, en la brisa que entra por la ventana y nos toca la cara como una madre dist...

La grieta en el código: identidad y resistencia en la era digital.

Nos enseñaron a existir en reflejos, a mirar nuestra propia imagen a través de los ojos ajenos. Nos dijeron que éramos libres, pero nos dieron solo dos o tres formas de ser. Nos vistieron con discursos heredados, nos nombraron con etiquetas que otros diseñaron. Nos prometieron conexión, pero nos dieron una red donde colgar nuestras sombras. El poder, nos diría Foucault, no se impone con cadenas visibles. Es más sutil: se infiltra en la lengua, en la norma, en la mirada que dicta qué es digno de mostrarse y qué debe ocultarse. En las redes sociales, el panóptico es un algoritmo que premia la complacencia y castiga la diferencia. Pero hay quienes resisten. Quienes habitan el margen del código, quienes rehúsan la docilidad de los filtros, quienes hacen de su cuerpo un manifiesto, de su identidad un territorio indomable. Allí donde el poder quiere imponer su orden, nacen grietas, espacios de disidencia, huecos donde florece lo inesperado. Y en el amor, ¿somos realmente libres? Sartre ...

El panóptico de luz y sombra

Foucault me advirtió: no hace falta una celda para ser prisionero, basta con saberse observado. Antes, el poder tenía muros, torres que erguían su vigilancia como un ojo omnipresente. Hoy, el panóptico es luz, una pantalla que nos invita a hablar, a mostrarnos, a confesar quiénes somos. No hay carcelero, solo la mirada de muchos, un algoritmo que decide qué versión de mí merece ser vista, cuántos clics vale mi existencia. Me dijeron que era libre, pero entendí que la jaula es transparente, que la vigilancia no impone grilletes, sino deseos: Ser visto, ser validado, ser aceptado. Nos volvimos nuestros propios centinelas, ajustando gestos, palabras, editando el yo hasta encajar en la norma. Pero si el panóptico es luz, la resistencia habita en la sombra. La fuga no es desaparecer, sino multiplicarse. No soy un perfil, soy el rugir de muchas voces, el error en el código, la grieta en la red. En cada anonimato estratégico, en cada silencio elegido, en cada ...

La imposibilidad de decir exactamente lo que queremos decir

La s palabras parecen acercarnos, pero en realidad nos alejan. No llegan intactas, no se entregan puras. Se deforman en el aire, se deslizan en la ambigüedad y, al final, cada uno escucha lo que puede, lo que quiere o lo que teme. Derrida nos mostró que el lenguaje nunca es completamente estable: una palabra no tiene un significado fijo porque siempre está en relación con otras palabras, siempre depende del contexto y del instante en que se dice. Nunca logramos capturar el sentido total de lo que queremos expresar porque el significado siempre se aplaza, se posterga. A esto lo llamó différance: la diferencia y la demora del significado, la imposibilidad de fijar una verdad última en las palabras. Pero si el lenguaje ya es inestable en sí mismo, ¿qué sucede cuando además nos resistimos a usar las palabras exactas? No porque no las encontremos, sino porque sabemos demasiado bien cuáles serían. Porque al decirlas, ya no podríamos ocultarnos detrás de la ambigüedad, ya no podríamos jugar c...

Por la belleza. Gracias.

Imagen
"A todas las personas que han formado parte de mi vida, con un cariño especial para mi querida prima Paloma, cuya presencia en la distancia, me ha inspirado a terminar este proyecto hoy." Gracias. Por cada instante,  por cada grieta,  por cada sol que me despertó y cada noche que me abrazó en su sombra. Por las veces que caí,  por las veces que dudé,  por las veces que no supe quién era  y por aquellas en las que me encontré sin querer. Gracias. Por los que llegaron  y por los que se fueron, por quienes me amaron sin medida  y por quienes no supieron cómo hacerlo. Por los abrazos inesperados,  por las miradas que dijeron más que mil palabras, por las despedidas que parecían finales  y fueron comienzos disfrazados. Gracias. Por cada palabra que sanó,  por cada silencio que enseñó. Por los errores,  por los aciertos,  por lo que nunca entendí  y por lo que un día dejó de doler. Por los caminos que me desviaron,  por los...

Contrato de navegación sentimental

Un día cualquiera, de una relación cualquiera,  —       Pero ¿qué somos? Ella deja caer la pregunta con la cucharilla atrapada entre los dedos. La revuelve en su café sin azúcar, aunque ya no queda nada por disolver. No es la primera vez que lo pregunta. No es la primera vez que no obtiene la respuesta que quiere. Él ladea la cabeza. No porque no lo haya pensado, sino porque sabe que ninguna respuesta será suficiente. —       Somos dos personas que pasan tiempo juntas. Ella resopla. —       Eso no significa nada. —       ¿Y si no tiene que significar nada? Ella aprieta los labios. Podría soltar un discurso. Hablar de la importancia de definir, de ordenar, de saber en qué punto están para saber qué esperar, cómo actuar, qué hacer con todo esto que llevan meses construyendo. Porque han construido algo. Claro que sí. Pero sin manual de instrucciones. Sin planos. Sin ac...