Creo
No es fácil vivir sin adaptarse demasiado. El mundo exige máscaras, exige velocidad, exige que todo se diga en frases breves y se olvide con la misma rapidez. Hay que tener opinión sobre todo, sonrisa para todos, éxito visible y tristeza discreta. Pero la libertad, la de verdad, no tiene que ver con escapar de las normas, sino con mantenerse fiel a lo que uno es cuando todo alrededor te empuja a disimularlo. La libertad es poder decir “esto no me representa” sin miedo a quedarse solo. Es no necesitar el aplauso de nadie para sentirse vivo. Entender que a veces ser coherente significa perder cosas, lugares, personas, oportunidades. Pero no perderse a uno mismo.
No creo en los discursos impecables ni en las purezas morales. La pureza es una trampa que nos hace olvidar la complejidad del mundo.
Creo en la gente que se contradice, que cambia de idea, que reconoce su ignorancia. En los que aman sin estrategias, en los que ayudan sin contarlo, en los que no necesitan justificar su ternura con grandes palabras. He visto demasiada hipocresía disfrazada de bondad. Demasiada felicidad convertida en producto. Demasiada verdad usada como arma. Y, sin embargo, sigo creyendo.
Sigo creyendo, porque incluso entre la mugre, la mentira y el ruido, hay una resistencia que no me abandona, una mano que se ofrece, una mirada que no me juzga, una conversación pausada, una tristeza que comparto sin vergüenza. Sigo encontrando gestos mínimos que siguen recordándome lo esencial. La felicidad no debe ser un premio. Yo no quiero que sea una meta. Quiero hacer de la felicidad mi forma de caminar. Estoy dispuesto a no endurecerme aunque la vida se vuelva hostil.
Dispuesto aceptar el cansancio sin convertirlo en amargura.
Dispuesto a reír sin despreciar, llorar sin dramatismo, amar sin exigir eternidad. No quiero andar gritando verdad. Quiero que la verdad se sostenga por si misma. No quiero hacer de ella mi bandera. No me pertenece. A veces es torpe, otras invisible.
Tengo que mirar el mundo como es. Aunque duela, y seguir mirándolo. Resistir la tentación de la mentira cómoda. Y el amor, el de verdad, es el que acompaña, respeta, deja espacio. Amar es comprometerse, cuidar... aprender a sostener la fragilidad del otro sin convertirla en debilidad. Es estar.
Creo en la rebeldía tranquila de quien no acepta el cinismo como única forma de lucidez. En los que no necesitan ser crueles para parecer profundos. En la fuerza de la calma, en la belleza que no se cree asi misma, en las palabras que no quiere ganar debates, en las palabras que quieren abrir pensamiento. Creo en la bondad cuando es una acto revolucionario.
Creo en la duda como forma de sabiduría.
Creo en la esperanza como gesto subversivo. Aunque el mundo se empeñe en disfrazar la mentira de éxito y la indiferencia de madurez, sigo creyendo que algo dentro de mi no se rinde. Algo que no se dejan comprar. Sigo sintiendo esa chispa antigua que me hace reconocer la vida en los ojos de los demás. No soy mejor que el mundo, pero estoy dispuesto a no parecerme a su peor parte.
Estoy empeñado en seguir caminando con la frente limpia, aunque los pies estén llenos de barro.
Quiero y deseo seguir hablando claro, aunque nadie me escuche.
Quiero y deseo seguir amando, aunque duela.
Mientras haya alguien que no renuncie a la ternura, mientras haya alguien que siga buscando la verdad aunque a nadie le importe, mientras haya alguien que se atreva a vivir sin esa mierda de caretas de todo a cien que nos empeñamos en llevar, el mundo no estará completamente perdido.
G.G.

❤️❤️❤️❤️❤️❤️
ResponderEliminarEspero que en tu coherencia no entre pensar en perderme
ResponderEliminarQuizá perderse sea el único camino para encontrarse a uno mismo y vivir en paz
EliminarAdemás, sólo perdemos lo que no quiere ser encontrado, o aquello que dejamos de necesitar.
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