Volver a mí

Imagen| Alek Briel

Nada de lo que fui me define. Todo lo que soy lo elijo hoy.

El día que abrí este blog lo hice con la intención de contar lo que nadie cuenta. Lo que todos escondemos por miedo a mostrarnos como somos, o simplemente porque creemos que forma parte de nuestra intimidad. Y yo me pregunto: ¿por qué tenemos tanto miedo a mostrarnos tal cual somos? ¿Para encajar?

Soy consciente de que este tipo de textos o no interesan, o interesan poco, y menos, pero sinceramente, y aunque resulte vulgar, me trae al pairo. Así soy yo.

Es cierto que todos debemos guardar una parte íntima para nosotros mismos. Pero también es cierto que, si deseamos relacionarnos con otros y establecer vínculos reales, debemos abrirnos más.

A mí no me importa desnudarme. A mí no me importa mostrarme. A estas alturas tengo claro, muy claro, que, si no me muestro tal cual, no seré capaz de encontrar con quién relacionarme que me acepte tal cual soy. Una persona con debilidades y con miedos. Y quien no esté dispuesto a aceptarlos no lo necesito cerca de mí.

Según Platón, descubrir quiénes somos se hace a través del otro. Solo en la apertura sincera de alguien que nos mira y nos comprende puede mostrarse nuestra propia esencia, desnuda y auténtica, frente a un reflejo que no engaña. Y tenía toda la razón, ese alguien existe en mi vida.

Hay momentos en los que uno deja de reconocerse. Este fin de semana se han sucedido situaciones que me han abierto los ojos y el corazón. No quería aceptar que todavía lo tenía cerrado con llave y candado, sin dejar entrar ni salir sentimientos nuevos. En mi camino errado me he dado cuenta de que estaba arrastrando a una persona que quiero de verdad y que ha demostrado quererme con transparencia y constancia hacia una deriva que no merecemos ni ella ni yo. Una deriva que arrastro de un pasado que no merece ser presente.

En el párrafo anterior, no digo “ser humano” porque no hablo de biología ni de especie. Hablo de alguien concreto, que piensa, siente y actúa. Alguien que puede querer de verdad y demostrarlo de manera honesta y sincera. “Persona” para mí significa eso: alguien con interioridad, con emociones y decisiones propias, alguien con quien puedo conectar de verdad. No es un individuo genérico ni un organismo que respira; es alguien que puede dar y recibir, alguien que tiene peso en mi vida y en mi mundo. Alguien que no ha dejado de acompañarme en tiempos difíciles, convulsos, complicados.... Muy pocos son capaces de hacerlo con tanta paciencia, hay que ser realmente especial.

“Persona” es también un concepto filosófico cargado de significado moral, ético y existencial. La palabra proviene del latín persona, que originalmente se refería a la máscara teatral que alguien usaba en la escena y luego al papel o identidad que encarna. En realidad, no podemos deshacernos de todas las máscaras, pero podemos elegir la que sea acorde con nosotros mismos, aquella que transforme el Homo sapiens que somos en quienes queremos ser.


Hasta aquí.

Basta de disfraces, de frases brillantes que suenan bien y vacían por dentro. Basta de ese lenguaje de autoayuda que convierte la vida en un escaparate.

No quiero ser mi mejor versión. Esa frase me ofende. No somos versiones. No somos borradores que se corrigen. No somos actualizaciones. Somos evolución. Somos fractura, somos duda, somos búsqueda. Esa frase se la dejo a quienes todavía no son capaces de entender que versionarse es engañarse a uno mismo. Es un eslogan creado para mantenernos en una semi‑realidad construida para condicionar nuestras vidas.

Nadie debería vivir tratando de resultar atractivo para los demás.

No vine a gustar. Vine a ser.

No me interesa complacer miradas ajenas. Me interesa reconocer la mía.

Soy incompleto. Y en esa incompletitud encuentro mi verdad. No necesito perfección para sentirme vivo. No necesito encajar para existir. Cada grieta forma parte de mi estructura. Cada falta me recuerda que sigo creciendo.

He sentido muchas veces que no pertenezco a este mundo. Lo he sentido en conversaciones, en ciudades, en miradas donde no me vi reflejado. Hoy me he levantado sabiendo que, aunque el entorno sea ajeno, mi mundo debo crearlo yo. No quiero adaptarme a un paisaje que no me incluye. Prefiero construir uno que me contenga.

Quiero volver a ser yo. Sin filtros. Sin miedos disfrazados de prudencia. Sin la necesidad de parecer estable.

No quiero esconder lo que no deseo esconder. No quiero suavizar mis pensamientos ni mis emociones para que resulten cómodos. No quiero esconderme más.

Elijo mis compañías con atención. Elijo cuidar a quienes me quieren sin condiciones. Elijo dejarme cuidar sin sentir debilidad. Elijo cerrar la puerta a los amigos que solo están cuando todo va bien.

He compartido tiempo y amor con seres humanos que me utilizaron, seres humanos, que solo tomaron, que hicieron del afecto un instrumento, que jugaron con mi confianza y con mis silencios, para llenar sus propios vacíos. Seres humanos que sólo aparecieron por conveniencia, que exigieron sin dar, que prometieron sin cumplir. (Ahora si hablo de seres humanos y no de personas, y lo hago de manera intencionada).

No guardo rencor. Agradezco, porque cada gesto, cada abandono, cada traición que me enseñaron lo que no estoy dispuesto a tolerar. Ahora soy consciente que debo cuidar mi energía, a reconocer quién merece mi tiempo y quién no. Me enseñó a cerrar puertas sin culpa y a abrir solo las que me suman, que afortunadamente, existen.

No quiero recuerdos que pesen. Solo aquellos que me hagan avanzar ligero. El resto puede quedarse atrás: culpas, decepciones, bucles que no enseñan nada. No me aferro al dolor para sentir historia. Prefiero el aprendizaje sin rencor. Prefiero la ternura que permanece incluso cuando algo termina.

Digo adiós al pasado que castiga.

Digo adiós a los hábitos que solo repetían castigos antiguos.

Digo adiós a quienes me dejaron en el camino.

No guardo rencor. Agradezco lo que me ayudaron a entender. Les deseo distancia, calma, libertad.

Agradezco aún más a quienes me hicieron daño. En esas heridas aprendí lo que no quiero. En esas heridas encontré mis bordes, mi resistencia, mi valor. De alguna forma, me empujaron a mirar de frente. Me hicieron crecer.

Hoy me doy la bienvenida.

Un yo que no se defiende. Un yo que no se excusa. Un yo que no teme quedarse solo si la soledad es honesta. Un yo que no necesita explicar su vida para validarse.

No quiero ser versión.

No quiero ser escaparate.

No quiero ser eslogan.

Soy evolución.

Soy incompleto.

Soy real.

Soy auténtico.

Nada de lo que fui me define. Todo lo que soy lo elijo hoy.

 

Se es

La ciudad se yergue implacable,
sus calles no preguntan nada,
sus edificios permanecen firmes,
testigos de todo lo que cruza por sus sombras
sin rendirse ni ceder.

El miedo se presenta una y otra vez
y se enfrenta con cada respiración,
se desafía con cada paso,
recordando que nadie más cargará
lo que corresponde únicamente a uno mismo.

El cuerpo recuerda,
el aliento marca un ritmo que no se quiebra,
se aprende, lentamente y con fuerza,
a resistir completo,
a mirarse sin máscaras,
a aceptar cada falla, cada límite,
como parte de la estructura que sostiene la vida
y mantiene el equilibrio entre lo que se da y lo que se recibe.

Manos abiertas al mundo que no espera,
corazón intacto, aunque herido,
río que arrastra todo lo que ya no sirve
y que avanza sin detenerse ni rendirse,
llevando consigo la lección de cada caída,
cada pérdida, cada abandono
que enseñó la diferencia entre quienes solo tomaban
y quienes podían entregar.

Se ama porque primero se ha resistido a la indiferencia,
porque primero se ha comprendido el propio valor,
y se aprende que amar de verdad significa respetar al otro,
aceptar sus límites, su silencio, su verdad,
sin intentar moldearlo ni poseerlo,
ofreciendo afecto limpio, sin máscaras, sin condiciones.

Nada permanece oculto, y todo se enfrenta;
el tiempo, inevitable testigo,
permite que cada instante se convierta en una posibilidad de encuentro,
en un aprendizaje que transforma
la manera de mirarse y de mirar a los demás,
enseñando que la ternura no es debilidad
y que la fuerza no es ausencia de emoción.

Hoy, aquí,
se es completo en la propia incompletitud,
se vive con intensidad,
y se aprende a querer,
con las manos abiertas,
con el corazón firme,
respetando al otro,
sin rendirse jamás,
consciente de que solo desde la verdad de uno mismo
puede surgir el amor auténtico.

G.G.


Comentarios

Publicar un comentario

No te cortes. Opina.

Entradas populares de este blog

Gracias, gracias, muchísimas gracias

Por la belleza. Gracias.

El verdadero camino está en nuestro interior