BONITO

 

Fotografia: Raúl Corredor. @fotoactividad

Tengo tal cantidad de trabajo, que llevo días sin poder sentarme a escribir. Esta tarde, frente al ordenador, en casa, no he conseguido concentrarme con el trabajo y he dedicado un tiempo a pensar, a escribir, a liberarme un poco del peso laboral, en resumen, a disfrutar haciendo lo que realmente me gusta.

Últimamente pienso mucho en qué significa de verdad que alguien sea “bonito”.

Ayer compartí la tarde con personas bonitas, y hoy entiendo que lo bonito no tiene nada que ver con el aspecto ni con lo que uno aparenta. Lo bonito en una persona se nota en cómo actúa, en cómo escucha, en cómo respeta.

He empezado a rodearme solo de gente que me aporta, que me hace crecer, y me doy cuenta de la suerte que tengo de haber encontrado a varias personas así. Son personas que no necesitan adornarse, que saben dar espacio y también compañía, que cuidan y se dejan cuidar.

Lo bonito es empatía, respeto, paciencia. Es aceptar que cada persona es distinta y que no necesitamos moldearla para quererla. Está en la honestidad que no busca aprobación, en la palabra que acompaña, en el gesto sencillo que no se calcula.

Pienso en algo tan simple como una caja de bombones. Los que vienen llenos de papeles brillantes pueden llamar la atención, pero al final lo que importa es el sabor. Y así pasa con las personas: los que se muestran sin disfraz, sin papel dorado, son los que permanecen en la memoria. Lo bonito está en esa autenticidad que no necesita más.

Al final, lo bonito no es un espectáculo. Es algo que se siente en silencio, que no necesita luces. Es el cuidado mutuo que da equilibrio, la empatía que une, el respeto que sostiene. Lo bonito no se gasta, porque no depende de apariencias, sino de verdad compartida. Esa verdad nos muestra, que lo bonito, nunca está completo, siempre se busca, siempre se renueva. Quizá ahí resida su fuerza.

 
Lo bonito no se viste,
no entretiene,
no se anuncia.

Lo bonito es cuidado,
sostener y dejarse sostener,
estar sin convertirlo en deber.

Escucha sin preparar respuesta,
calla sin indiferencia,
da espacio sin desaparecer.

Lo bonito respeta,
mira sin moldear,
acepta la diferencia
sin miedo a perder nada.

No necesita envoltorio,
ni aplausos,
ni escenario.

Sucede cuando la palabra no hiere,
cuando la presencia basta,
cuando la coherencia se cumple
sin declarar nada.

Permanece porque no se compra,
no se negocia,
no depende.

Nunca se alcanza del todo.
Siempre falta,
se busca en cada gesto,
se renueva en el deseo de eterno.

Lo bonito es incompleto,
y en su falta está la verdad.

La herida que invita a acercarse,
el espacio donde otro es necesario.

Se completa en conjunto,
se reconoce en la suma de presencias,
en la unión de fragilidades.

No es totalidad,
es movimiento,
lo inacabado que cobra sentido
cuando se ofrece y se recibe a la vez.

Permanece en su falta
y se hace entero
sólo al compartirse.
 
G.G.