Desnudo





Cada noche me acuesto con la esperanza de dormirme rápido, como si cerrar los ojos pudiera apagar también todo lo que gira en mi cabeza. Pero el silencio nunca es silencio, y la oscuridad no se calla. A veces una frase se queda atrapada, o un recuerdo que no termina de irse. Entonces me levanto, abro OneNote, porque sé que necesito escribirlo, no puedo dejarlo pasar.

Las cosas se alejan solas. No hace falta empujarlas. Un día descubres que hay llamadas que ya no haces, palabras que no repites, lugares a los que no te apetece volver. La gente que no te quiere de verdad empieza a desaparecer como vapor en el espejo. Y no lo echas de menos.

Solo queda aire limpio para respirar.

Aprender a estar desnudo no es cuestión de piel. Es dejar caer lo que sobra, lo que duele sin merecerlo, las palabras vacías, los ruidos que no son tuyos. Quedarte con nada más que lo que late dentro, sin consultar a nadie, sin esconderte. 

Ciertas risas, en cambio, se te quedan pegadas al cuerpo. Risas que suenan como cuando rompes algo sin querer y te da igual. Risas que desordenan. Personas que llegan en silencio, se sientan a tu lado, y siempre te dejan hablar de tonterías sin parecer aburridas. Algunas preguntan si has comido. O si dormiste bien. Cosas pequeñas que valen más que todas esas frases bonitas. Frases de las que aprendiste a desconfiar. 

A veces bailas sin saber por qué. A veces ríes sin motivo. Es una forma de estar vivo. 

Uno aprende a viajar sin escapar, a volar sin despegarse de sí mismo. Aprende que soñar no es ingenuidad, que ser suave no es debilidad, que alejarse también puede ser una forma de acercarse. 

Hay madres que no saben decir “te quiero” y sin embargo te cubren con una manta sin que se lo pidas. Padres que no preguntan nada pero se quedan en la cocina hasta que llegas. Hermanos que fingen no verte llorar. Gestos torpes, mal envueltos, pero llenos de algo que se parece mucho al amor. 

Existen personas que no se explican, no interrogan, no te interrumpen. Se limitan a estar. Entran con cuidado en tu vida y no lo hacen todo más fácil, pero sí más habitable. No salvan, no iluminan, no prometen. Solo acompañan. 

Sentirse desnudo, con esa claridad sin armaduras ni máscaras, te hace sentir que todo pesa menos. 

No necesitas entender por qué. 

Con saberlo es suficiente.

G.G.


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