Desde la Catedral de Tui
Hoy, como si el azar quisiera ensayar su papel en una coreografía causal que jamás firmé, comparezco, entre lo involuntario y lo acordado, en Tui. Epílogo anticipado de un trayecto que empezó sin empezar, o cuya fecha de inicio se me ha ido difuminando con cada repetición mental del trayecto.
Volver no es regresar, es permitir que lo visto se reescriba en una lengua posterior al acontecimiento. El lugar es el mismo, pero ha aprendido a responder de otro modo. Y yo, si es que sigo siendo yo, no busco cerrar el viaje, sino descubrir si el eco sabe más que la voz.
Este poema no intenta decir, sino escuchar. Me lo escribo como quien vuelve a un sitio que ya no lo espera, que ha seguido su curso en otra dirección, como si el regreso llegara siempre con retraso.
Lo escribo después de regresar al mismo lugar y descubrir que nada, ni el lugar, ni yo, ni la forma en que ambos nos ignoramos, permanece.
Sin embargo, todo está ahí, como si nos espiáramos desde nuestras esencias anteriores, nuestras almas anteriores, esos otros "yo" que un día fueron y hoy no, sin saber exactamente qué decirnos.
El río, el viento, la piedra, no son paisaje ni metáfora, sino interlocutores discretos, portadores de un lenguaje anterior al habla.
Este texto es una conversación con esas voces sin garganta, con ese rumor de lo no vivido que, sin embargo, nos recuerda.
No busca explicar nada, no es necesario entender, solo dejar constancia de lo que no puede archivarse del todo.
Siento la necesidad de escribir, no para entenderme, sino para no olvidarme del todo.
Para dejar al menos una costra de voz en tránsito.
POEMA PARA MI
se adhiere a las piedras de la Catedral,
y ahora, por puro pudor,
prefiere callar en dialecto mineral,
simbiosis sempiterna de liquen y piedra.
como huelen los pliegues de una carta nunca abierta,
como huelen las lenguas muertas que aún supuran fonemas en las ranuras de los muros,
como si fueran cada una de las bóvedas del monumento, quienes nos aprendieran todas a la vez,
El viento,
archivo sin jerarquías ni títulos,
sin fecha ni firma de entrega,
trae noticias oxidadas de islas que ya no están donde las dejaron.
con esa torpeza del que ama lo que ignora,
no supieron llevarse del todo pero tampoco devolvieron.
en capas,
como un residuo sin objeto,
un olor sin plano,
un casi decir que se niega a volverse pasado,
una costra de voz en tránsito
hacia un lugar que no existe más que en la renuncia a habitarlo.
G.G.

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