El amor. De lo vivido a lo escrito.
A
veces me pregunto por qué llamamos "amor" a cosas tan distintas. Se
disfraza, cambia de idioma, de forma, de cuerpo, y sin embargo, cuando lo
siento, lo reconozco. No tiene que ver con mariposas en el estómago ni con
promesas eternas dichas al oído. Tiene que ver con la paz silenciosa de estar
cerca de alguien sin tener que explicar nada. Con la seguridad tranquila de que
el amor verdadero no hace ruido, pero tampoco se esconde.
Amar
no es tener. Es mirar al otro como se mira el vuelo de un pájaro, con respeto,
con admiración, sabiendo que no pertenece a nadie. Y si vuelve, es porque
quiere, no porque debe. Y eso, precisamente eso, es lo que lo hace real.
He
comprendido que el amor no siempre es entendible. A veces se vive en lo
incompleto, en lo que no se dice, en lo que no se puede controlar. A veces se
ama sin saber cómo, simplemente estando. Estando incluso en la confusión, en la
duda, en la distancia.
Y
así lo elijo. No por ser perfecto, sino por ser humano. Porque en esa mezcla de
alegría y fragilidad, de seguridad y vértigo, encuentro lo más verdadero que
conozco.
Pero
no estoy solo en esta mirada. Otros antes que yo lo sintieron, lo escribieron,
lo sangraron con tinta. Como si todos habláramos de un mismo fuego, desde
distintas orillas:
Gustavo Adolfo
Bécquer soñaba con la intensidad del
gesto mínimo, y escribió:
"Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso... ¡yo no sé
qué te diera por un beso!"
Pablo Neruda, desde la distancia de lo amado, nos confesó:
"Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca."
Sor Juana Inés de la
Cruz, atrapada entre el intelecto y la pasión, dejó dicho:
"Este amoroso tormento
que en mi corazón se ve,
sé que lo siento y no sé
la causa por que lo siento."
Garcilaso de la Vega guardaba en la memoria las prendas del amor perdido:
"Oh dulces prendas por mí mal halladas,
dulces y alegres cuando Dios quería,
juntas estáis en la memoria mía..."
Idea Vilariño, en su desgarro honesto, nos dio uno de los adioses más
crudos:
"Te estoy dejando amor
estoy dejándote
aunque te duelas aunque me duela."
Rainer
Maria Rilke, sabio de lo
invisible, definió el amor como respeto a la soledad del otro:
"Amar es… que el otro se convierta en el guardián de nuestra
soledad."
Antonio Machado, como quien sueña la emoción más pura, escribió:
"Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una fontana fluía
dentro de mi corazón."
Cada
uno de ellos tocó una parte del amor, lo envolvió en palabras y lo soltó al
mundo. Y ahora, me toca a mí. No para superarlos, sino para continuar esta
conversación, esta necesidad humana de nombrar lo que se escapa.
Ayer
llegué a una conclusión que no me esperaba, pero que, al final, me liberó. Ya
no quiero luchar contra mis contradicciones. El amor, cualquier forma de amor,
no puede ser perfecto ni lineal, y está bien que no lo sea. Ya no me importa
encontrar respuestas; lo único que me importa es aceptar lo que siento tal como
es, aunque me duela, aunque me confunda.
Es
como si, por fin, dejara de pelear contra esa necesidad de alguien, y al mismo
tiempo, reconozco que esa necesidad no tiene que definirme. Aceptar que soy
contradictorio me permite ser lo que soy sin querer cambiarlo. Me doy permiso
para sentirlo todo sin la necesidad de entenderlo o justificarlo, ni a mí, ni a
nadie.
Ya
no se trata de elegir entre lo que quiero o lo que debería ser, sino de aceptar
lo que llega, con sus luces y sus sombras. Porque en esa contradicción, en esa
dualidad, es donde encuentro lo que soy en verdad. He comprendido que la
autenticidad está en ser quien soy, aunque eso no encaje en ningún molde. Y no
pasa nada. Al final, lo único que importa es ser honesto conmigo mismo, sin
adornos ni pretensiones. Porque en esa sinceridad, sin lucha, es donde
encuentro la belleza del amor, que no necesita ser perfecto para ser real.
Ahora soy yo quien dice:
(las
palabras están escritas en minúsculas porque, de algún modo, eso es lo que
realmente siento que es el amor. algo que no necesita ser elevado, algo que no
tiene que estar por encima de nada ni de nadie. escribir sin mayúsculas es una
forma de respeto, de bajarme a la tierra, de reconocer que el amor no se puede
poner en un pedestal, porque, en su esencia, es humilde, es crudo, es verdad
desnuda. no tiene que ser grandilocuente ni pomposo. solo es, sin más. y a
veces, en su dolor, en su alegría, en su verdad, se muestra más fuerte sin
adornos).
Rincones
ocultos.
me temblaron las manos cuando te
vi,
porque supe que ya no podía esconderme.
no eres mi casa,
pero te querría en todos mis incendios.
no me haces falta.
pero me jodes el día si no apareces.
te odio por entenderme tan bien.
me duele que no lo hagas a veces.
no te prometí nada.
y aun así
me rompo en pedazos cada vez que llegas tarde
a lo que no dijimos.
amarte no me salvó.
pero me dio un espejo
y tuve que mirarme
sin maquillaje,
sin excusas.
no quiero todo.
solo esto.
este caos.
este pulso.
este temblor.
G.G.

Precioso💕
ResponderEliminarBesos
ResponderEliminar