"Niñes" el Apagón!!




Te has levantado de un brinco, casi sin darte cuenta, como en tiempos de "niñes", cuando bastaba abrir los ojos para que la ilusión por un nuevo día te empujara fuera de la cama. A pesar de la alergia, los estornudos, los ojos hinchados, la sensación molesta de llevar encima un peso que no ves, no dudaste. Ni siquiera te tomaste el tiempo de pensarlo dos veces. Era esa misma energía de entonces, esa manera de plantarle cara a la vida sin pasarla por ningún filtro.

La mañana empezó con la sensación de llevar una pequeña china en el zapato, casi imperceptible pero ahí, rozando en cada paso. Ese peso que no ves, del que hablaste antes. Y aunque trataste de olvidarlo, fue un mensaje no leído desde el viernes, y que no dabas con él, el que terminó de entender la molestia. Nada dramático, pero sí suficiente para obligarte a parar, sentarte en el banco mental de la jornada, desatar el cordón, sacar la piedrecita y seguir caminando más ligero. Mucho más ligero.

Todo parecía avanzar con esa "energía" nueva hasta que, cerca del mediodía, y de manera paradójica, la luz se fue. Os quedasteis sin energia eléctrica. Al principio fue un corte más, como tantos otros. Sin embargo, la noticia empezó a correr. Toledo, en Málaga, en Huesca... y luego Portugal, y luego Francia. Un parpadeo que se extendía más allá de lo cotidiano. Era la primera vez que recordabas algo asi. En la calle, el ambiente se dividía entre quienes sentían cómo el miedo crecía dentro, preocupados por los hijos, por llegar a casa, por no saber. Y los otros, los que, sin responsabilidades cercanas o pretendiendo no tenerlas, se reían con un "que me pille con una cerveza en la mano" como única respuesta posible.

Decidiste que era mejor moverse. Volviste a casa, intentaste descansar. Dormiste una siesta ligera. Un par de horas o algo más. ¿Eso es ligera no?. Al despertar, todo seguía igual. Sin conexión, sin noticias nuevas. Bajaste a la tienda de ultramarinos regentada por un ciudadano chino, sí, dicho con todo el respeto, cuidando el detalle, poco normal en ti, jajaja, y después, subiendo otra vez a casa, la voz de un amigo te llamó desde la calle.

Bajaste y te fuiste a tomar una cerveza. Lo mejor del día estaba aún por pasar. La calle hervía de gente, música en directo, voces enredadas unas con otras. En la entrada del bar, cincuenta o sesenta personas parecían haberse puesto de acuerdo para convertir la avería eléctrica en una fiesta improvisada. Un chico colombiano cantaba, la cerveza fluía, y tú, con tu natural inclinación a observar y a escuchar, no podías evitar prestar atención a las conversaciones ajenas. Y de pronto le dijiste a tu amigo. 

- Me encanta escuchar las conversaciones de.la gente de a pié.

Tú tan tú, como siempre, sin medir tus palabras. Tu amigo levantó la ceja.

Hablaban de lo mismo, pero cada uno con su matiz, su miedo, su manera de entender el mundo. Y sin quererlo, te descubriste sintiéndote un poco superior. No mejor, pero sí en otro momento, en otra forma de mirar. Tan consciente como para reconocértelo y corregirte, no hay una única verdad. Hay muchas, y todas caben.

Entre cerveza y cerveza, tu amigo, siempre irónico, te preguntó qué era eso de "gente de a pie". Te reíste. Lo explicaste a tu manera, sabiendo que también tú, como todos, eres parte de esa multitud que intenta, a su modo, entender lo que pasa. Y en esa búsqueda,  no siempre se actúa moralmente bien.

No alargaste la noche. Volviste a casa temprano, con esa felicidad serena que te habia acompañado todo el dia. Cenaste tranquilo, y despues, no un té, sino un café con leche y galletas de esas cargadas de leche condensada, porque los pequeños placeres también son parte del viaje. Cruzaste algunos mensajes con los tuyos. Unos riéndose, otros preguntándote si estabas bien, si sabías algo de tal o de cual.

Y ahí, sin miedo, sin ruido, con la calma intacta después del apagón, pensaste: qué felices seríamos si aprendiéramos a no imponer nuestra verdad sobre la de los demás. Si aprendiéramos a respetar más, a temer menos. Si dejáramos, simplemente, que la vida siguiera su curso mientras nosotros bailamos un poco más.

Así que, si mañana vuelve a irse la luz o no, si el mundo decide apagarse otra vez o seguir rodando, poco importa. Hoy te has ganado un hueco en esa extraña categoría de quienes, con alergia, con cortes de electricidad, con piedras en el zapato y con galletas cargadas de leche condensada, se acuestan sintiendo que la vida, incluso cuando no se entiende, es sencillamente maravillosa. Y que no hay apagón capaz de oscurecer esa sonrisa tonta, un poco infantil, que sigue apareciendo, sin permiso, cuando uno recuerda que, en el fondo, todavía sabe ser feliz como en tiempos de "niñes".


G.G.

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