En piezas. Completo. (Layla. Amrou Al-Kadhi. 2024)
Esta tarde vi una película que no sabía que iba a deslizarse tan hondo dentro de mí. Se llama Layla. Una historia contenida y feroz. El retrato íntimo de una drag queen palestine, criada en Inglaterra, que transita entre dos orillas sin encontrar refugio completo en ninguna. Dos mundos que le moldean y le desgarran a partes iguales, donde ser une misme no es una conquista, sino una renuncia constante.
Y no fue solo su historia. Era, en el fondo, la historia de tantes que viven en el umbral, que aprenden el lenguaje de la supervivencia antes que el de la plenitud. Una vida a medias. Y cuando lo vi con tanta claridad en elle, algo dentro de mí también se estremeció. Porque hay una parte de nosotres que se reconoce en quien, para poder respirar con libertad, tiene que soltar. Aunque duela. Y no hablo sólo de soltar relaciones, hablo de soltar peso. Conducta, expectativas, costumbres y sobre todo, miedos. Aunque parezca que romperse sea la única forma de reconstruirse.
Layla y su pareja viven atrapades en una quietud que no es paz, sino costumbre. Y en ese estado de suspensión emocional —donde nada arde, pero todo pesa— une intuye el precio de no elegirse. La película no lo grita, pero lo deja claro, la vida empieza cuando se rompe el miedo. Cuando une se nombra, incluso entre los escombros.
Y cuando terminó, en el silencio tibio de casa, lo supe. No quiero vivir a medias. No quiero acomodarme en lo que apenas me sostiene. No quiero silenciar lo que soy para encajar en lo que esperan. No quiero ser una versión reducida de mí.
La vida no espera. Y si no la habitamos con toda la verdad de lo que somos, ¿quién lo hará por nosotres?
Algo se ha movido. Como si el corazón se hubiera quitado un abrigo que ya no calienta. Como si el cuerpo, al fin, pudiera erguirse sin miedo. Sin frio. Como si mirar hacia dentro no doliera tanto. Y en medio de todo eso, me siento. Me siento bien. Me siento cerca. Me siento libre, valiente, triunfador.
Porque nos encontramos, por fin, cuando empezamos a vivir de verdad. No a salvarnos, no a completarnos, sino a caminar con nosotres mismes, sin prisas, sin condiciones. Como si siempre hubieramos estado ahí, esperando a que nos atreviéramos a ser.
Y quizás esa sea la verdadera valentía, no solo atreverse a ser, sino dejar que alguien nos vea, en el preciso instante en que por fin lo somos.
Sé que habrá quien cuestione el uso de esta forma de escribir, este intento —todavía imperfecto— de abrir el lenguaje a quienes nunca se sintieron del todo nombrades. Antes de abrir la boca y decir lo primero que se os pase por la cabeza. Leed. Leed lo que tengo que decir. No es una costumbre en mí, ni una moda. Es una elección consciente. Porque Layla, la película que ha dado origen a este texto, no habla solo de una historia personal, sino de una verdad colectiva, la de quienes deben luchar por el simple derecho de ser.
Por eso, por respeto. Porque no se puede hablar de libertad sin nombrar la diferencia. Porque escribir así, en este caso, es un gesto de coherencia y de cuidado. Si, del cuidado que nos hemos olvidado de ofrecer a los otres. Y porque si este texto tiene algún valor, es justamente ese, que intenta estar a la altura del amor que merecemos y del respeto que deberíamos darnos.
No hablo solo de la diferencia de género. Hablo de toda diferencia. De contrastar. De entender. De reconocer que esta vida es una dicotomía constante. Que no hay blanco sin negro, ni alegría sin sombra, ni plenitud sin pérdida. Que entre cada extremo hay una escala infinita de matices, y que lo verdaderamente humano es abrazarlos todos. Es permitirlos todos.
Aceptar la diferencia es aceptar la vida en su forma más auténtica. A veces, la única manera de alcanzar esa libertad tan necesaria es tomarse el derecho a ser une misme. No esperar permiso. Si, esperar, es lo que hacemos todes. Hablo de no pedirlo. Ni permiso, ni perdón. No hay que pedir perdón. Solo ser. Ser.
La vida empieza precisamente, con el gesto de querer vivirla de verdad.
G(e).G(e).

👏👏👏👏👏👏
ResponderEliminarVirginia, no sabes cuanto agradezco que leas todo lo que subo al blog. Muchísimas gracias de todo corazón. Me hace enormemente feliz, saber que te apetece leer mis historias mundanas y mis reflexiones más intimas. Gracias, Gracias, Gracias
EliminarMe gusta como escribes! Has leído La mala costumbre de Alana Portero! Es muy interesante!
ResponderEliminarHola Maria, Gracias. No lo he leído, pero tomo nota.
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