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El Regalo del Cielo. Lluvia, ángeles..

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  Agradezco al viento que mueve las hojas sin que yo lo vea,  a las nubes que cruzan el cielo sin pedir permiso, a la lluvia que cae como un secreto guardado, dejando tras de sí la huella de lo invisible.   Agradezco que el universo, en su silencio, haga bailar a las estrellas para que cada sombra encuentre su luz.   Y agradezco, sin palabras, a las almas que se cruzan en mi camino, sin avisar, sin esperar, siendo parte de esa danza secreta que nunca termina. Que siempre es. A Mónika. A Mónika con K.   Ayer hablaba con una amiga, una de esas almas que la vida coloca en tu camino de manera misteriosa, pero que, con el tiempo, se convierte en un faro que ilumina cuando la oscuridad amenaza con cubrirte. Monika, con su “K” de kilates, como si esa letra fuera la clave que la hace única, un diamante que brilla con la luz propia de los grandes. Son esas personas que, aunque no las veas con frecuencia, tienen la capacidad de penetrar tu ser c...

Despues de la lluvia

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En ocasiones, el cielo se viste de un gris denso que parece envolverlo todo. La lluvia cae sin cesar, como un manto de introspección que nos invita, a regañadientes, a detenernos. Son esos momentos en los que la mente se activa, pero no necesariamente para dar respuestas, sino para girar en círculos, preguntándose una y otra vez sobre el rumbo a seguir. Sin embargo, incluso en estos días grises, la vida permanece intacta, aguardando en cada rincón. Y con ella, la posibilidad de una nueva perspectiva, de una forma diferente de mirar el mundo que, aunque se muestra incierta, tiene algo de renovador. La obra de Byung-Chul Han en La sociedad del cansancio ofrece una crítica profunda a la forma en que vivimos hoy en día, donde la imperiosa necesidad de producción y rendimiento nos arrastra. El autor denuncia cómo la modernidad nos ha enseñado a no detenernos, a considerar la pausa y la reflexión como una pérdida de tiempo. Hoy mismo, he decidido tomarme un día libre, precisamente para rompe...

Nosotros mercemos ser felices

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Soy una persona de sentimiento, impulsiva, pero pura. Me equivoco muchas veces, aunque jamás con la intención de hacer daño.  No puedo callarme las cosas que me molestan, porque al final se enquistan (hubo un tiempo en que si, en que el silencio, jugaba como mi mejor aliado, sin serlo). Es mejor dejar las cosas claras y si hay equilibrio, perfecto, y sino lo hay... a volar. Esta poesía, se la dedico a todas aquellas personas que decidan acompañarme en el camino, pero en especial, muy especialmente a quién ya decidió caminar del otro lado de la acera, pendiente, pero dejándonos ser quienes somos. Espero que os guste. Nosotros merecemos ser felices. Hubo un tiempo en que creí que la felicidad era un sueño distante, un reflejo en el agua que se deshacía al tocarlo, pero aprendí que la dicha no es un relámpago que cae del cielo, sino la brasa que arde en las manos de quien la cuida. No fue fácil llegar hasta aquí, hubo senderos que se cerraron detrás de mí y nombres que el viento arras...

Querer. Querer de verdad.

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Ya no sé qué significa.  Esa palabra se pierde antes de llegar a la garganta. No hay peso en esas palabras. Esas palabras se dicen como si al decirlas pudieran llenar lo que no se dice, Como si al decirlas, Como si al decirlas, todo se resolviera. Como si un sonido pudiera cerrar el abismo que permanece abierto. Se dicen sin pensar. Se dicen sin sentir. Se dicen sin mirar, sin escuchar, sin entender. Querer es otra cosa. Querer, querer, querer es saber cómo tocas, querer es saber cómo miras, querer es saber cómo el otro respira y se siente visto. Querer es olvidarte de ti. Es el acto de ceder, de sostener, de aprender y de estar dispuesto a perder si es necesario, sin que se convierta en sacrificio. Para querer hay que ceder, ceder sin perderse, ceder sin olvidarse, ceder con libertad. Y lo dicen, pero no saben lo que dicen, no saben lo que dicen, no sabemos que decimos, no sabemos que "te quiero", si, decir "te quiero", es solo la capa superficial de algo que no se...

Belleza, “bellezuri”, lindeza, “linduri”.

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La belleza florece del alma, es la esencia divina del ser No es el reflejo en el agua ni el destello fugaz de un amanecer. No, no es el reflejo de nada. no es el trazo simétrico de lo que el mundo llama armonía, ni la huella perfecta que los ojos persiguen sin comprender.   Es la belleza que atraviesa, q ue irrumpe como un relámpago en la cerrada noche que no se puede ignorar ni olvidar que se percibe en la piel antes que en los ojos, en el corazón antes que en el pensamiento. Es la que un día intuyes y al siguiente se desborda, como un milagro que se posa en la tierra, como una aparición, como un fuego sagrado, que no consume, no consume, no… consume, Alumbra. La inocencia que se ofrece sin saber que regala, la voz que cobija sin esperar respuesta, la suavidad que no carga, que no reclama, que solo existe. Una luz caída de otro mundo. El resplandor que no pertenece a este tiempo. No tiene forma, no se mide, no se compra ni se exige, no se imita ni se aprende...

Domingo

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  Amaneces con la tibieza de las sábanas pegadas a la piel, pero el frío se cuela por las rendijas de la ventana. Fuera, la lluvia sigue cayendo con la insistencia de lo inevitable. Hace dos días que el cielo se ha rendido al gris, y dentro de ti, algo parecido parece haber hecho lo mismo. El aroma del café́ se extiende por la casa cuando finalmente te decides a moverte. La taza humedece el calor en tus manos, pero el frio interno no se disuelve tan fácil. Te sientas junto a la ventana, miras la ciudad envuelta en su letargo dominical y, sin pensarlo demasiado, enciendes un cigarro. La primera calada llena tus pulmones y sueltas el humo con lentitud, viéndolo disiparse en el aire con la misma ligereza con la que desearías que se disiparan los pensamientos. Café́ y tabaco. La combinación infalible de los escritores de la vieja escuela, como si el humo enredado en el techo y la cafeína caliente en la garganta fueran la única forma de despertar las palabras dormidas en algún rincó...

El peso de las piedras

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  Yo, en mi línea. Ayer, un amigo me comentó si, en un determinado momento de mi vida, decidiría borrar el contenido que he subido a lo largo de ella, con el fin de borrar el rastro de tiempos pasados. No sé si con la intención de darle al futuro una nueva oportunidad o con la de mantener cierta discreción (que, en realidad, cuestiono) frente a personas que puedan formar parte de mi vida en adelante. Le doy vueltas a todo, y dar vueltas es dar bandazos. Entonces, me levanto, me pongo a pensar, a escribir notas, a investigar lo que dicen otros al respecto, y me entran las ganas de escribirlo y lanzar mis reflexiones al mundo.   Aquí os dejo lo que hoy pienso.   El camino no se borra. Hay quienes intentan alisar la tierra, borrar las huellas, recoger las piedras que un día hicieron sangrar sus pies. Pero la memoria es tozuda: lo que fue no deja de ser porque se oculte. Y entonces, ¿qué hacemos con las redes sociales, ese escaparate en el que colocamos solo lo que...