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La imposibilidad de decir exactamente lo que queremos decir

La s palabras parecen acercarnos, pero en realidad nos alejan. No llegan intactas, no se entregan puras. Se deforman en el aire, se deslizan en la ambigüedad y, al final, cada uno escucha lo que puede, lo que quiere o lo que teme. Derrida nos mostró que el lenguaje nunca es completamente estable: una palabra no tiene un significado fijo porque siempre está en relación con otras palabras, siempre depende del contexto y del instante en que se dice. Nunca logramos capturar el sentido total de lo que queremos expresar porque el significado siempre se aplaza, se posterga. A esto lo llamó différance: la diferencia y la demora del significado, la imposibilidad de fijar una verdad última en las palabras. Pero si el lenguaje ya es inestable en sí mismo, ¿qué sucede cuando además nos resistimos a usar las palabras exactas? No porque no las encontremos, sino porque sabemos demasiado bien cuáles serían. Porque al decirlas, ya no podríamos ocultarnos detrás de la ambigüedad, ya no podríamos jugar c...

Por la belleza. Gracias.

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"A todas las personas que han formado parte de mi vida, con un cariño especial para mi querida prima Paloma, cuya presencia en la distancia, me ha inspirado a terminar este proyecto hoy." Gracias. Por cada instante,  por cada grieta,  por cada sol que me despertó y cada noche que me abrazó en su sombra. Por las veces que caí,  por las veces que dudé,  por las veces que no supe quién era  y por aquellas en las que me encontré sin querer. Gracias. Por los que llegaron  y por los que se fueron, por quienes me amaron sin medida  y por quienes no supieron cómo hacerlo. Por los abrazos inesperados,  por las miradas que dijeron más que mil palabras, por las despedidas que parecían finales  y fueron comienzos disfrazados. Gracias. Por cada palabra que sanó,  por cada silencio que enseñó. Por los errores,  por los aciertos,  por lo que nunca entendí  y por lo que un día dejó de doler. Por los caminos que me desviaron,  por los...

Contrato de navegación sentimental

Un día cualquiera, de una relación cualquiera,  —       Pero ¿qué somos? Ella deja caer la pregunta con la cucharilla atrapada entre los dedos. La revuelve en su café sin azúcar, aunque ya no queda nada por disolver. No es la primera vez que lo pregunta. No es la primera vez que no obtiene la respuesta que quiere. Él ladea la cabeza. No porque no lo haya pensado, sino porque sabe que ninguna respuesta será suficiente. —       Somos dos personas que pasan tiempo juntas. Ella resopla. —       Eso no significa nada. —       ¿Y si no tiene que significar nada? Ella aprieta los labios. Podría soltar un discurso. Hablar de la importancia de definir, de ordenar, de saber en qué punto están para saber qué esperar, cómo actuar, qué hacer con todo esto que llevan meses construyendo. Porque han construido algo. Claro que sí. Pero sin manual de instrucciones. Sin planos. Sin ac...

El arte de discutir sin soltarse

—No es cierto. Dijiste que te gustaba. —Dije que no estaba mal. Que no estaba mal no es que me guste. —Pero dijiste que la verías otra vez. —Porque me dormí a la mitad. Silencio. Nos miramos. La guerra fría de los absurdos. Nosotros dos, parados en una esquina cualquiera, discutiendo sobre una película que ninguno quiere volver a ver, pero que ahora se ha convertido en cuestión de principios. Y sin embargo, caminamos juntos. Sin embargo, al cruzar la calle, instintivamente nos agarramos del brazo. Sin embargo, si un coche frenara de golpe, el otro estiraría la mano sin pensarlo. Qué extraño es esto de la amistad. Tan llena de pequeñas batallas ridículas. Tan llena de intentos de tener razón en cosas sin importancia. Y al mismo tiempo, tan llena de certezas: Que no nos gusta el mismo café pero siempre hay uno extra en la despensa. Que no siempre nos entendemos, pero siempre sabemos volver. Que no nos juramos nada, pero seguimos aquí. Tal vez no hace falta entenderse to...

Gracias, gracias, muchísimas gracias

Gracias por nada, por todo, por lo que no pedí y por lo que jamás recibiré. Gracias por ese mensaje sin leer, por el café frío, por la puerta cerrada en mi cara. Gracias por fingir interés, por el ‘te llamo’ que nunca llega, por el abrazo de aire. Gracias por el favor que nunca hiciste, pero oye, qué detalle mencionarlo. Gracias por el consejo que no pedí, por la sugerencia brillante de ‘tienes que relajarte’. Gracias por la oportunidad… de esperar sentado. Gracias por la sonrisa automática, por el "qué majo" sin ganas,  por el "qué ilusión" sin ilusión, por el "qué bien te veo" cuando se nota que no. Gracias por el "qué rico" a la comida insípida, por el "me encanta" a lo que da igual, por el "qué alegría" con ojos de lunes. Gracias por la ovación de cortesía, por el aplauso enlatado, por el "qué bonito" a lo que no miraste, por el "qué suerte tienes" sin conocer la historia. Gracias, gracias, d...

Lo que callamos

Hay secretos que se pliegan como hojas en el bolsillo, doblados con cuidado para que nadie los lea. Palabras que nunca nacen, gestos que mueren en la comisura de los labios. A veces, la intimidad es un hilo de luz bajo la puerta, un murmullo que se filtra entre las rendijas, un roce que apenas sucede y sin embargo pesa.  Pero otras veces es solo un vacío lleno de ruido, una piel que se toca sin tocarse, una confidencia dicha en voz alta pero sin el temblor de quien confiesa.  Lo que ocultamos nos sostiene, nos define en el hueco de la ausencia, en la pausa antes de la palabra, en la sombra de lo que nunca dijimos.  Y aun así, seguimos fingiendo cercanía, compartiendo migajas de verdad con la esperanza de que nadie pregunte por el pan entero. G.G.

Con sólo una mirada

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Abrir los ojos es un acto sencillo, pero también un gesto de entrega. Ver lo que hay, lo que duele, lo que se queda y lo que se va. Dar lo que recibes, aunque a veces lo que llega es el aire sin respuesta, una caricia que nunca rozó la piel. Justicia no es equilibrio, porque el mundo no pesa lo mismo en todas las manos. Porque hay quienes sostienen y quienes sueltan sin miedo al vértigo. Dejar pasar, fluir como el agua que no pregunta por dónde la llevan. Pero también saber dónde detenerse, cuándo hundir los pies en la tierra y decir: aquí estoy, esto soy. Posicionarse sin miedo a las corrientes, pero también permitir que otros encuentren su lugar. Posicionar, no imponer. Valorar y ser valorado, una danza de miradas donde no siempre se es visto. Amar y no ser amado, un río que corre sin retorno, que entrega su cauce sin esperar que alguien lo beba. ¿Y qué queda? Tú. Lo importante siempre tú. No por encima, no a pesar de. Sino contigo, en el centro, en la raíz. Porque al final, los oj...